—Pero son solo unos bebés —dijo, su voz apenas un susurro—. No tienen culpa de nada.Abigail rugió, su tono volviéndose amenazador.—¿Y quién es la culpable, Aria? Tú. Eres tú la que lo ha llevado a esta situación. Si Maxwell renuncia, su fracaso será tu carga. ¿Estás dispuesta a vivir con eso? ¿A ser recordada como la mujer que le robó la oportunidad de seguir en la presidencia?Sintió que una sensación terrible la desgarraba por dentro. —No puedo hacer lo que me pides, Abigail. No puedo. No soy una villana en esta historia.Abigail se rió con desdén, su risa helada.—La vida no es un cuento de hadas, Aria. A veces, hay que tomar decisiones difíciles. Y esta es una de esas veces. Si realmente te interesa Maxwell, haz lo que te pido.Con esas palabras, Abigail se marchó, dejando a Aria sola con sus pensamientos, temblando y sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Aria no podía dejar de llorar después de la visita de Abigail. Las palabras crueles de la madre de Maxwell
La tensión entre Maxwell y su padre, Máximo, había alcanzado un punto crítico. Las discusiones se habían vuelto más frecuentes y acaloradas, cada una más intensa que la anterior. Aquella tarde, en la oficina, la última conversación se tornó en una explosión de palabras hirientes.—¡No puedo creer que estés dispuesto a tirar tu vida por la borda por esa mujer! —gritó Máximo, su rostro enrojecido por la ira.Maxwell, con el corazón latiendo con fuerza, replicó:—¡Ella es importante para mí, padre! No voy a renunciar a Aria ni a nuestros hijos por cumplir con tus expectativas.La tensión creció, y en un instante de desesperación, Máximo se llevó la mano al pecho, su rostro contorsionado por el dolor. Antes de que Maxwell pudiera reaccionar, su padre cayó al suelo, y el caos se desató.La ambulancia llegó rápidamente, llevando a Máximo a la clínica mientras la preocupación invadía el ambiente. Abigail, al enterarse de lo sucedido, se encontró atrapada en la preocupación. La angustia de ve
Era una tarde tranquila cuando el sonido del teléfono rompió el silencio en la casa de Abigail y Máximo. El teléfono sonó insistentemente, y Abigail sintió una punzada de inquietud en su estómago mientras se acercaba al aparato. No esperaba una llamada en ese momento, y el tono grave de la voz al otro lado de la línea la hizo temblar.—¿Abigail? —dijo el médico, su tono grave y directo—. Lamento informarte que tu hijo, Maxwell, ha estado involucrado en un accidente automovilístico grave.Las palabras resonaron en su mente como un eco ensordecedor. Su corazón se detuvo, y la angustia la envolvió. Abigail sintió que el aire se le escapaba de los pulmones mientras trataba de procesar la noticia.—¿Está… está bien? —logró preguntar, su voz apenas un susurro.—Maxwell está en estado crítico. Necesitamos que vengas al hospital lo antes posible. Requerimos tu autorización para llevar a cabo una cirugía urgente en su columna vertebral. Ha sufrido una lesión que podría comprometer su futuro y
Cuando finalmente se les permitió ver a Maxwell, entraron a la habitación con el corazón apesadumbrado. Él yacía en la cama, conectado a múltiples monitores que registraban su estado. La máquina pitaba rítmicamente, y cada pitido era un recordatorio de que estaba vivo, aunque sumido en un sueño profundo.Abigail se acercó a su hijo, sintiendo la fragilidad de su situación. Tomó su mano, que estaba fría, y la acarició suavemente.—Estamos aquí contigo, Maxwell —susurró, aturdida con la situación—. Por favor, vuelve con nosotros. Máximo se unió a ella, y juntos se quedaron junto a la cama. Aunque Maxwell estaba en un coma inducido, sabían que llegaría el momento de que él despertaría. ***Noah al saber todo en la mañana no dudó en ir a la clínica. Allí se encontró con los padres de Maxwell, quienes estaban afectados por la situación de Maxwell.—Vine tan pronto me enteré de lo ocurrido, ¿cómo está Maxwell? —quiso saber Los padres de Maxwell miraron al abogado y le explicaron la situa
