Eun-ji.- “¿Dime como conseguiste eso?”- le pregunté a mi marido emocionada mientras regresábamos a la mansión.- “No lo conseguí yo, el idiota de Adam Lewis se metió el solito como un estúpido ratón en la trampa.”- me dijo abrazándome en el coche mientras íbamos sentados detrás.El coche de mi marido es especial, incluye una rampa para que pueda subirse con la silla, amplio y muy lujoso, es una mezcla entre limusina y Hummer, incluido su chofer y su asistente que iba de copiloto tras una mampara que se encontraba cerrada en este momento, no había nadie más en el coche.-“Genial si es tan estúpido para dejar que la serpiente entre en la madriguera del ratón, eso hay que aprovecharlo.”- le dije, pero él me miró serio.- “El problema, mi querida esposa, es que terminemos siendo nosotros los ratones, entrando en la guarida de un león, no puedes ser tan confiada, el asesino de nuestros padres cometió cuatro asesinatos directos, y la muerte de tu madre que fue de forma indirecta. Y en ningú
Martin.Cuando llegamos al edificio, donde se encontraba el ático de Adam Lewis, Eun-hi estaba emocionada, no paraba de sonreír, y se mostraba intranquila, en el trayecto que hicimos desde casa al edificio, como si la impaciencia para llegar apenas la mantuviera sentada en el asiento, agradecí que estuviera bien sujeta con el cinturón, porque si no en más de una ocasión, ante cualquier frenazo ligero, hubiera salido despedida del asiento. Mientras subíamos al ascensor y le recordé, que se comportara como Eun-ji Black, y que por ningún motivo debía hablar ni de Euhin, ni de que esperábamos un hijo. No sabíamos si Adam era o no el asesino, pero en todo caso no había que darle más información de la debida, y desde luego, no podíamos permitirnos poner a nuestros hijos en peligro.Ella lo entendió, y se mostró más tranquila, o al menos lo intentó. Yo que la conocía veía en sus ojos la emoción contenida, le di la mano cuando se abrieron la puertas, Brandon y nuestro piloto que iba de escolt
Eun-ji. La verdad, por lo que estaba emocionada ante la cena con la familia de tío de Martin, Adam Lewis, era para ver si reaccionaba de alguna manera conmigo, debido al interés que prestó el asesino, durante el apagón en la cena de la mansión Lewis, pero la verdad no vi ninguna, en realidad su atención se centraba más en llevarse bien con mi marido. En esa noche ninguna de sus miradas fue dirigida hacia mí, ni a ninguna de las mujeres que estábamos en la mesa, incluida su esposa, más de los normal. Eso sí, más bien percibí las miradas que Adam Lewis, dedicaba a una de las criadas que nos servía, la observé porque cada vez que se acercaba a servir a señor Lewis, se mostraba nerviosa y asustada, me di cuenta de que era joven, muy joven, con aspecto de niña, de no más de catorce años, era la misma sensación que percibí en la casa del abuelo de Martin. - “¿Qué es lo que verdaderamente estaba pasando?, y ¿Por qué la doncella miraba al señor Lewis con miedo? ¿Será cierto, que como imagin
Narrador. La sonrisa del señor Lewis, lo decía todo, ante él estaba, y como una revelación, estaba la mejor manera de atraer a su mujer a su lado, esta información costó mucho obtenerla, los espías que había apostado en la casa de Walter Black, para espiar los pasos de la mujer que le pertenecía, y saber qué clase de vida llevaba con el gerente general de Lewis C.O. Habían tenido que hacer muchos esfuerzos para pasar desapercibidos, además el inteligente gerente estaba obsesionado con la seguridad, así que en la casa había un sistema de anti-escuchas, radares, inhibidores y otros dispositivos para evita que sus vidas fueran espiadas. -“¿ Qué era lo que tenía que esconder el señor Black? ¿Qué era tan importante que no debía ser descubierto?”- pensó el señor Lewis. Pero ahora lo sabía, al principio le invadió la ira al saber que su esposa, hacía vida marital con ese estúpido lisiado, dormían juntos, y se relacionaba como pareja. Aunque nadie le había asegurado si su mujer estaba allí
