—¿Te encuentras bien, Emma? —Si— mentí. —No lo pareces, estás pálida. —Solo estoy un poco cansada, eso es todo. —Entonces vayamos a descansar— sugirió, ella también debía estar cansada, sobre todo con el clima, que, aunque no estaba tan frío, para ella debía ser agobiante. Los últimos meses del año debían ser muy duros para ella. —¿No saludaremos al señor Dashwood? — objeté enseguida recordándole cuál había sido el motivo por el que decidimos volver adentro, según yo, la llegada del dueño de la casa era algo que no se podía ignorar y al ser su invitada desde hace un par de meses debía ser yo la primera en recibirlo, oportunidad que perdí al no saber que llegaría, así que no quería perder un segundo más, necesitaba verlo. —Me temo que eso será imposible por el momento—interrumpió una voz masculina. Era aquel hombre del que mi dama de compañía me había advertido, Lewis Koch, su voz sonó algo rasposa como si estuviera enfermo de la garganta, pero la severidad con la que pronuncio es
—¿Interrumpo algo?—pronuncio Lewis deteniendo su andar, sin embargo, por la expresión de su rostro, deduje que aquella interrupción no era mera casualidad. El señor Dashwood volvió a mirarme e inclino la cabeza, quizás apenado para después dirigirme una grácil sonrisa—No, adelante— respondió haciendo un ademan con la mano, permitiendo que aproximara a nosotros. No lo sabía, pero hasta ese momento me di cuenta lo mucho que extrañaba su voz, tan imponente, galante y gentil— ¿Ya conoces a la señorita Emma Baker?—Si, tuve el placer de conocerla hace algunas horas, es un encanto—mintió para poder mofarse de mí, pues me miro de reojo mostrando en su mirada arrogancia, aunque en realidad no habíamos podido cruzar palabra alguna, su descortesía se debía por la discordia que había entre mi dama de compañía y él.—¿Se conocen?—insistió Lewis. Me ruborice al instante y agache levemente la mirada para retirar un mechón de cabello que me impedía ver la reacción del señor Dashwood.—No, en realida
—¿Desea que la acompañe de regreso, señorita? —No, muchas gracias, estaré bien— dije aminorando el paso y fingiendo una sonrisa al verla, para después huir de ahí. Mientras caminaba de regreso reflexioné todo, desde la cena hasta el último segundo en que había estado con él, no quería olvidar nada y ahora que tenía su pañuelo de vuelta me sentí más ligada con él, quizás por esas palabras que me había dicho antes, sobre esa costumbre de su familia. Sin embargo, me percate un segundo después de subir la escalera que el pañuelo había desaparecido de mi mano, estaba tan concentrada en mis pensamientos que irremediablemente lo había dejado olvidado en algún lado durante mi trayecto, no tenía más remedio que regresar y buscarlo. Regrese siguiendo mis pasos y buscando lentamente, pero no vi ni rastro de él, no fue sino al llegar de vuelta a la entrada del hermoso saloncito en donde había estado con Roy que lo vi, extendido sobre el suelo con sus iniciales brillando, me sentí aliviada al to
Disfruté volviendo a releer la historia con la emoción de poder encontrar más mensajes como ese y fue al final de la última página que encontré el nombre del propietario de aquel libro y un mensaje escrito de su puño y letra: La apariencia es la base de una buena mentira y la mentira es el principio de nuestro propio infierno, el diablo es la mentira y yo soy el diablo. Roy F. Dashwood V No podía creer que ese libro era suyo, en realidad todo en esa biblioteca lo era, pero saber que ese libro había estado en sus manos, me alegro, era el primer indicio que tenía de los gustos de Roy. Al principio creí que esas palabras eran su propia interpretación de la lectura, pero conforme lo pensaba, comencé a creer que no era así, algo dentro de mí, me advertía que Roy, además de ser un hombre muy reservado también ocultaba secretos y casualmente me había cruzado con uno de ellos. Creí que tal vez encontraría mensajes así en otros libros, y así que comencé a llevarme más y más, sin embargo, n
