Los empleados de la librería iban y venían, ajustando cada detalle para la presentación del libro. Los carteles con el nombre de Sophia destacaban en cada rincón, mientras las gigantografías de la portada captaban la atención de quienes pasaban por allí. En el centro, la ilustración mostraba a un rugbier con uniforme ajustado, cargando en su hombro a un niño de seis años. Un poco más atrás, en una pose ceñuda y con los brazos cruzados, una mujer los observaba. El título se lucía sobre sus cabezas junto con el nombre completo de Sophia: Milagro en la yarda 22.Sophia recorrió el lugar con la mirada. Nunca se había acostumbrado del todo a la idea de ver su nombre en grandes letras, y menos aún a la emoción nerviosa que le revolvía el estómago cada vez que tenía que hablar en público. Pero esta vez, el nerviosismo tenía otra causa.Thomas no sabía nada sobre su nueva novela.Había intentado decírselo muchas veces, pero siempre terminaba frenándose. Thomas era reservado con su vida privad
El murmullo de la multitud parecía apagarse a medida que Thomas avanzaba entre la gente. Sophia lo vio acercarse con pasos firmes, las manos crispadas a los costados y la mandíbula apretada. Su ceño fruncido y el enrojecimiento de su rostro eran una señal clara de que ya lo sabía.Su peor temor se estaba haciendo realidad.Apenas unos segundos antes, su mente buscaba excusas, formas de suavizar el golpe, pero ahora que Thomas estaba frente a ella, todo se borró.—Dime que es una broma —fue lo primero que dijo él, con voz contenida pero llena de furia—. Dime que es una broma, porque si no lo es, Sophia… Si no llega a ser una broma de muy mal gusto voy a…Sophia tragó saliva.—Thomas, yo…Él alzó un ejemplar de Milagro en la yarda 22, sosteniéndolo como si quemara. Sus dedos apretaban las solapas con tal fuerza que parecía que iba a romperlas. Y la mirada que se reflejaba en los ojos de Thomas prometían desatar un infierno si no se les daba respuestas satisfactorias.—¿Cuándo planeabas
El murmullo de la multitud regresó poco a poco, como un zumbido lejano. Algunos aún miraban en dirección a la puerta por donde Thomas se había ido; otros intentaban fingir que nada había pasado. Pero Sophia sentía la tensión en el aire, la incomodidad en cada par de ojos que se desviaban de ella cuando intentaba levantar la cabeza.Su corazón latía con fuerza desbocada. Sabía que este momento llegaría, pero nunca imaginó que sería así. No con Thomas gritándole en público. No con ese brillo de traición en su mirada. No con ese vacío que ahora la devoraba por dentro.—Sophia. —la voz de Roger la sacó de su trance. El editor había aparecido junto a ella, con la expresión endurecida—. Hay una fila de personas esperando.El recordatorio la golpeó como un balde de agua fría. Estaban en plena presentación de su libro. A pesar de lo que acababa de pasar, aún había lectores con ejemplares en mano, esperando su firma.Con el estómago revuelto, Sophia obligó a sus labios a formar una sonrisa vac
El sonido de la puerta cerrándose todavía resonaba en su cabeza cuando Sophia llegó al auto. Su cuerpo se movió por inercia: abrió la puerta, se sentó al volante, encendió el motor. Pero no arrancó.Se quedó allí, con los dedos crispados sobre el volante, la mirada fija en el camino frente a ella sin realmente verlo. La respiración le temblaba, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que no tenía control sobre nada.La conversación con Thomas había sido un desastre. Peor de lo que imaginó. No había logrado explicarse, ni hacerlo entender. Él no la había escuchado. O peor, lo había hecho, pero no le había creído.Un nudo se formó en su garganta, y de repente, el peso de todo cayó sobre ella de golpe. La traición. Esa palabra la perseguía como una maldición."¿Y por eso decidiste traicionarme?"Su propia voz retumbó en su cabeza. No… No fue una traición, quiso decir. No así. Pero ¿qué importaba lo que ella pensara si Thomas ya la había condenado?Tomó aire con fuerza y golpeó el volan
