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Capitulo 01.| Feliz Cumpleaños Savannah.

POV : SAVANNAH.

Nací en una tarde soleada en el verano del 93 (en Dallas Texas), mí padre el gran Albert Grey, era un escritor de renombre el cuál se enteró tres días después de mí nacimiento, estando en la presentación de su último libro.

Dijo que fue una noticia maravillosa y una noche perfecta dónde se abrieron muchas botellas de champán para celebrar en mi nombre.

Papá escribió libros tan profundos a su corta edad que capturaban la esencia de la cosas más simples en lo cotidiano, cómo la agonía en el amor o el humor en el sufrimiento, fue reconocido como un gurú de la escritura, algo que le dió reconocimiento, felicidad y mucho éxito.

Y con ese éxito obtuvo grandes sumas de dinero, propiedades y mucha popularidad entre las chicas.

Ahora bien, en su vida personal no era muy exitoso que digamos, se casó dos veces, tuvo tres hijos, fue un padre ausente y luego salió con muchas mujeres más, pero siempre admitió que él era el del problema.

Tal cómo lo fue en su historia con mi dulce madre; Odette Evans, una chica inocente que terminó enredada con él; creyendo en un "Felices por siempre"

Y como era de esperarse, eso nunca sucedió, su amor era del tipo "No volverse loca en el intento" es decir, un amor que nunca duraría. Ya que, después de mí decimo quinto cumpleaños ellos se divorciaron, hecho que convirtió a mamá en la tercera exesposa de Albert Grey.

Desafortunadamente para mí madre su divorcio causó la inspiración en papá para crear la mayor de todas sus obras y la que lo catapultó en la cima de la fama, llevándolo años después a los brazos de su última esposa, una mujer dieciocho años menor que él, con la que actualmente tiene un par de gemelos, esta en la dulce espera y tiene una hermosa familia estable.

Papá no es un hombre de expresar muchos sentimientos pero siempre estuvo presente para mí, diciendome que soy su mas bonito tesoro en la vida. En cada cumpleaños que pasamos juntos me recordaba lo talentosa y perfecta que era.

Siempre decía: "Lo vas a lograr Savannah" ; "Tienes el mundo a tus pies" ; 'Eres una ganadora" y yo lo creí...

Pero... La realidad, es que hoy es mi cumpleaños número treinta y no he logrado mi sueño, tampoco tengo el mundo a mis pies, ni mucho menos soy una ganadora.

Soy una escritora mal pagada, casi al borde de la quiebra, aún sigo solterona y estoy llorando a escondidas en el tocador de mi oficina porque no puedo dejar que mi equipo de trabajo me vea en este estado.

— Savannah, querida.

¿Estás ahí?

— Las voz de mi asistente junto con la de mis compañeras cortaron el rollo de mi crisis existencial.

— ¡Hola! pequeña Savannah..

¿Estás ahí?

Vamos, sal un momento.

— Me miré en el espejo y lavé mi rostro rápidamente con agua helada.

— Eh... Si...

— Aclaré mi voz, que se oía aguda de tanto llorar.

— ¡Salgo en un momento, chicas!

—Indique tratando de recomponer mí apariencia, en cuanto abrí la puerta; las encontré frente a mí con una pancarta con mi nombre.

— ¡Felicidades por tu cumpleaños!

— Exclamaron con alegría.

Por dentro yo quería morir pero me ví en la obligación de dar mi mejor sonrisa ante ellas.

— Ay... Gra-ci-as, chicas.

Son tan lindas...

— Tomé la pancarta mientras mi amiga Zoe colocó un pequeño cupcake con un vela para que la apagara.

— Vamos, pide un deseo.

— Dijo, como si esas cosas fueran ciertas.

Cerré mis ojos y por un momento deseé conocer el hombre perfecto de mis sueños: alto, guapo, tierno, honesto, fiel, respetuoso, caballeroso y con una sonrisa reluciente. Claro que estába muy consciente de que ese hombre no existía, era un personaje ficticio de los libros que escribía.

Al apagar la vela, la voz curiosa y emocionada de Madison resonó a mi lado.

— ¿Y que pediste?

— Jamás iba a decirle mi verdadero deseo, así que mentí.

— Hmmm... Una cafetera nueva.

— ¡No!

No es cierto Savannah, desperdiciaste tu deseo.

— Había cierto toque de desilución en su voz.

