Dos meses después…
Maximiliano se encontraba como cada noche en su club nocturno.
Había fundado aquel lugar junto a uno de sus mejores amigos y su madre puso el grito en el cielo el día en que se enteró.
Por ese motivo lo había obligado a casarse, si hubiera sido por él habría demorado ese matrimonio mil años más.
—En qué piensas que te veo muy callado —le preguntó su amigo.
En su desgraciada esposa, en eso pensaba.
Andrea lo había llamado esa mañana para pedirle que fuera a ver a la «señora» porque cada día estaba más triste y no quería comer.
—Pienso en que tengo que pasar a ver a mi queridísima esposa para recordarle que llorando y haciendo berrinches no conseguirá lo que quiere.
Su amigo lo miró con compasión y le dio una palmada en el hombro.
—¿Tan malo fue el matrimonio? Iba tan cubierta el día de la boda que no nos dejaste ver a tu esposa. ¿Es por eso que la desprecias? ¿Es fea? —Maximiliano suspiró con cansancio.
—No tengo la menor idea, la única vez que me fijé en ella fue cuando tenía quince años y pasaron ya diez años de eso. Solo tenerla cerca me llena de coraje, no la soporto —gruñó y se dedicó a mirar a las bellezas que entraban al local.
—Ella no tiene la culpa de que te dejara Valeria, deberías darle una oportunidad, al final es tu esposa. ¿O te vas a divorciar? —preguntó su amigo.
—Exacto, esperaré un año, después alegaré que tenemos diferencias irreconciliables y nadie podrá culparme por eso. Mi madre lo aceptará y la promesa que hizo mi padre con esa familia quedará cumplida. Diré que no sirve en la cama y que es como un mueble —dijo con burla y se levantó de golpe al sentir que le habían derramado un vaso lleno de bebida.
Una de sus empleadas de limpieza se disculpó con rapidez, sostenía el vaso entre las manos y agachaba la cabeza.
—Lo siento, señor Verona, tropecé. No pretendía… Lo limpiaré ahora mismo. —Le ofreció un paño que estaba demasiado sucio y lo miró asqueado.
—Menudo personal contratas —se quejó con su amigo.
—Soy nueva, lo siento, no me despida —escuchó que decía la mujer, pero él se alejó sin contestarte.
Pensar en su esposa siempre lo ponía de malhumor y que lo interrumpieran de esa forma mucho más.
***
Delilah no aguantaba más aquel encierro y la tristeza.
Dos interminables meses habían pasado desde que se había casado y Maximiliano no daba señales de vida, pero si intentaba salir siempre había un guardia dispuesto a acompañarla.
¿Qué creía que se iba a escapar?
Al parecer le leía el pensamiento porque era en lo que ella pensaba.
Se tumbó boca arriba en la cama y se limpió las lágrimas llena de rabia. Odiaba a ese hombre con todas sus fuerzas.
Tocaron la puerta de su habitación y Andrea entró sin esperar que le diera paso.
—Señora Verona, tiene visita —le dijo con demasiada alegría.
—¿Es mi padre de nuevo? Porque si es así invéntale cualquier cosa, no me apetece verlo y que me repita lo afortunada que soy.
Andrea negó con la cabeza y se sentó a un lado de la cama con confianza.
Pasaban tanto tiempo juntas que casi parecían madre e hija.
Lo único que detestaba era que la siguiera llamando señora Verona y le recordara siempre que estaba casada con ese hombre.
—Es su hermana, ¿no me decía esta mañana que la extrañaba mucho?
Delilah salió de la cama con rapidez y se miró en el espejo para asegurarse de que no se le notaba lo mucho que había llorado.
Sin esperar a Andrea salió corriendo en busca de su hermana.
La encontró ojeando un jarrón, lo sostenía entre las manos y lo miraba con el ceño fruncido.
—¡Aurora! —gritó y el jarrón salió volando de las manos de su hermana.
Delilah lo agarró en el aire y lo sostuvo contra el pecho.
—¡Me has dado un susto de muerte! —masculló su hermana y se apresuró a abrazarla—. Nana, perdóname por no venir antes.
Aurora siempre la llamaba de esa forma y a pesar de que ambas eran muy jóvenes, Delilah para ella era la única madre que había conocido.
—Te perdono si vienes más seguido, o mejor ven a vivir aquí, igual mi esposo nunca está… Porque está muy ocupado con el trabajo —se corrigió con rapidez, no quería que su hermana supiera lo mal que iba a todo.
