Elisa asintió con un suspiro y entró en la casa, mientras Kainn se quedaba hablando con el Secretario. —¿Cree que lord Brickstow caerá en su juego, señor? —preguntó. —No tiene otro remedio —murmuró Kainn—. Alton es solo un peón, aceptamos reunirnos con él en primer lugar por su asociación con Graf
Ágatha se veía nerviosa, como si no supiera dónde esconderse, porque a pesar de que estaba obedeciendo órdenes de Kainn, también sentía mucho aprecio por Elisa y no le gustaba ser atrapada en una mentira. —Dime por qué Kainn está en la casa, Ágatha —insistió ella—. Me dijo que no fuera al ala oeste
Sabía lo que estaba sintiendo por Kainn y hasta dónde podía crecer, pero era muy pronto para entregar el corazón sin ninguna cautela, así que al día siguiente bien temprano se presentó ante el secretario. —Señor Moe, necesito que me preste algún auto de la casa, tengo que ir al hospital —le dijo.
Elisa levantó la barbilla y se irguió como tantas veces le había reclamado Adalin, era la primera vez en su vida que agradecía a aquella vieja bruja por querer que ella pareciera una dama de la nobleza. Entró en aquel despacho con paso firme y fue a sentarse sin ceremonias detrás del escritorio de K
Elisa le dirigió una mirada de reproche, pero como si fuera la única forma de salvar la situación, el duque sacó su sello personal y lo estampó en todos los documentos. —¡Vamos, firma tú también! ¡Ya concéntrate! ¡Los contratos son primero! —le espetó a Alton tirando de su brazo y poniéndole en las
Elisa y Kainn se abrazaron desesperadamente, con sus bocas uniéndose en un beso intenso y sus cuerpos apretándose en una vorágine de caricias. Los dos estaban conscientes de lo que el otro necesitaba y de que ninguno iba a parar. Kainn la arrastró con él al suelo y Elisa rio cuando rodaron sobre la
Le dio la vuelta y un segundo después estaba sobre ella, subiendo una de sus piernas sobre su cintura para llegar más hondo, más duro, más rápido. Elisa se aferró a la alfombra con un grito y él se empujó con fuerza dentro de ella, con movimientos feroces y profundos. —Adoro verte desnuda... no vue
Kainn respiró profundamente y tiró de la mano de Elisa para sentarla en su regazo. —Está bien, te lo voy a contar todo, pero quiero... necesito algo de ti. Elisa frunció el ceño pero ya imaginaba lo que el birmano iba a pedirle. —No tienes que preocuparte, no le diré nada a nadie —murmuró. —No e