Capítulo 27.

No había vuelto a hablar con él desde la noche anterior, pero aun así no podía dejar de sentir aquellas mariposas en el estómago al pensar en él, en sus palabras, en sus besos, y en las ganas que tenía de volver a verle.

Oscar entró en la habitación, con la pierna escayolada, él había salido mucho mejor parado que mi madre, seguido de Juan.

  • Ya puedes irte a descansar – me calmó Juan – nosotros nos quedamos hasta las cuatro que llegue tu abuela. Sonreí hacia ellos, y me levanté, cogí el bolso y salí de la habitación. Pues mi madre estaba dormida, ya que, había pasado una mala noche de fuertes dolores en la herida, y estaba exhausta.

No tenía como volver a casa, pero cogería un taxi, lo tenía muy claro, pero al salir por la puerta me encontré con

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