Por la expresión de Aurora supo que no la había engañado.
—A ese ser rastrero ni me lo nombres, o sí, puedes nombrarlo, pero para insultarlo. De él vine a hablar. No sé cómo me contuve anoche, lo único que quería era decirle sus verdades.
Delilah no comprendía lo que su hermana quería decir.
Iba a preguntar, pero Andrea les ofreció un tentempié y se silenciaron para ir a la sala.
Cuando vio que estaban solas la curiosidad le pudo y preguntó:
—¿A qué te refieres con que lo viste anoche? ¿Estuvo en casa hablando con papá? —Seguro fue a decirle lo desgraciado que era siendo su esposo.
Aurora negó y apretó los labios. Se la veía muy molesta.
—Yo no me mudé con papá a la casota esa que le puso Maximiliano, me quedé en nuestra casa y busqué un trabajo. No pienso aceptar nada de ese hombre y menos después de lo que escuché anoche.
—Pero Aurora, yo me casé para que estuvieran bien y no les faltara nada, ¿cómo me dices eso ahora?
—Dirás que te sacrificaste porque eso es lo que hiciste, un sacrificio que yo no quería y menos después de escucharlo hablar de ti. ¿Sabes que es uno de los dueños de un club donde la gente va…? No importa eso, lo que sí debes saber es que dejará pasar un año y se divorciará de ti alegando que eres un mueble en la cama. —Su hermana mostró los puños con mucha rabia.
Delilah le agarró las manos y la detuvo.
—¿Dónde vistes a mi marido y cómo escuchaste eso?
Aurora comenzó a explicarle, desde la parte en donde había conseguido un trabajo de limpieza en un club poco recomendable, hasta que allí encontró a su esposo y lo escucho hablando sobre ella.
—Me puse tan furiosa que había recogido un vaso lleno de bebida y se lo eché encima. Te dije que no te casaras con él, Nana y no me equivoqué.
—Me estás diciendo que es un club… —Delilah se detuvo porque no era capaz de decirlo en voz alta.
—Sí, justo eso, donde van a tener sexo como locos, como degenerados, llevan máscaras para no ser reconocidos y esa cucaracha que tienes por marido es uno de los dueños. Todas las noches lo encuentras allí mientras va diciendo de ti que eres un mueble que no sirve —siseó Aurora, frenética.
—¡¿Qué se supone que haces tú en un lugar como ese?! —gritó—. No te eduqué para que frecuentaras esos lugares.
—¿Te digo que tu esposo es el dueño y me regañas a mí? Llámalo ahora mismo y dile que quieres el divorcio —le exigió su hermana y cuando estaba por contestar apareció Andrea.
—Disculpen que me meta en vuestra conversación, ¿podría hacer una sugerencia? —dijo la mujer.
—Si es para animar a mi hermana a que le pida el divorcio eres bienvenida en esta charla.
Delilah se sentía humillada, Maximiliano no tenía suficiente con abandonarla en aquella jaula de oro, también se dedicaba a estar con otras mujeres y a burlarse de ella.
Estaba furiosa.
—Puedes hablar, Andrea, solo espero que no salgas en defensa de Maximiliano como siempre lo haces. Es un insecto rastrero. —La empleada se acercó a ella y se sentó a su lado.
—No voy a defenderlo porque no estoy de acuerdo con lo que hace con usted, pero él no es malo, si usted lograra enamorarlo…
—Enamóralo, después le sacas el corazón y lo retuerces entre tus manos —murmuró su hermana.
Delilah miró a Aurora y a Andrea, pensativa.
Enamorarlo y después abandonarlo era lo que más se merecía ese ingrato hombre.
—¿Cómo podría enamorarlo si ni siquiera viene a casa y para colmo me odia? —susurró intentando buscar una solución.
Andrea la miró con picardía y dijo:
—Si él no viene a usted, tendrá usted que ir. Dice que pasa su tiempo en ese club… Yo podría ayudarla a salir de casa sin que el guardia la viera.
—En cuanto Maximiliano me vea aparecer por allí me echaría, ni siquiera me dejaría acercarme —respondió sin dejar de darle vueltas a aquella idea—. Aunque quizá ni me reconoce, las dos veces que nos hemos visto no se ha dignado ni a mirarme.
—¡Exacto! —gritó su hermana y la miró emocionada—. Te harás pasar por una clienta, lo seducirás y patearás su inmundo corazón.
—O lo conquista y son felices, Maximiliano es un buen hombre, hágame caso. Yo la ayudaré —prosiguió Andrea.