— Si. Bueno, tienes razón, debí pedir un nuevo vibrador.

— Sus mejillas se sonrojaron, y yo me encogí de hombros restándole importancia al asunto, mientras que escuchaba de fondo las carcajadas de las demás chicas.

Caminé hasta mi escritorio y Zoe desliza su silla más cerca de mí aferrándose a mi brazo.

— ¿Y, que haremos de divertido está noche?

— Preguntó.—

Me di cuenta de que no había planeado nada para esta noche.

— Eh... Ya tengo planes.

— Dije y esta vez los ojos de Madison brillan con emoción.

— ¡Ay m*****a sea! ¿saldrás un hombre? Necesitamos saberlo todo ahora mismo.

— Pegó un chillido de la emoción.

«Dios, lo que hago es empeorar más las cosas».

— Tal vez.

Ahora, chicas, necesito trabajar.

— Les guiñé un ojo.

— ¿Leanna, que tenemos pendiente?

— Le pregunto a mi asistente, evitando todo el tema de mi cumpleaños pero eso no es suficiente para detener la curiosidad de Madison.

— Pero promete que nos contarás todo, hace mucho que nadie toca esto.

— Señala sus senos.

— Así que quiero vivir la experiencia a través de ti.

— Sonreí pero no le prometo nada.

Mi vista se va hasta Leanna y ella capta lo que quiero.

— Hace un par de minutos recibí una llamada de Acantilados, y quieren trabajar con nosotros.

He enviado los contratos...

— Impresionante; Gracias Lea.

¡Realmente es una gran noticia!.

Que manera tan espectacular de comenzar el día.

— Sonreí porqué necesitamos esos contratos.

— Toc, toc.

— Alguien dice desde la puerta y me fijo que se trata de Joe, nuestro diseñador.

Le hago seña para que se acerque a nosotras e inmediatamente me entrega un par de opciones a elegir.

— Está es perfecta.

— Señalé.—

— Buena eleccion.

Por cierto, Savannah.

Felicidades por tu cumpleaños.

— Me entrega un pequeño presente y lo recibo con una sonrisa.

— Oh... Joe.

No debiste haberte molestado.

— Era una caja de bombones en forma de corazón, antes de guardarla me giré hacía Leanna.

— ¿Algo más? ¿Que tenemos previsto para esta semana?

— Ella asiente.

— Habrá una subasta y el dinero recaudado está destinado para la caridad.

— Informa.

— Necesito saber en qué prefieres participar, aquí tengo la lista.

— Me la entrega y la reviso enseguida.

Hay premios fantásticos.

Una velada para dos en un fino restaurante, Mil quinientos dólares en efectivo, un viaje a Hawaii, tres sesiones en el mejor spa de la ciudad.

«Ojalá tuviera dinero para participar en todo.»

— La cita a ciegas sería una buena opción.

— Zoe, me aconseja moviendo las cejas con picardía y se ríe.

— Creo que te gustaría si estás dispuesta a ello, Savannah.

— Pienso que no deberían exponer a Savannah, hay un alto índice de riesgo de mujeres asesinadas en un cita a ciegas...

— Joe nos interrumpe pero las chicas no le prestaron atención.

— Joe, ¡Por Dios! Ve con tu nube gris a otra parte.

— Madison interviene.

— Seria divertido, Savannah.

Si ganas no sabes con quién puedas terminar, quizás un atractivo millonario.

— Añadió.—

De pronto siento escalofríos en mi columna. Es algo nuevo para mí salir con alguien que jamás he visto. Tal vez es justo lo que necesito pero es una locura y no soy es tipo de mujer.

— Hmmmm.

— Finjo que lo estoy pensando pero es un "No" rotundo.

— Claro, ¿porque no?

Leana, puja por mí para el viaje de Hawai.

A ver si gano.

— Las chicas se desaniman y Lea mueve su cabeza.

— Sé que no hay garantía de que gane, así que paso al siguiente tema.

— ¿Creo que eso es todo verdad?

— Pregunto para finalizar la charla.

— No, El señor Alfred Murray pidio hablar contigo hace quince minutos.

Está alterado.

— Me levanté inmediatamente al saber que mi jefe estaba solicitando mi presencia.

— ¡Demonios!

Seguro tiene los índices de lectores en este mes.

Bueno, chicas nos vemos luego.

Leanna pasa todas mis llamadas al buzon.

