Eran fotografías donde mi padre aparecía apuntándonos en el estacionamiento. La verdad es que no estaban nítidas, se notaba que las había sacado de una grabación. —¿De dónde sacaste esto? —preguntó Nicholas. —No pongan esa cara, tengo el video del estacionamiento. ¿O qué creían? ¿Qué no buscaría si Em se había ido sola? —Ryan, no tienes idea en qué te estas metiendo —contesté. —Si lo sé, Em, y también sé que a ese hombre lo busca la policía. Era tu padre, ¿verdad? —¿Cómo sabes tanto? —preguntó Nicholas, enojado. —Lo importante no es cómo lo sé, sino lo que sé. Tienes cuarenta y ocho horas, vendré por ti. Aprovecha de despedirte de este idiota. —Ryan, supongo que nosotros conversaremos antes de que Emilia regrese a tu casa. Te espero mañana, quiero que aclaremos algunos asuntos.No podía creer lo que escuchaba, Nicholas me dejaría ir con él. ¿Qué más podía hacer? Nos tenía en sus manos. —Muy bien, mañana vendré. Sin trampas, Nicholas, uno de tus engaños y no la cuentas —advirti
Recorrimos el lugar y encontramos un jacuzzi desocupado. Había varios en un jardín enorme, todo muy bonito. Solo se escuchaban gemidos y algo de música.—Haremos una cosa: entraremos al agua y empezaremos nuestra acción. El tercero vendrá a nosotros —explicó mi rubio.—Me parece justo.Nos besamos, me tomó de la cintura para apretarme contra su erección.Se acercó a mi cuello y poco a poco empezó a bajar, dándome pequeños mordiscos. Bajó las tiras del corsé y dejó salir ambos pechos, cuyos pezones estaban completamente a la orden de Nicholas.Estiraba, soltaba y besaba.—¡Ah...! —solté un gemido.Poco a poco mientras bajaba me iba desabrochando el corsé, hasta que logró soltarlo por completo. Me besó el ombligo y llego hasta mi pelvis. Con un movimiento profesional soltó las ligas. Bajó mis bragas y pude sentir su respiración y su lengua en el monte de mi sexo. Se levantó y volvió a mi boca.—Nicholas, podría llegar al orgasmo perfectamente sin necesidad de que me penetres. —Lo miré a
Mi ansiedad me estaba jugando una pésima pasada. Me senté en el hall de entrada a esperar que salieran, pero el tiempo pasaba y nada ocurría.Intenté leer una revista, tomé mi guitarra y empecé a tocarla. Hice todo lo que se me ocurría en el momento para que el tiempo se me pasara lo más rápido posible.Me levanté, fui por mi celular al dormitorio y cuando regresé pude escuchar una pelea. Cosas se rompían, cosas caían.Sabía que Nicholas me había dicho que no me metiera y que lo dejara, pero, ¿y si Nicholas era el que estaba siendo perjudicado? Corrí a la puerta, la cual abrí de forma inmediata.Ahí estaba Ryan con la cara destrozada y un arma en las manos. Apuntando a Nicholas.—Ryan, ¡no, por favor, me iré contigo, pero no dispares! —exclamé, temblando por el miedo de que algo le ocurriera a quien amaba.—Emilia, te dije que no te metieras —dijo Nicholas, poniendo los ojos en blanco. Levanté mis brazos y me acerqué a mi esposo, quien habló—: Baja las manos, Em, esa arma está descarg
No pegué una pestaña en toda la noche. Me dediqué a ver a mi rubio dormir y a vigilar nuestro alrededor, pensando que estaríamos siendo observados.Nicholas seguía guardando reposo y los medicamentos lo hacían dormir más de lo normal. Me levanté temprano y fui en busca de un lindo traje de enfermera. Nunca había usado algo así, no sabía que saldría de eso, pero se merecía lo que quería.Llamé a Renato, quien de inmediato me ofreció ayuda. No quería parecer cualquier cosa y mi conocimiento de moda y lencería era menos que mi conocimiento sobre agricultura.Fuimos a una tienda de artículos de sexo y compramos un corsé de encaje blanco, una bonita falda a tono con una línea roja, y la toga que se pone en el cabello. Además de las porta ligas y tacones rojos.Me miré en el espejo y lo que veía era sexi. Renato me vio desvestirme y abriendo los ojos exageradamente grandes me dijo: —Em, te están saliendo bellos en tu chica, no puedes llegar así. —Puso cara de espanto. —¿Y qué sugieres? —r
