Delilah miraba de reojo a su esposo e intentaba controlar las ganas de marcharse de allí. Era difícil mantener la sonrisa y fingir cuando en realidad estaba muy molesta al ver ese comportamiento amable hacia ella. Si supiera que era su esposa la que estaba a su lado seguro comenzaría a dar gritos como el loco que era. Sintió los dedos de Maximiliano recorrer la mano que tenía sujeta de su brazo, fue solo un roce, pero logró ponerla tan nerviosa que en el siguiente paso que dio se torció el tobillo. Como un héroe sin capa la agarró de la cintura y no permitió que se cayera. Unos momentos antes, ella estaba mirando todo a su alrededor sin ver nada en realidad y un segundo después entre sus brazos, con el rostro pegado a su camisa y oliendo su perfume. ¡¿Qué bien olía ese condenado hombre?! —¿Te encuentras bien? —lo escuchó susurrar demasiado cerca de su oído y el cálido aliento le erizó la piel. Se estabilizó enseguida, lo agarró por los bíceps y se intentó separar de su cuerpo,
Delilah regresó a su casa cargada de emociones encontradas, pero la principal era que no deseaba volver a ese lugar.Al principio la idea de su hermana le pareció buena, pero no estaba preparada para lo que ella podría sentir llevándolo a cabo.Era doloroso ver como no la reconocía, como la había mirado tan poco que con unos cuantos arreglos él no se percataba de nada.Por más que intentó suavizar el tono de su voz, ¿acaso era tan diferente de cuando le hablaba fría o enfadada?No dejaba de ser ella y él la miró como si estuviera encantado con lo que veía.Se sintió como un cero a la izquierda y para eso no estaba preparada.Andrea se había quedado despierta para recibirla, la mujer parecía incluso más nerviosa que ella y no podía culparla.Estaba jugándose el trabajo por ayudarla, si Maximiliano la descubría intentaría que toda la culpa recayera sobre ella misma.—¿Cómo fue todo? —se apresuró a preguntar Andrea apenas la vio cruzar por la puerta—. Puedes estar tranquila, le dije al g
Cuando Delilah se quedó a solas con Maximiliano, pero ella decidió que le daría la espalda y se marcharía. No estaba obligada a recibirlo y después de lo de la noche anterior tampoco quería verlo, aunque apenas intentó escapar, él la detuvo. —¿Dónde vas? —preguntó, pero en aquella ocasión no usó ese tono tan déspota con ella. —Donde tú no estés, «esposito» —murmuró con sarcasmo. —Espera, vine a hablar contigo. —Delilah vio su intención de acercarse y lo detuvo. En sus manos llevaba una carpeta. —Lo que sea que quieras decirme que sea rápido, la verdad me duele la cabeza y no me apetece hablar. —¡Dios, eres insoportable! —masculló él—. En esta ocasión no vengo a discutir contigo, solo quería que hiciéramos un trato que nos beneficia a ambos. A Delilah eso le interesó, así fuera por curiosidad, ¿qué sería lo que según él le podría interesar a ella? —Eso sí que es una sorpresa —dijo y se dirigió a la ventana para mirar por ella y continuar dándole la espalda. —Podríamos hablar c
Delilah vio marcharse a Maximiliano exhibiendo esa sonrisa arrebatadora porque sus planes habían salido bien. Le había hecho firmar un acuerdo donde ambos tenían derecho a llevar vidas separadas, pero en público y para la familia eran un matrimonio bien avenido. Tras el fin del tiempo estipulado podrían solicitar el divorcio y ella recibiría una suma de dinero que le permitiría vivir con comodidad y sin preocupaciones. Por supuesto, en ese trato no se hizo hincapié en los posibles hijos que pudieran tener porque entre ellos jamás iba a suceder nada. Delilah lloró frente a ese contrato y no porque estuviera enamorada, pero le dolía que no se dignara a darle ni siquiera una oportunidad y que la desechara de esa forma. —¿No la ha reconocido? —Andrea se acercó a ella apenas vio desaparecer a Maximiliano—. ¿Qué ocurrió? Su esposo le pidió al guardia que se marchara porque ya no se ocuparía de su vigilancia. Delilah miró a Andrea y negó con la cabeza. Al parecer había cumplido con su p