Delilah no estaba segura, no tenía la menor idea de cómo seducirlo y menos sentía ganas de hacerlo después de tanto desprecio, pero su hermana agarró su teléfono y le mostró una foto de su marido con una mujer muy atractiva colgada de su brazo.
Apretó los dientes enfurecida y miró a Andrea con decisión.
—Lo haré y ustedes van a ayudarme. Voy a enamorar a mi marido y se arrepentirá de haberme despreciado.
Delilah había salido de la casa con su hermana con la excusa de ir a un spa y de compras.Llevaba todo lo necesario para transformarse en una mujer diferente, aunque no tenía la menor idea de cómo llevarlo a cabo.Nunca había enamorado a nadie y menos cuando en realidad lo detestaba. Aquello iba a ser muy complicado, pero estaba convencida. Aurora y ella se encerraron en su habitación apenas llegaron para prepararse para esa noche.Escondería su cabello pelirrojo con una peluca negra, se pondría lentes de contacto del mismo color, un antifaz y con aquella ropa y el maquillaje, hasta ella dudaba de que la reconociera.—No sé por qué compré eso —dijo señalando a la ropa interior provocativa que su hermana le insistió que se llevara—. No pienso acostarme con él.—Será que vas a ese club a jugar a las casitas, ¿pensé que tenías claro lo que debías hacer? —se quejó Aurora y cuando le iba a responder que no dejaría que ese hombre le pusiera un solo dedo encima, Andrea entró sin llamar y c
La visita de Maximiliano solo consiguió que Delilah se reafirmara en la idea de devolverle el daño que le estaba haciendo.Más convencida que nunca, se preparó para esa noche y con la ayuda de su hermana y de Andrea, se arregló para hacerle una visita a su esposo en el club.—Es increíble, señora Verona, no parece usted —le dijo Andrea cuando la vio con aquel vestido rojo, la peluca negra y las lentes de contacto del mismo color—. Está irreconocible.—¿Crees que logre llamar su atención? —preguntó, insegura.Su plan llegaba hasta ahí, vestirse de esa forma y escapar de la casa con la ayuda de Andrea para que el guardia que la seguía a todas partes no se percatara de su marcha.—No estés nerviosa —le dijo Aurora—. Ese tipo de hombres son capaces de oler tu miedo, debes mostrarte segura de ti misma. Toma —le ofreció una tarjeta—, te conseguí este pase de entrada al club.Delilah lo tomó y la metió en su pequeño bolso.—No estoy nerviosa, lo que estoy es muy enfadada, así que será mejor
Delilah miraba de reojo a su esposo e intentaba controlar las ganas de marcharse de allí. Era difícil mantener la sonrisa y fingir cuando en realidad estaba muy molesta al ver ese comportamiento amable hacia ella. Si supiera que era su esposa la que estaba a su lado seguro comenzaría a dar gritos como el loco que era. Sintió los dedos de Maximiliano recorrer la mano que tenía sujeta de su brazo, fue solo un roce, pero logró ponerla tan nerviosa que en el siguiente paso que dio se torció el tobillo. Como un héroe sin capa la agarró de la cintura y no permitió que se cayera. Unos momentos antes, ella estaba mirando todo a su alrededor sin ver nada en realidad y un segundo después entre sus brazos, con el rostro pegado a su camisa y oliendo su perfume. ¡¿Qué bien olía ese condenado hombre?! —¿Te encuentras bien? —lo escuchó susurrar demasiado cerca de su oído y el cálido aliento le erizó la piel. Se estabilizó enseguida, lo agarró por los bíceps y se intentó separar de su cuerpo,
Delilah regresó a su casa cargada de emociones encontradas, pero la principal era que no deseaba volver a ese lugar.Al principio la idea de su hermana le pareció buena, pero no estaba preparada para lo que ella podría sentir llevándolo a cabo.Era doloroso ver como no la reconocía, como la había mirado tan poco que con unos cuantos arreglos él no se percataba de nada.Por más que intentó suavizar el tono de su voz, ¿acaso era tan diferente de cuando le hablaba fría o enfadada?No dejaba de ser ella y él la miró como si estuviera encantado con lo que veía.Se sintió como un cero a la izquierda y para eso no estaba preparada.Andrea se había quedado despierta para recibirla, la mujer parecía incluso más nerviosa que ella y no podía culparla.Estaba jugándose el trabajo por ayudarla, si Maximiliano la descubría intentaría que toda la culpa recayera sobre ella misma.—¿Cómo fue todo? —se apresuró a preguntar Andrea apenas la vio cruzar por la puerta—. Puedes estar tranquila, le dije al g