Nicholas se sentó y me tumbé a su lado a ver el noticiero.Daba gracias a Dios de que mi padre se había cambiado el nombre, pero me daba miedo que la policía encajara piezas y me involucraran por haber encontrado a mi madre muerta en la casa. No tenía claro si ellos tenían algún vínculo legal o no.Solo esperaba que al haberse cambiado ambos de nombre, no existieran lazos que los uniera, de esa forma nada podría hacer llegar a la policía a mí. «¿Quién habrá cambiado el cuerpo de lugar?», me pregunté.—Nicholas, creo que fue Ryan. Es el único que conoce la historia —dije, mientras sentía mis piernas temblar. —Dudo que sea tan estúpido, eso lo haría más culpable aún. —Se rascó la barbilla, pensando. —¿En qué piensas? —En que esto aún no termina, hay una persona que quería que lo encontraran, claramente. No sé si nos siguieron o de casualidad encontraron el cuerpo. No sé qué pensar.Estaba tan nerviosa que de pronto tuve que ir al baño a regresar todo lo que había comido. Volví y mi
—Señores, nuevamente el matrimonio McDowell nos sorprende con su presencia. ¿Qué hacen acá? ¿Conocen al muerto? —Se acercó. Era la misma policía que fue a hacerme la entrevista por la muerte de Alexandra.Me quedé callada, no sabía que decir. Cualquier cosa, podría ser usada en mi contra. —Buenas tardes. —Se acercó Nicholas, hablándole a la mujer—. Solo estábamos en una discusión matrimonial. —¿Cerca de un cementerio? Algo extraño, señor McDowell, dado que a quien están enterrando es el mismo hombre al que ustedes fueron a visitar a la cárcel. Coincidencia de que haya sido el ex esposo de la mujer que se encontró muerta en su casa y que, además, ambos muertos coinciden cambiándose el nombre.»A usted, señora McDowell, ¿no le parece extraño que el hombre que murió, antes de cambiarlo, tenía el mismo apellido que usted tuvo de soltera? —Se cruzó de brazos y levantó una ceja, esperando mi respuesta. —Emilia, no respondes nada —ordenó Nicholas. —Muy bien, señor McDowell, el que calla
Llegamos a un lugar que se veía muy exclusivo, llamado: «The moon black». La puerta principal era abierta por un hombre vestido de traje, alto, moreno y tenía en las manos una bandeja de champán. Agradecí tanto el alcohol, ya que estaba muy nerviosa por lo que estaba a punto de hacer. Atraer a una persona enferma en ningún caso era fácil.Tenía una bella lámpara de lágrimas negra, con sofás rojos circulares en el medio. Al rededor de la tienda había miles de colgadores, todo con lencería perfectamente seleccionada por colores, telas y tallas.En el fondo unas enormes vitrinas con juguetes sexuales. Nicholas se notaba divertido viendo mi cara.—¿Existen los consoladores anales? —le pregunté a mi rubio, asustada, imaginando eso dentro de mí.Solo se rio.Una vendedora alta y delgada se nos acercó. Era una mujer de color, realmente hermosa y con un cuerpo que se marcaba perfectamente con su lindo y elegante vestido negro.—¿Les puedo ayudar?—No, muchas gracias —respondió de inmediato Ni
Nuestra casa estaba cambiada completamente. No tenía la más mínima idea de cómo lo habían hecho. Nuestro jacuzzi tenía un cartel de reservado y habían puesto varios más por los jardines de la casa. Los muebles los sacaron y dejaron sofás rojos, camas y columpios.Quería probar los columpios, se veían realmente entretenidos, pero no podía dejar que mi déficit atencional me desviara del plan.Las luces estaban tenues, solo había velas y antorchas. Estaba completamente ambientada en la época de los romanos. Me acerqué al bar, el cual estaba ya montado y me serví una copa de bourbon. Me la tomé al seco y estaba por servirme la segunda cuando Nicholas me tomó por la cintura.—Em, no es el momento de relajarte bebiendo, tus sentidos tienen que estar en un cien por ciento —susurró en mi oído.Tenía razón y menos mal que me sacó de ahí, porque con lo nerviosa que estaba me habría tomado, por lo menos, la mitad de esa botella.Los invitados ya estaban haciendo de las suyas y nosotros teníamos