Aria miraba por la ventana de su nueva casa, sintiéndose pérdida. La mudanza había sido agotadora, y aunque la casa era hermosa, había un vacío en su corazón que no podía ignorar. La ausencia de Maxwell la aturdía, y a pesar de sus esfuerzos por mantenerse positiva, la tristeza siempre parecía encontrar la manera de llegar a ella.La casa tenía un jardín pequeño, lleno de flores que su madre, Jasmine, había elegido con esmero. Las paredes estaban pintadas de un cálido color melocotón, y en el interior había una luz acogedora que invitaba a la calidez familiar. Pero Aria se sentía atrapada entre en aquel lugar pacifico, lejos de todo mal. Jasmine, al notar la melancolía de su hija, decidió actuar. Sabía que Aria necesitaba distracción, y se acercó con una sonrisa que intentaba ser contagiosa.—Aria, ¿qué te parece si vas al mercado y compras algo delicioso para la cena? —sugirió con entusiasmo—. Podríamos preparar algo delicioso esta noche.Aria dudó por un momento. La idea de salir s
El sonido heló la sangre de ambos, que corrieron inmediatamente hacia la habitación de su hija.—¡Mamá! —gritó Aria, con lágrimas en los ojos—. ¡Hay sangre!Jasmine, con su experiencia como enfermera, evaluó rápidamente la situación. Su rostro se tornó serio al ver la cantidad de sangre entre las piernas de su hija. Sabía que los embarazos múltiples eran de alto riesgo, y cada segundo contaba.—Alessandro, trae el auto, ¡ahora! —ordenó Jasmine mientras ayudaba a Aria a incorporarse—. Tranquila, hija mía, vamos al hospital.El viaje al hospital fue una tortura para Aria, que no dejaba de llorar y acariciar su vientre. Sus padres intentaban mantener la calma, pero el miedo era palpable. En el hospital, el equipo médico actuó con rapidez. Después de una serie de exámenes y ecografías, el doctor finalmente salió a hablar con ellos.—Señora Aria, los bebés están bien —comenzó el doctor, y todos soltaron un suspiro de alivio—. Sin embargo, ha experimentado lo que llamamos una amenaza de ab
La mañana llegó con una suave luz que se filtraba por las cortinas. Aria se despertó sintiéndose enérgica, y después de una agradable ducha, se detuvo frente al espejo de cuerpo completo en su habitación. Sus manos recorrieron suavemente la curva de su abdomen, que cada día se hacía más notoria.Una sonrisa iluminó su rostro mientras contemplaba su reflejo. Era increíble pensar que dentro de ella crecían tres pequeñas vidas, tres corazones que latían al compás del suyo. Sus dedos trazaron círculos sobre su vientre, imaginando cómo serían sus bebés.—¿Se parecerán a ti, Maxwell? —susurró para sí misma—. ¿Tendrán tus ojos? ¿Tu sonrisa?La idea de tener tres bebés la abrumaba y emocionaba a partes iguales. Nunca se había imaginado siendo madre de un bebé, y ahora tendría tres. Era un desafío enorme, pero uno que estaba dispuesta a enfrentar con todo su amor. —Mis pequeños bebés, son un milagro para mí —murmuró, acariciando su vientre—. Les prometo que daré lo mejor de mí. No los dejaré
El día de la cita mensual llegó, y Aria estaba ansiosa porque le dijeran el sexo de los bebés. Su madre la acompañó al consultorio, y mientras esperaban, Aria no podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de descubrir. Cuando finalmente entraron, el médico realizó las ecografías y, tras unos momentos de espera que parecieron eternos, sonrió y les dio la noticia.—¡Felicidades! Tendrás una niña y dos niños.La alegría inundó el corazón de Aria. Una sonrisa radiante se dibujó en su rostro mientras miraba a su madre, que también estaba emocionada. La idea de tener una niña y dos niños era tan inesperado y bonito, y Aria ya comenzaba a imaginar cómo serían sus pequeños.—¿Qué nombres les pondremos? —inquirió a Jasmine. —Lo pensaremos muy bien, hija mía. Después de la cita, madre e hija regresaron a casa, donde decidieron preparar una deliciosa cena para celebrar la buena noticia. Aria se movía por la cocina más energías mientras su madre la miraba. Cuando Alessandro llegó a casa, d