Casi veinticuatro horas habían pasado desde que Elisa había sido admitida en aquel hospital, y solo amaneciendo había descubierto dónde estaba. —¿Ha venido alguien a verme? —preguntó débilmente a una enfermera. —Hay dos hombres muy apuestos que no se han separado de tu puerta —respondió la muchach
—¿Esto...? ¿Cómo es posible...? —Alton miró a Elisa como si pudiera asfixiarla allí mismo y Joanne corrió a quitarle la tableta para ver el video. —Esta es la factura del auto, las compensaciones por las pérdidas y el estrés tan profundo que sufrí, y además la factura del hospital que me vi obligad
El silencio se alzó en aquel salón como una muralla mientras todos quedaban impactados ante la propuesta de Kainn Black. Elisa estaba completamente estática mientras intentaba comprender lo que pasaba. ¿Qué significaban aquellas palabras? ¿Él... la quería a ella...? Como... como ¿¡comprada?! Sus oj
Alargó la mano y después de estrecharla, Alton le entregó los documentos legales de Elisa. —No había creído todo lo que decían del Escorpión Negro, pero será cierto eso de que es muy peligroso —murmuró—. Felicidades, señor Black, acaba de ganarse una nueva esclava. Kainn guardó los documentos en s
—¡Demonios, no tengo un respiro! —murmuró Kainn con frustración cuando le explicaron lo que estaba pasando. Estaba agotado por pasar la noche entera en el hospital y furioso por la negociación con el cabrón de Alton de Brickstow, pero sabía que era la única manera de conseguir a Elisa sin mayores c
—Tú te metiste a mi habitación, si quieres hablar, habla. —¡Vístete! —No estoy tan desnudo, gracias. Elisa se giró solo un poco para verlo a los ojos, siseando con frustración al ver su mirada divertida, pero apenas dio el primer paso para alejarse cuando Kainn sintió que perdía la respiración.
Kainn respiró profundo antes de tomar una manta y cubrirla con ella. Pasó los brazos debajo de su cuerpo y no pudo evitar que toda su piel se erizara al contacto con su calor. "¿No se supone que las inglesas son témpanos de hielo?", pensó con una sonrisa sarcástica. Pero Elisa había demostrado de
Elisa asintió y lo siguió con paso decidido hasta su despacho, mientras lo veía recogerse el cabello en un chongo desordenado. —¿Por qué estoy aquí? —fue su primera pregunta. Él puso sobre su escritorio un documento y se cruzó de brazos. —La versión corta: firma esto y te contaré la versión larga