Delilah no quiso demostrar lo mucho que le afectó escuchar a Maximiliano hablándole junto al oído, ni lo desconcertada que le dejaron sus palabras. —¿Por qué tan nerviosa, Zafiro? —le dijo Maximiliano cuando abrió la puerta de una habitación, le cedió el paso y ella dudó—. Querías saber y yo te voy a mostrar, ¿acaso te da miedo quedarte a solas conmigo? Muchísimo, estaba aterrada y la luz de aquel pasillo solitario en el que se habían metido era mucho más tenue que en el anterior. Él se había desviado del camino y allí solo podía pasar personal autorizado. —No es miedo, pero no te conozco, solo soy precavida. ¿Qué hay ahí dentro? —Señaló al interior de la habitación a oscuras y él sin dejar de sonreír encendió la luz. —Es mi oficina, desde aquí puedo controlar lo que ocurre en el club cuando no me interesa que me vean. Y antes de que preguntes —de nuevo susurró muy cerca de su oído—. No, no traigo a otras clientas aquí, es la primera vez. Delilah tragó el nudo que sentía en la ga
A Maximiliano le intrigaba mucho esa mujer.Tenía algo, no sabía qué era, pero le recordaba a alguien y no sabía precisar a quién.—Entonces, ¿comenzamos? —le dijo y ella en lugar de mostrarse coqueta como lo haría cualquier mujer que iba a un club como el suyo en busca de nuevas experiencias, se levantó de un salto y comenzó a tirar de la tela de su vestido.Por más que lo intentaba, aquel pequeño trapito no daba para cubrirla mucho.—¿Comenzar? No entiendo qué habría que comenzar, creo que ya se me hizo un poco tarde —balbuceó nerviosa, pero él no estaba dispuesto a dejarla escapar en esa ocasión.—A descubrir lo que quieres del Carpe diem, cariño —le susurró en cuanto estuvo a su lado y ella volvió a caer en el asiento al intentar dar un paso atrás—. ¿Por qué tan nerviosa?Maximiliano encendió las pantallas y en ellas comenzó a mostrarse las diferentes zonas del club.—No estoy nerviosa —Zafiro intentó disimular su arranque anterior, se acarició el cabello con coquetería e hizo un
Delilah obedeció, lo hizo por las reacciones de su cuerpo, porque su mente le decía que huyera, pero los sonidos que salían de aquellos altavoces, su esposo mirándola de aquella forma y su voz cargada de deseo la tenía a un paso de entregarle todo. Sentía la humedad centrándose en un punto exacto de su cuerpo pidiéndole atención y su corazón acelerado por el nerviosismo y la expectación. Esa noche era Zafiro y no Delilah, se dejaría llevar sin remedio porque ya no creía poder hacer otra cosa. Sus piernas abiertas frente a Maximiliano no la hizo sentir expuesta como imaginó. Él la miraba de una forma que no sabía cómo catalogar, pero que la hacía sentir un cosquilleo en el vientre que iba creciendo por momentos. Toda esa exhibición iba destinada a su esposo y la forma en que él tragaba de modo enérgico la saliva y provocaba que su nuez de Adán se moviera en su cuello la hizo sentir poderosa. Maximiliano se sentó frente a ella, pero alejado para tener una visión completa de su cuer
—Ey, Max, ¿dónde vas? —Su amigo lo interceptó cuando salió detrás de Zafiro y el encontronazo evitó que pudiera dar con ella antes de que se escapara del club.—Ahora no, Marco, tengo que encontrarla. ¿Viste por dónde se fue? —preguntó, nervioso y muy frustrado porque no recordaba la última vez que había deseado tanto a una mujer y se le escapaba de esa forma.Su amigo le dirigió una mirada a su atuendo y comenzó a comprender lo ocurrido.—¿El gato intentando cazar a la ratoncita? No me digas, por las pintas que traes debes tener las bolas azules. —Maximiliano bufó e intentó esquivarlo, pero su amigo se puso de nuevo frente a él—. La gente te está mirando, no puedes salir corriendo de esa forma detrás de una cliente.—No habría necesitado correr si no te hubieras puesto en mi camino —se quejó y quiso regresar a su oficina para no escucharlo, pero tras lo ocurrido allí lo que necesitaba era aire fresco.—Me puse en tu camino porque estabas dando un espectáculo. ¿Qué te está pasando? ¿C