— Me despido y casi salgo corriendo de la oficina.

— ¡Pero, Savannah!

¿Que haremos está no...?

— Si escuché la voz de Madison.

Solo que decidí hacer oídos sordos.

[...]

Al ingresar a la oficina de mi jefe, él estaba de pie junto a la ventana.

— Alfred, lo siento, yo....

— ¿Viste los índices de preferencia entre Cinder y Moon-Novel?

— Exclamó sin dejarme terminar.

— Moon-Novel ha ganado todos los premios en cada nominación, tienen un éxito inminente dentro de la industria.

Eso sin contar que en las últimas encuestas, los lectores han dicho que los prefieren a ellos por encima de cualquier otra editorial.

— Se sentó en su silla.

— Por Dios, Alfred es solo un traspié temporal.

Todo mejorará mañana.

— Es lo que has dicho durante tres años, desde que ese tipo nos robó el Pulitzer.

¡Cupido arraso con todo, sabes!

— Sus palabras fueron como un golpe a mi hígado.

Maximus Bennett, es un misógino con una careta de hombre romántico que se ha convertido en una gran piedra en mi zapato desde que su carrera despegó.

Es que, ni siquiera era tan bueno.

Claro, él ya había amansado un ejército de admiradoras de «MaxiLovers» ganándose su afecto con carisma y extravagancia, es cierto que ganó algunas nominaciones, pero yo estuve a punto de ganar otras.

— Estamos próximo a un nuevo éxito lo sé.

— Añadí y el niega con su cabeza.

— Aún así teniendo éxito con un autor más fresco, tendríamos alcance de solo un 9%.

¡Estamos jodidos!

— Agito sus manos con rabia.

— Por favor, Alfred, no digas lo que estoy pensando.

— Le pedí.

— Lo siento, Savannah.

Yo te adoro, eres grandiosa en tu trabajo y respeto mucho a tu padre pero...

Debes darme cifras.

Estamos endeudados hasta el cuello.

— Voy a recuperarme, lo prometo.

Tengo a los inversores de "Acantilados"

— El suspira con pesadez.

— ¿¿Te recuperas??

Cada día lo haces según tu y eso es lo que me preocupa.

Ni siquiera lo estás intentando.

— Se reclinó en su silla.

— Solo te daré está última oportunidad sino funciona, tomaré decisiones.

— Me quedé observandolo sin tener una respuesta para él.

¿Que carajos voy hacer si no lo consigo?

— Vamos, ya lárgate a trabajar.

— Me hizo un leve gesto con su mano.

[...]

Esa noche en mí departamento encendí mi laptop para trabajar en mi última novela, coloque un tazón de croquetas para mi gata y precisamente en ese instante mi teléfono vibró.

Era una llamada entrante de mi madre. «Contesté dejándola en altavoz».

— ¡Cariño, felicitaciones por tu cumpleaños!.

— Su voz alegre suena por el altavoz.

— ¡Gracias mamá!

— ¿Que harás está noche?.

— Me estoy arreglando para una cita.

— Dije mientras me servía una copa de vino.

— Oh, que alegría cariño.

¿Quien es el afortunado? De casualidad ¿Lo conozco?

— No, no lo conoces mamá...

— Miré la pantalla de la laptop tratando de retomar algunas líneas justo dónde lo dejé ayer.

— ¿Puedes creer que tú padre vaya a tener otro hijo con esa zorra?

— Cambio el tema completamente.

— ¡La próxima vez que lo veas, dile que le dije que algún día tiene que crecer!

Tiene cincuenta y siete años y sigue haciendo bebés como si fueran panqueques.

— Sostuve un cojin contra mi pecho, tratando de bloquear sus palabras, pero fue en vano su voz era estridente y siempre descargaba su amargura contra mi padre en mí cumpleaños.

Empezaba simple, cómo si hubiese superado el pasado, pero después de varios minutos revelaba su verdadero acto central de manera mezquina.

— Adiós Mamá, gracias por llamar.

— Colgué la llamada, no estaba de humor para soportar cómo peón en su juego de odio.

Respirando profundamente y comiendo de los chocolates que Joe me regaló, coloqué un temporizador de cuarenta minutos que era lo que me tardaba en escribir un capítulo completo.

Tenía una fecha límite con que cumplir y mis facturas no se iban a pagar solas.

«¡Feliz cumpleaños para mí!»

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