Kainn levantó el pesado martillo y tensó los músculos mientras el aparato descargaba toda su fuerza sobre la pared. Elisa observaba por el rabillo del ojo, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho mientras se anticipaba a lo que estaba por venir. El martillo golpeaba con un estruendo ensord
De repente Elisa sintió que la levantaba, enredando sus piernas alrededor de él, y la llevó violentamente contra la puerta de la habitación. —¡Ahhh! —jadeó ella desesperada mientras sentía la erección de Kainn presionando ferozmente contra su cuerpo. —¿Solo eso...? ¿Ni mi nombre vas a decir? —la p
Joanne estaba roja de la rabia y aquello estaba a punto explotar, de explotar de verdad, cuando Kainn llegó para distraer la atención de esa forma en que solo él era capaz. —¡Señor Conde, Lord de Essex, por favor, estoy necesitando su ayuda un momento! —dijo alzando solo un poco la voz para llamar
Elisa asintió con un suspiro y entró en la casa, mientras Kainn se quedaba hablando con el Secretario. —¿Cree que lord Brickstow caerá en su juego, señor? —preguntó. —No tiene otro remedio —murmuró Kainn—. Alton es solo un peón, aceptamos reunirnos con él en primer lugar por su asociación con Graf
Ágatha se veía nerviosa, como si no supiera dónde esconderse, porque a pesar de que estaba obedeciendo órdenes de Kainn, también sentía mucho aprecio por Elisa y no le gustaba ser atrapada en una mentira. —Dime por qué Kainn está en la casa, Ágatha —insistió ella—. Me dijo que no fuera al ala oeste
Sabía lo que estaba sintiendo por Kainn y hasta dónde podía crecer, pero era muy pronto para entregar el corazón sin ninguna cautela, así que al día siguiente bien temprano se presentó ante el secretario. —Señor Moe, necesito que me preste algún auto de la casa, tengo que ir al hospital —le dijo.
Elisa levantó la barbilla y se irguió como tantas veces le había reclamado Adalin, era la primera vez en su vida que agradecía a aquella vieja bruja por querer que ella pareciera una dama de la nobleza. Entró en aquel despacho con paso firme y fue a sentarse sin ceremonias detrás del escritorio de K
Elisa le dirigió una mirada de reproche, pero como si fuera la única forma de salvar la situación, el duque sacó su sello personal y lo estampó en todos los documentos. —¡Vamos, firma tú también! ¡Ya concéntrate! ¡Los contratos son primero! —le espetó a Alton tirando de su brazo y poniéndole en las