Von DimitrakisSi las miradas fueran misiles, seguro en este momento estaría bombardeado por las miradas de enojo que me lanzó Alexandra, la vi apretar la boca en una fina línea de evidente molestia, la cual decidí cobardemente ignorar. Me acerqué a ellas y cuando Cathe apenas me vio extendió los brazos hacia mí.—¡Papi viniste! Te dije que esa vieja de tu madre y tu hermana eran unas brujas… ¿No hay alguna posibilidad de que no sea tu madre, para que no sea mi abuela? ¿Qué te hayan recogido en un orfanato o tirado en un basurero como las novelas que ve la señora Tahymili? Pregúntale a mi abuelo, por si acaso —dijo mi hija agarrándose con fuerza de mi cuello, mientras yo la sostenía.Aclaré mi garganta como una forma indirecta de decirle al agente que se fuera y nos dejara solos, pero este o no entendía indirectas, o sabía muy bien lo que estaba haciendo y se hacía el desentendido.—Oficial, ¿Será que puedo contar con su amabilidad de dejarme a solas con mi familia? —inquirí apretand
Alexandra Green Las palabras de Von tenían en mí el mismo efecto que un toro a quien le mostraban un trapo rojo, me quedé mirándolo de manera desafiante, con firmeza, lista para enfrentarlo, aunque me costaba creer que estuviera diciéndome eso, amenazándome con un bendito contrato que él mismo había violado innumerables veces, por un par de segundos me quedé en silencio, esperando que él se levantara y me dijera que solo se trataba de una broma, pero no pasó. Allí estaba él, serio como si fuera el rey del mundo, soberbio, inmutable, en su posición de macho alfa, lomo plateado, manos de lija, hombre de pelo en pecho, voz de trueno, barba de leñador, sed de vikingo, rifle cromado, tratando de imponerme su voluntad. Lo que no sabía es que yo era una mujer fuerte, dura, guerrera, onna-musha, samuraí, Kunoichi, un hueso duro de roer que no estaba dispuesta a dejarme imponer nada y él ya debería saberlo, conmigo se ganaba más por las buenas que por las malas. Caminé hacia él, irguiéndome
Von Dimitrakis. Mi hija me miraba con una expresión de tristeza y yo sentía un profundo dolor en el pecho, sentía mi corazón hundirse al ver sus pequeños ojos bañados en lágrimas, y su acusación me golpeó como si me fueran dado un puñetazo en el estómago, sacándome todo el aire. Sabía que este momento llegaría tarde o temprano, pero nunca imaginé que sería de esta manera y mucho más pronto de lo que imaginé. Me quedé sin palabras, incapaz de negar la verdad. Catherine seguía mirándome con una mezcla de decepción y tristeza. Sus lágrimas seguían fluyendo, y sentí una oleada de dolor por haberle causado tanto sufrimiento, lo que había querido evitar con esa mentira.Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, intentando tocar su hombro para consolarla, pero ella se apartó de mí como si fuera un extraño.—Hija, mi amor, por favor permíteme explicarte —empecé a decir, pero ella me interrumpió con voz quebrada.—¿Por qué, papá? ¿Por qué me hiciste creer que esas cartas eran de mi mam
Alexandra GreenPasé la noche emocionada en mi nueva casa, estaba tan contenta porque era algo que podría pagar yo y que nadie iba a poder sacarme, había firmado el contrato por dos años, y durante ese tiempo esperaba encontrar por fin mi tranquilidad.Vi los regalos de Von y me sonreí, había sido un detallazo de su parte, me sorprendió gratamente, porque no lo creí capaz de hacer cosas tan lindas, sin darme cuenta comencé a suspirar, al pensar en esos besos que me había dado, por poco caigo rendida, pero no, debía ser dura, lo debo ser por todas esas mujeres duras que no caen en la tentación.Claro que eso es porque ellas no tienen una tentación de casi un metro noventa, músculos duros, labios carnosos, nalgas firmes, mechota gigante y las hormonas alborotadas, me dije en un suspiro.Es que definitivamente, ese hombre me había dejado con dentera, o como decía un personaje de una novela que leí de los Ferrari, Mujer prohibida, con cuquicardio, llamándole así a los latidos de excitac