Sophia lo miró en silencio, analizando sus palabras. No sabía si creerle o si simplemente Gabriel era un experto en decir lo que las personas querían escuchar.—¿"Nuestro primer beso"? —repitió ella con una ceja arqueada—. ¿Te estás escuchando?Gabriel sonrió con esa arrogancia tan suya.—No estaría tan seguro si no notara cómo me miras cuando crees que no me doy cuenta.Sophia bufó y negó con la cabeza.—Por favor, Gabriel. Venías muy bien luego de haberme defendido de Thomas en la presentación de mi libro. No lo arruines ahora, ¿quieres? —murmuró, llevándose la botella de agua a los labios.Gabriel soltó una leve risa.—Puedo hacerlo mejor, y lo sabes.Sophia lo observó por un momento más, como si intentara descifrarlo, pero estaba demasiado agotada para seguir con aquella conversación.—Deberías irte —dijo al final, girándose hacia la cocina—. No tengo energía para seguir discutiendo contigo.Gabriel no discutió. Solo asintió levemente y se encaminó hacia la puerta.—Descansa, bruj
Con varias tazas de café fuerte en su torrente sanguíneo, Sophia se había pasado la noche en vela, releyendo los pasajes clave; aquellos que podrían relacionar con la historia de Thomas. Cada línea, cada palabra, cada detalle. Sabía que no había escrito su novela con segundas intenciones, pero también sabía que a la gente le encantaba encontrar conexiones donde no las había.Si iban a atacarla, si iban a cuestionarla, al menos se aseguraría de estar preparada.Anotó mentalmente los puntos que debía aclarar en la conferencia. No pediría disculpas por algo que no había hecho, pero sí dejaría claro que su libro era una obra de ficción, sin importar las coincidencias.Horas después, Sophia hacía su ingreso a la sala de conferencias de la editorial que había publicado su libro. Normalmente no usaba maquillaje, apenas un poco de base y máscara de pestañas. Pero en esa ocasión en particular, decidió planificar su atuendo con mucho cuidado y hacer uso de sus conocimientos en maquillaje para o
El imponente rugbier la miraba sin dejar de caminar. Era como enfrentar a un rinoceronte enfurecido. Sus ojos no demostraban piedad ni compasión, y sólo Thomas sabía lo que estaba a punto de suceder a continuación. Sophia sólo podía especular mentalmente.El sonido de los pasos de Thomas era lo único que rompía el silencio expectante de la sala.Sophia sintió cómo la tensión se condensaba en el aire mientras Thomas avanzaba con esa expresión indescifrable, con los ojos fijos en ella y en nadie más. Ahora entendía lo que debían sentir los rivales y adversarios de Thomas en el campo de juego al verlo llegar corriendo y listo para voltearlos con un tackle.Apenas fue consciente de cómo las cámaras giraban en su dirección, del murmullo contenido de los periodistas que parecían preguntarse lo mismo: ¿qué iba a hacer él?Thomas llegó hasta la mesa. Se paró justo a su lado. No se apresuró a hablar ni miró a la prensa. Solo la observó. Y mientras tanto, los flashes no paraban de enceguecerlos
Gabriel se inclinó sobre el escritorio, con la mandíbula apretada y los ojos fijos en la pantalla. Sus dedos tamborileaban impacientes sobre la mesa mientras el cursor parpadeaba sobre el campo de búsqueda.Verónica Bellido.El nombre no era desconocido. Verónica había sido más que una simple ex de Thomas; había sido la novia que la prensa adoraba, la imagen perfecta para los auspiciadores. Durante años, había sido el rostro publicitario de Thomas tanto en su carrera deportiva como en la vida privada ya que a Thomas la prensa lo despreciaba.Mientras estuvieron juntos, las oportunidades laborales le llovieron. Empresas de construcción, desarrolladores inmobiliarios y estudios de arquitectura querían trabajar con ella, más porque su nombre estaba ligado al de Thomas que por su talento en la arquitectura. Había diseñado los planos de la casa donde él vivía ahora y supervisado personalmente la construcción. Sabía cada detalle, cada rincón, cada decisión que él había tomado para convertir