—Discúlpeme señor—agacho la mirada—¿Desea que le preparen un baño de agua caliente? —Sí, pero antes que nada por favor avísale a la señora Martha que la señorita Baker necesita lo mismo que yo. —Por supuesto— señora Agatha se fue enseguida y entonces Roy giro en mi dirección. —Emma— me puse tensa al notar que su mirada viajaba de mis pies a mi cabeza—mañana saldré muy temprano y seguramente no podré despedirme... —¿Te vas, tan pronto?—le interrumpí angustiada, sentí que mi corazón se partía en miles de pedazos al escuchar tan terrible noticia. —Sí, pero solo un par de semanas, debo entregar algunos informes pendientes en el cuartel central, aunque no estoy de servicio por mi incapacidad estoy obligado hacerlo. No te preocupes por lo que te prometí, regresaré a tiempo en tu cumpleaños. Sonrió y quisiera o no debía conformarme con saber que regresaría. Contaría los días, las horas y los segundos para volverlo a ver. —De acuerdo, si te vas, entonces que te vaya bien. —Gracias, Emm
Por supuesto aquello era plan con maña, pues la señora Martha nos dejó solos, según para preparar más aperitivos. Hablamos, no de muchas cosas, ya que en realidad no teníamos la confianza suficiente para entablar una conversación más amistosa, pero he de admitir que su compañía si fue agradable. No fue hasta que la señora Martha tuvo que encender velas cuando me di cuenta de lo tarde que era, yo debía regresar a la mansión, pero el irme representaba un riesgo para mi dama de compañía, ir y venir sola a su edad no era bueno para su salud, sobre todo de noche, pero sin previo aviso, la señora Martha sugirió que Chris me acompañara de vuelta a la mansión. —Por supuesto—dijo él llenó de vitalidad y con tal de irme y volver a la seguridad de mi habitación, acepte la propuesta. Caminamos, ya que Chris me mostró un camino más corto, aunque algo peligroso, eso se debía a la inestabilidad del camino, el lago estaba cerca así que no era extraño que la tierra estuviera fangosa. Me tomo de la man
Me levanté alrededor de las cinco de la mañana, no era como deseaba iniciar mi cumpleaños, pero la cama se sentía igual de dura que una piedra, quise pensar que se debía a los pensamientos que rondaban en mi cabeza, a la ausencia de mis padres y a los reclamos de Roy. Tome de mi guardarropa un bonito chal azul que el capitán Collins me había enviado las primeras semanas después de mi llegada, él lo había enviado con una carta mencionando que recordaba que el clima era muy húmedo por esa zona y ocasionalmente había neblina tanto de día como de noche. El capitán Collins no se equivocaba, el frío calaba los huesos y la mansión Dashwood a pesar de ser grande y ostentosa, no lograba conservar el calor en algunas habitaciones. Sabía que a esa hora muchos empleados comenzaban a laboral, como la cocinera que ya debía estar encendiendo los hornos para iniciar, no esperaba que hicieran un gran bufete debido a mi cumpleaños, de hecho, ni siquiera debían saber nada por qué yo jamás lo había menc
Mi andar fue rápido, no quería que nadie me viera vestida de esa forma, en especial Lewis o peor aún Roy. Cuando salí de la casa me sentí aliviada, pero, aun así, camine directo a las caballerizas, Chris esperaba recargado frente a la puerta de las caballerizas, jugaba con una fusta para caballo, pero al verme se reincorporó e inmediatamente acudió a mi encuentro. —Buenos días—sonrió jugueteando con la fusta—Felicidades, disculpa que no pueda obsequiarte nada, espero que el paseo lo recompense. —No importan, salir de la casa hoy es mucho mejor que cualquier regalo—gire rogando a Dios que Lewis o Roy no se asomaran por ninguna ventana en ese momento— ¿A dónde iremos? —Quiero llevarte al pueblo, nunca has ido ¿Verdad? —No —Excelente, me alegra ser yo quien te lo muestre. Repentinamente, me tomo de la mano, gesto que ocasiono que mis mejillas enrojecieran. Me llevo al interior de las caballerizas y ahí esperaban dos caballos, un blanco y un negro. Como era la primera vez que subía