Eun-ji. Cuando llegó Bianca a la mansión prácticamente no hablaba, John estaba libido de la ira y la preocupación al ver a su mujer es ese estado, que no reaccionaba con nada, era como si estuviera en shock, o como si el terror le hubiera dejado petrificada, lo hacía sentir inútil y eso para el gran abogado era algo nuevo, y que no le gustaba la sensación, más bien lo odiaba. Corría llevarla a una de la habitación de invitados, mientras mi marido convencía a John Baker Stuart, que debía dejarme actuar a mí, mientras ellos se reunían en el despacho de Martin, para que el abogado le contara todo lo que había pasado. Bianca permanecía traumatizada, sentada en la cama mirando por la ventana de la habitación, pero sin fijar la vista en nada. Sabía que tenía que sacarla de ese estado y opté por la vía rápida, pero efectiva, cogí el vaso de agua que le había subido las de servicio, les dije al personal de servicio, que salieran de la habitación. Y cuando estuve sola, con ella, me puse del
Eun-ji.El que protestaran, y se negaran a que desarrolláramos nuestra idea, era algo que teníamos previsto, por eso Bianca tomó una solución alternativa. Utilizar su cumpleaños, algo que nunca había hecho, ya que en dos días cumpliría veinte nueve años. Desde que se enteró lo que había pasado con su madre esa noche y quién la había asesinado. El origen de su nacimiento, para Bianca, no era motivo de celebración, y mi amiga decidió que no era algo para celebrar, y había renegado de su cumpleaños, porque veía, esa fecha como la confirmación de lo que el cerdo, del ser que la engendró, le hizo a su madre, para luego asesinarla años después, cuando ella quiso huir de él.Pero si para cogerlo tenía que celebrar su cumpleaños, lo iba a hacer, no se lo íbamos a poner tan fácil, a ese desperdicio de hombre, y como Martin no me dejaba actuar de cebo, para cazar a ese tiburón, sólo nos quedaba ofrecerle algo tan atractivo, que él no pudiera resistirse a asistir, que más atractivo que celebrar
Eun-ji. Costó mucho esfuerzo y muchas horas de ruegos, enfados, exigencias, llantos y explicaciones, por parte de Bianca y mía, para que esos dos cedieran a nuestra idea, y aun así, nos habían advertido que al mínimo movimiento extraño, o acercamiento por parte del maldito asesino de nuestros padres, como había pasado en la casa de John y Bianca, o como el suceso del corte de luz en la mansión Lewis, y se paraba todo, a nosotras nos rodeaban los seguritas, como si fuéramos Forntnox, la casa de la moneda de Estados Unidos, para que en segundos, nos metieran en una limusina, que estaría preparada, en la misma puerta del evento. Si no estábamos de acuerdo con esta condición, todo quedaba cancelado. Bianca en un principio protestó, pero tras encerrase varias horas en el dormitorio, que compartían ahora en la mansión de Martín y mía, hasta que aseguraran mejor la suya, tras el asalto, mi querida amiga, y pariente política, volvió dócil como una corderita, y acepto todos los términos sin
Martin.Nada más llegar al hotel, una sensación de que algo no estaba bien me invadió, llámenlo sexto sentido, pero sentí como el vello de mi piel se erizaba, y decidí hacerle caso.Algo me decía que, de alguna manera, el cobarde actuaría esta noche. Esa sensación fue la misma que esa vez, en esa noche, cuando estaba dentro del coche boca abajo mientras veía a mis padres heridos desangrase.En mi memoria, el olor a sangre se mezclaba con el de la gasolina derramada, y aun pese a esa edad, y después de años de terapia, tras miles de técnicas terapéuticas para tratar de superar la muerte de mis padres, recordé como oí que alguien se acercaba. Mis padres estaban inconscientes, quise llamarlo, pero esa sensación me invadió, la de un terror que no había conocido, que me obligo a silenciarme, optando por cerrar los ojos como veía que estaban mis padres. Creo que eso me salvó la vida, porque oí la voz de un hombre decir.- “Hecho, señor Lewis.”- Me costó años de entender que había sucedido,