Sabía lo que estaba sintiendo por Kainn y hasta dónde podía crecer, pero era muy pronto para entregar el corazón sin ninguna cautela, así que al día siguiente bien temprano se presentó ante el secretario. —Señor Moe, necesito que me preste algún auto de la casa, tengo que ir al hospital —le dijo.
Elisa levantó la barbilla y se irguió como tantas veces le había reclamado Adalin, era la primera vez en su vida que agradecía a aquella vieja bruja por querer que ella pareciera una dama de la nobleza. Entró en aquel despacho con paso firme y fue a sentarse sin ceremonias detrás del escritorio de K
Elisa le dirigió una mirada de reproche, pero como si fuera la única forma de salvar la situación, el duque sacó su sello personal y lo estampó en todos los documentos. —¡Vamos, firma tú también! ¡Ya concéntrate! ¡Los contratos son primero! —le espetó a Alton tirando de su brazo y poniéndole en las
Elisa y Kainn se abrazaron desesperadamente, con sus bocas uniéndose en un beso intenso y sus cuerpos apretándose en una vorágine de caricias. Los dos estaban conscientes de lo que el otro necesitaba y de que ninguno iba a parar. Kainn la arrastró con él al suelo y Elisa rio cuando rodaron sobre la
Le dio la vuelta y un segundo después estaba sobre ella, subiendo una de sus piernas sobre su cintura para llegar más hondo, más duro, más rápido. Elisa se aferró a la alfombra con un grito y él se empujó con fuerza dentro de ella, con movimientos feroces y profundos. —Adoro verte desnuda... no vue
Kainn respiró profundamente y tiró de la mano de Elisa para sentarla en su regazo. —Está bien, te lo voy a contar todo, pero quiero... necesito algo de ti. Elisa frunció el ceño pero ya imaginaba lo que el birmano iba a pedirle. —No tienes que preocuparte, no le diré nada a nadie —murmuró. —No e
Elisa arrugó el ceño porque eso era sospechoso. —Si hubiera sido una buena mina, se la habría quedado para él —comprendió. —Así es. Pero cuando trató de venderla, el único que estaba disponible para comprar era un asiático, coreano —le contó Kainn—. Y como todo asiático supersticioso decidió confi
Elisa sintió el calor de Kainn cuando se despertó entre sus brazos. A pesar de que sólo hacía unas semanas que había llegado a aquella casa, no podía evitar sentirse inexplicablemente segura y contenta sabiendo que abría los ojos para verlo a él. Lo miró durante un largo momento. Era muy atractivo,