Nicholas se sentó y me tumbé a su lado a ver el noticiero.Daba gracias a Dios de que mi padre se había cambiado el nombre, pero me daba miedo que la policía encajara piezas y me involucraran por haber encontrado a mi madre muerta en la casa. No tenía claro si ellos tenían algún vínculo legal o no.Solo esperaba que al haberse cambiado ambos de nombre, no existieran lazos que los uniera, de esa forma nada podría hacer llegar a la policía a mí. «¿Quién habrá cambiado el cuerpo de lugar?», me pregunté.—Nicholas, creo que fue Ryan. Es el único que conoce la historia —dije, mientras sentía mis piernas temblar. —Dudo que sea tan estúpido, eso lo haría más culpable aún. —Se rascó la barbilla, pensando. —¿En qué piensas? —En que esto aún no termina, hay una persona que quería que lo encontraran, claramente. No sé si nos siguieron o de casualidad encontraron el cuerpo. No sé qué pensar.Estaba tan nerviosa que de pronto tuve que ir al baño a regresar todo lo que había comido. Volví y mi
—Señores, nuevamente el matrimonio McDowell nos sorprende con su presencia. ¿Qué hacen acá? ¿Conocen al muerto? —Se acercó. Era la misma policía que fue a hacerme la entrevista por la muerte de Alexandra.Me quedé callada, no sabía que decir. Cualquier cosa, podría ser usada en mi contra. —Buenas tardes. —Se acercó Nicholas, hablándole a la mujer—. Solo estábamos en una discusión matrimonial. —¿Cerca de un cementerio? Algo extraño, señor McDowell, dado que a quien están enterrando es el mismo hombre al que ustedes fueron a visitar a la cárcel. Coincidencia de que haya sido el ex esposo de la mujer que se encontró muerta en su casa y que, además, ambos muertos coinciden cambiándose el nombre.»A usted, señora McDowell, ¿no le parece extraño que el hombre que murió, antes de cambiarlo, tenía el mismo apellido que usted tuvo de soltera? —Se cruzó de brazos y levantó una ceja, esperando mi respuesta. —Emilia, no respondes nada —ordenó Nicholas. —Muy bien, señor McDowell, el que calla
Llegamos a un lugar que se veía muy exclusivo, llamado: «The moon black». La puerta principal era abierta por un hombre vestido de traje, alto, moreno y tenía en las manos una bandeja de champán. Agradecí tanto el alcohol, ya que estaba muy nerviosa por lo que estaba a punto de hacer. Atraer a una persona enferma en ningún caso era fácil.Tenía una bella lámpara de lágrimas negra, con sofás rojos circulares en el medio. Al rededor de la tienda había miles de colgadores, todo con lencería perfectamente seleccionada por colores, telas y tallas.En el fondo unas enormes vitrinas con juguetes sexuales. Nicholas se notaba divertido viendo mi cara.—¿Existen los consoladores anales? —le pregunté a mi rubio, asustada, imaginando eso dentro de mí.Solo se rio.Una vendedora alta y delgada se nos acercó. Era una mujer de color, realmente hermosa y con un cuerpo que se marcaba perfectamente con su lindo y elegante vestido negro.—¿Les puedo ayudar?—No, muchas gracias —respondió de inmediato Ni
Nuestra casa estaba cambiada completamente. No tenía la más mínima idea de cómo lo habían hecho. Nuestro jacuzzi tenía un cartel de reservado y habían puesto varios más por los jardines de la casa. Los muebles los sacaron y dejaron sofás rojos, camas y columpios.Quería probar los columpios, se veían realmente entretenidos, pero no podía dejar que mi déficit atencional me desviara del plan.Las luces estaban tenues, solo había velas y antorchas. Estaba completamente ambientada en la época de los romanos. Me acerqué al bar, el cual estaba ya montado y me serví una copa de bourbon. Me la tomé al seco y estaba por servirme la segunda cuando Nicholas me tomó por la cintura.—Em, no es el momento de relajarte bebiendo, tus sentidos tienen que estar en un cien por ciento —susurró en mi oído.Tenía razón y menos mal que me sacó de ahí, porque con lo nerviosa que estaba me habría tomado, por lo menos, la mitad de esa botella.Los invitados ya estaban haciendo de las suyas y nosotros teníamos
