Elisa miró al escorpión. Habría temblado si su brazo no hubiera estado apoyado en el de Kainn. —¿Cómo me haces esto? ¡Te voy a matar! —susurró ella entre dientes. —No va a pasarte nada, no mientras yo esté aquí —respondió él—. Pero si Ginger es el primero de tus enemigos, hay dos cosas que puedes
Vio a Kainn quitarse las botas para caminar sobre la madera y lo imitó. Era una locura, pero colgar de la mano de aquel extraño la hacía sentir segura. —Los últimos días parecen demasiado irreales —murmuró finalmente—. Es como darme cuenta de que antes no tenía mucho, pero ahora estoy completamente
Elisa trataba de despertarlo, pero era como intentar despertar a una pared. Intentó hacer que se bebiera un par de pastillas para la fiebre, pero su temperatura no dejaba de subir y reconoció el momento exacto en que necesitaba ayuda. Abrió la llave de la tina, porque obviamente no podría sostenerl
Él asintió pensativo. —Cuando sea tiempo te contaré. Pero mientras, debemos prepararnos, trazar estrategias... —Kainn... —Eliza lo interrumpió con indecisión—. Yo sé algo sobre Alton, algo que lo haría perder el título en un instante. Y con el título perdería las tierras y la mansión en la que los
Elisa se bajó carraspeando, estirándose la playera, pero no se pudo aguantar la alegría y fue a abrazar también a Lenore. —¿Te vas a quedar? ¡Por favor dime que te vas a quedar! —susurró y Lenore le acarició el cabello con cariño. —Tendría que estar loca para no quedarme, el señor Black me está tr
Tres camionetas de lujo, ocho guardaespaldas armados, tres choferes. Recibimiento especial en el antro más exclusivo de la ciudad, casi casi alfombra roja a sus pies, el palco privado más codiciado, y el dueño en persona esperándolos. Era imposible que no los notaran, y cada mirada de cada persona e
Ni siquiera se miraron mientras se despedían del futuro duque, pero apenas se subieron de regreso a la camioneta y lo perdieron de vista, Elisa dejó escapar un chillido de satisfacción y él una carcajada. —¡Somos el mejor equipo del mundo! —exclamó ella y Kainn sonrió con suavidad. Podía notar la
Elisa se aferró a él como si su vida dependiera de ello, perdiéndose en aquel beso con la misma desesperación con que sentía sus manos recorrerla. Tembló al sentir aquella violenta erección contra su sexo y se peleó con los botones de su camisa para quitársela. El colchón se hundió debajo de ellos