Alexandra GreenVon me sostenía firmemente con una mezcla de determinación y furia en sus ojos. Y aunque no teníamos ninguna relación, desde que llegó estaba coqueteando conmigo, por eso estaba furiosa y herida por las fotos que había visto, ¿Cómo se le ocurre estar diciéndome que lo traía loco, cuando apenas unos días atrás estaba acaramelado con otra?No estaba dispuesta a ceder, aunque me era difícil controlar esa mezcla de atracción y deseo que sentía por él, porque su cercanía física y su intensidad solo aumentaban mi confusión.—¿En serio crees que me vas a castigar como a una niña? —le espeté, desafiante, tratando de ocultar el latido acelerado de mi corazón.Von no respondió con palabras. En su lugar, tomó la soga y la ató sin mucha fuerza alrededor de mis tobillos, asegurándose de que no pudiera levantarme. Me sentí atrapada y vulnerable, y eso solo hizo que la mezcla de emociones en mi interior se volviera más intensas.—Estás cruzando límites que no deberías —le advertí, pe
Von Dimitrakis Las palabras del niño me desconcertaron, estaba esperando que se pusiera pálido, que se orinara en los pantalones, que llorara ante mi mirada de padre celoso, puse la misma expresión de empresario duro que le ponía a mis competidores y socios y los intimidaba, pero a este niño no, nada de lo que había pensado ocurrió, el muy granuja estaba extendiendo su mano hacia mí con educación y una expresión afable. Gruñí al darme cuenta de que si ya mi hija de seis años me traía los enamorados, no quería pensar que pasaría cuando tuviera dieciséis, me entró una angustia, y si Alexandra no llega a mi lado, habría agarrado al niño y lo hubiese echado de la fiesta.—Ni se te ocurra sacar al niño, ¿Ves el rostro feliz de tu niña? ¿Alguna vez la habías visto así? —me preguntó, pero no esperó mi respuesta y continúo hablando—, es uno de sus pocos amigos, no se lo espantes, mide si tus celos son mayores a tu deseo de que tu hija sea feliz.Sus palabras me dejaron pensativo, ella tenía
Alexandra GreenMis ojos se abrieron de par en par al darme cuenta de la inesperada presencia de Von que me sujetó para evitar que cayera.Enseguida una pregunta se me vino a la mente ¿Cómo llegó tan rápido? ¿Cómo supo que estábamos en problemas? Antes de que pudiera seguir por ese camino de pensamientos, él me guio hacia el exterior del edificio.—Vamos, te tengo y las ayudaré a salir —me dijo con un tono y una expresión de preocupación.No sé si lo estaba imaginando, pero hasta atisbé un poco de culpabilidad en su rostro, negué con la cabeza, porque estaba imaginando más de lo debido.Recorrimos los metros de vestíbulo del edificio, rodeados por la confusión y el caos que se había desatado. Las cucarachas continuaban pululando por el suelo, mientras yo sentía mi piel erizarse y el hedor era insoportable.—Von, ¿qué está pasando? ¡Huele horrible y todo se ha vuelto un desastre! —le dije, tratando de mantener a Catherine a salvo en mis brazos.Von lucía preocupado, aunque intentaba di
Alexandra Green Cuando encendí la luz, se reveló la figura del intruso tirada en el suelo, no habíamos lastimado ni a un extraño, ni a un criminal, ni a un Zombi como pensaba Catherine, sino que habíamos agredido a Von quién se estaba retorciéndose de dolor.—¡Oh por Dios! —dije llevándome la mano a la boca por un par de segundos.Hasta que reaccioné, me incliné para revisarlo, un hilo de sangre corría por su frente, agradecí al cielo por no haberle dado tan duro, porque el bate se me resbaló entre las manos y no pude tomarlo con firmeza.Por un momento, él se quejó, pero poco a poco se fue recuperando, se llevó la mano a la frente y nos miró con cara de pocos amigos y con una voz apenas audible habló.—Catherine, estás castigada hasta que cumplas dieciocho años por haberme electrocutado y en cuanto a ti —dijo dirigiéndose a mí—, te aseguro que tengo formas de hacértelo pagar.—Lo siento, no era mi intención… estábamos viendo una película y nos asustamos —señalé avergonzada.—Me aleg