La misma mujer pesadilla estaba parada en frente de nosotros junto a su compañero de trabajo. Nos entregó un papel y sin preámbulos nos dijo:—Tengo la orden, ¿llama usted a su abogado o lo hago yo?—No es necesario, pasen —dijo, Nicholas, mientras se acomodaba la bata.La policía entró junto a su acompañante y quedó paralizada con lo que estaba viendo. No podía creer que estaba metida en medio de una fiesta sexual. Su cara era un chiste. De inmediato Nicholas aprovechó de decirle en tono de broma:—¿Quiere unirse a nuestros invitados? —Levantó la ceja y sonrió.—Sr. McDowell, quien hace las preguntas aquí soy yo. Supongo que tiene alguna habitación en la que podamos hablar tranquilos y sin tanto sexo.—Iremos a nuestra habitación, lo demás está todo ocupado.Lógicamente no podíamos llevarla a la oficina, ya que estaba todo lleno de vidrios baleados y eso abriría aún más las sospechas de que algo extraño ocurría.Nos sentamos en el sofá de nuestro dormitorio y los invitamos a acomodar
Llegamos a Chile, fue un viaje en donde no paramos de sacarnos fotografías con la gente del avión.No pegué una pestaña pensando en que en ese país también había dejado huellas haciendo cosas ilegales, y cruzaba los dedos para que no me detuvieran en la entrada.Entregué mis papeles muy nerviosa y gracias a Dios no tuve ningún problema.Nos fuimos al hotel, hicimos nuestro check in y sin saber que nos depararía el futuro llegamos a descansar.Me desperté acalorada con Nicholas, prácticamente aplastándome, y mi ansiedad nuevamente se apoderó de mi por completo. —Cariño, despierta por favor. —Sacudí a mi amor para que se levantara. —Em, durmamos, tenemos toda la tarde. —Se quedó enredado en las sábanas. —Ya hemos dormido más de cinco horas, creo que tienes que llamar a tu investigador para que nos juntemos. —Lo besé.Con cara de te voy a matar por despertarme recogió su celular de la mesita que estaba en frente de la cama y marcó. —Okey, te aviso cuando lleguemos —dijo mi esposo a l
Esa noche no pude pegar una pestaña nuevamente. Vi a Nicholas, durmiendo plácidamente y decidí dejarlo seguir en sus sueños e ir a la dirección que me había entregado Erick.Solo necesitaba ver a la mujer, sin duda alguna el parecido entre nosotras era tremendo, pero no haría nada hasta estar segura.Tomé el auto y manejé hasta llegar al lugar. La casa era humilde, vieja y con una ventana de nylon. Me dio pena pensar en las necesidades que podría tener la mujer para trabajar de prostituta.Me estacioné justo afuera y me quedé observando si había algún movimiento. Estaba pensando en que habría sido de mí si ella me hubiese criado cuando sentí que me golpearon la ventana. Me puse pálida al ver a una mujer de unos cincuenta años, vestida con una blusa muy escotada, una falda corta y tacones. La miré a la cara, bajé el vidrio y escuché lo que me quería decir: —Niña, ¿se te perdió algo? —preguntó con la voz enredada. Al parecer estaba borracha. —Hola, no..., yo solo... —Estos lugares no
A la semana siguiente decidimos ir al funeral de mi madre biológica, no estaba asistiendo a ese lugar precisamente por cariño, sino porque quería ver quienes irían a despedirse, y probablemente mi hermano podría aparecer en el lugar.Nos hicimos cargo de todo, incluso de darle una sepultura digna. Después de todo, me gustara o no, ella era una parte de mi vida de la que no podría arrancar.Solo estábamos Nicholas y yo, claramente era una mujer bien solitaria.Una vez enterrada, mi esposo me dejó a solas para poder despedirme. Me agaché para dejarle un bello ramo de rosas y cuando me levanté, me encontré frente a frente con mi versión masculina.Era alto, delgado, estaba muy bien vestido y evidentemente muy sorprendido de verme.Le estiré la mano para saludar y me presenté.—Emilia McDowell.—Tomas Rodríguez, sé quién eres, te he visto en revistas. ¿Me puedes decir qué haces tú en el entierro de mi madre? —Levantó una ceja.—Despidiéndola, al igual que tú.—Lo siento, Emilia, estoy con