Él asintió pensativo. —Cuando sea tiempo te contaré. Pero mientras, debemos prepararnos, trazar estrategias... —Kainn... —Eliza lo interrumpió con indecisión—. Yo sé algo sobre Alton, algo que lo haría perder el título en un instante. Y con el título perdería las tierras y la mansión en la que los
Elisa se bajó carraspeando, estirándose la playera, pero no se pudo aguantar la alegría y fue a abrazar también a Lenore. —¿Te vas a quedar? ¡Por favor dime que te vas a quedar! —susurró y Lenore le acarició el cabello con cariño. —Tendría que estar loca para no quedarme, el señor Black me está tr
Tres camionetas de lujo, ocho guardaespaldas armados, tres choferes. Recibimiento especial en el antro más exclusivo de la ciudad, casi casi alfombra roja a sus pies, el palco privado más codiciado, y el dueño en persona esperándolos. Era imposible que no los notaran, y cada mirada de cada persona e
Ni siquiera se miraron mientras se despedían del futuro duque, pero apenas se subieron de regreso a la camioneta y lo perdieron de vista, Elisa dejó escapar un chillido de satisfacción y él una carcajada. —¡Somos el mejor equipo del mundo! —exclamó ella y Kainn sonrió con suavidad. Podía notar la
Elisa se aferró a él como si su vida dependiera de ello, perdiéndose en aquel beso con la misma desesperación con que sentía sus manos recorrerla. Tembló al sentir aquella violenta erección contra su sexo y se peleó con los botones de su camisa para quitársela. El colchón se hundió debajo de ellos
Elisa lo supo en ese mismo instante: que el Kainn Black que ella conocía solo era la mitad de un hombre, la otra era el Escorpión Negro, y bastaba verlo enojado para darse cuenta de que realmente era un hombre peligroso. Sin embargo en aquel momento no podían darse el lujo de perder la invitación q
—Está bien —accedió—. Nada de ir al ala oeste... ¡justo como la Bella y la Bestia! —De repente se detuvo y lo miró bien—. Aunque ahora que lo pienso, te sobra pelo para ser la Bestia. Kainn abrió mucho los ojos. —¡No, no, no, no...! —exclamó retrocediendo. —¡Yo soy tu Maestra de Etiqueta! ¡Tienes
—No te asustes —dijo Kainn en su oído—, aunque se ve imponente, es bastante dócil. —¿Tú crees? —murmuró Elisa sintiendo cómo él se acomodaba tras ella en la silla de montar. —Te lo aseguro —sonrió él antes de espolear a Príncipe, que inició una caminata suave. Pero la verdad era que el animal baj