Cuando Delilah se quedó a solas con Maximiliano, pero ella decidió que le daría la espalda y se marcharía. No estaba obligada a recibirlo y después de lo de la noche anterior tampoco quería verlo, aunque apenas intentó escapar, él la detuvo. —¿Dónde vas? —preguntó, pero en aquella ocasión no usó ese tono tan déspota con ella. —Donde tú no estés, «esposito» —murmuró con sarcasmo. —Espera, vine a hablar contigo. —Delilah vio su intención de acercarse y lo detuvo. En sus manos llevaba una carpeta. —Lo que sea que quieras decirme que sea rápido, la verdad me duele la cabeza y no me apetece hablar. —¡Dios, eres insoportable! —masculló él—. En esta ocasión no vengo a discutir contigo, solo quería que hiciéramos un trato que nos beneficia a ambos. A Delilah eso le interesó, así fuera por curiosidad, ¿qué sería lo que según él le podría interesar a ella? —Eso sí que es una sorpresa —dijo y se dirigió a la ventana para mirar por ella y continuar dándole la espalda. —Podríamos hablar c
Delilah vio marcharse a Maximiliano exhibiendo esa sonrisa arrebatadora porque sus planes habían salido bien. Le había hecho firmar un acuerdo donde ambos tenían derecho a llevar vidas separadas, pero en público y para la familia eran un matrimonio bien avenido. Tras el fin del tiempo estipulado podrían solicitar el divorcio y ella recibiría una suma de dinero que le permitiría vivir con comodidad y sin preocupaciones. Por supuesto, en ese trato no se hizo hincapié en los posibles hijos que pudieran tener porque entre ellos jamás iba a suceder nada. Delilah lloró frente a ese contrato y no porque estuviera enamorada, pero le dolía que no se dignara a darle ni siquiera una oportunidad y que la desechara de esa forma. —¿No la ha reconocido? —Andrea se acercó a ella apenas vio desaparecer a Maximiliano—. ¿Qué ocurrió? Su esposo le pidió al guardia que se marchara porque ya no se ocuparía de su vigilancia. Delilah miró a Andrea y negó con la cabeza. Al parecer había cumplido con su p
Delilah no quiso demostrar lo mucho que le afectó escuchar a Maximiliano hablándole junto al oído, ni lo desconcertada que le dejaron sus palabras. —¿Por qué tan nerviosa, Zafiro? —le dijo Maximiliano cuando abrió la puerta de una habitación, le cedió el paso y ella dudó—. Querías saber y yo te voy a mostrar, ¿acaso te da miedo quedarte a solas conmigo? Muchísimo, estaba aterrada y la luz de aquel pasillo solitario en el que se habían metido era mucho más tenue que en el anterior. Él se había desviado del camino y allí solo podía pasar personal autorizado. —No es miedo, pero no te conozco, solo soy precavida. ¿Qué hay ahí dentro? —Señaló al interior de la habitación a oscuras y él sin dejar de sonreír encendió la luz. —Es mi oficina, desde aquí puedo controlar lo que ocurre en el club cuando no me interesa que me vean. Y antes de que preguntes —de nuevo susurró muy cerca de su oído—. No, no traigo a otras clientas aquí, es la primera vez. Delilah tragó el nudo que sentía en la ga
A Maximiliano le intrigaba mucho esa mujer.Tenía algo, no sabía qué era, pero le recordaba a alguien y no sabía precisar a quién.—Entonces, ¿comenzamos? —le dijo y ella en lugar de mostrarse coqueta como lo haría cualquier mujer que iba a un club como el suyo en busca de nuevas experiencias, se levantó de un salto y comenzó a tirar de la tela de su vestido.Por más que lo intentaba, aquel pequeño trapito no daba para cubrirla mucho.—¿Comenzar? No entiendo qué habría que comenzar, creo que ya se me hizo un poco tarde —balbuceó nerviosa, pero él no estaba dispuesto a dejarla escapar en esa ocasión.—A descubrir lo que quieres del Carpe diem, cariño —le susurró en cuanto estuvo a su lado y ella volvió a caer en el asiento al intentar dar un paso atrás—. ¿Por qué tan nerviosa?Maximiliano encendió las pantallas y en ellas comenzó a mostrarse las diferentes zonas del club.—No estoy nerviosa —Zafiro intentó disimular su arranque anterior, se acarició el cabello con coquetería e hizo un