Carolina caminaba hacia su auto, sumida en sus pensamientos sobre el nuevo trabajo y lo mucho que habían mejorado las cosas en los últimos meses. Estaba tan distraída que no notó la figura sombría que la observaba desde un auto estacionado al otro lado de la calle. Mientras abría la puerta de su vehículo, su teléfono comenzó a sonar. Era Lisandro.—Hola, mi amor —respondió con una sonrisa— ¿Cómo estás?“Bien, cariño. ¿Cómo te fue en la reunión?”, preguntó Lisandro.—¡Excelente! Firmé el contrato y empiezo mañana, el horario es flexible, así que podemos entre los dos cuidar a los niños. Estoy tan emocionada, Lisandro. Gracias por apoyarme en esto.“Me alegro mucho por ti, te lo mereces. ¿Qué te parece si salimos a cenar fuera para celebrar?” —Suena perfecto. Te amo.“Y yo a ti. Ten cuidado al conducir, nos vemos en casa”. Carolina colgó y encendió el auto, comenzó a conducir a la casa, sin percatarse de que el vehículo que la vigilaba arrancaba para seguirla discretamente.Mientras
La mañana siguiente llegó con un cielo nublado, reflejando el estado de ánimo de Lisandro. Se despertó antes que Carolina, sintiendo un peso en el pecho que no podía ignorar. A pesar de que había decidido hacerse un chequeo médico, la idea de dejar a su familia en un momento de vulnerabilidad lo inquietaba; además, temía que la enfermedad hubiese vuelto. Se levantó de la cama con cuidado, tratando de no hacer ruido para no despertar a su esposa, y se dirigió a la cocina.Mientras preparaba un café, su mente divagaba entre los peligros que acechaban y la necesidad de proteger a su familia. La imagen de Genoveva, manipuladora y astuta, se cernía sobre él como una sombra. Sabía que no podía subestimar a su madre, y que cada movimiento que hacía debía ser calculado.El aroma del café llenó la cocina, y mientras lo servía, escuchó pasos detrás de él. Carolina apareció, con el cabello desordenado y una mirada de preocupación en sus ojos.—Buenos días, amor. ¿Cómo te sientes? —preguntó, ace
El día avanzaba y Carolina se sentía cada vez más emocionada por su primer proyecto en la nueva empresa. Había puesto su corazón y alma en la campaña publicitaria, y estaba ansiosa por presentarla al equipo. Sin embargo, la sensación de que algo no estaba bien seguía acechando en su mente, como una sombra que no podía ignorar.Mientras tanto, Lisandro se encontraba en casa, intentando concentrarse en su trabajo a pesar de la ansiedad que lo invadía. Había decidido no dejar que la preocupación por su salud lo detuviera, pero cada vez que pensaba en los resultados de los análisis, su mente se llenaba de dudas. El teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Era Carolina.“¡Hola, amor!”, dijo ella, su voz llena de energía. “Estoy a punto de presentar la campaña. Estoy un poco nerviosa, pero creo que todo saldrá bien”.—Estoy seguro de que lo harás increíble —respondió Lisandro, tratando de ocultar su propia inquietud—. ¿Cómo te sientes?“Un poco ansiosa, pero emocionada. Quiero que l
La noche se alargó mientras Carolina se sumergía en su trabajo. La luz de la computadora iluminaba su rostro, y su mente estaba en constante actividad. Sabía que debía actuar rápido para demostrar su inocencia y proteger su reputación. Con cada clic del teclado, su determinación crecía. Lisandro, por su parte, se había quedado a su lado, revisando documentos y correos electrónicos en busca de pistas. La tensión en el aire era palpable, pero ambos estaban decididos a no darse por vencidos. —Mi amor, podemos presentar la denuncia por plagio, así se obligarán a ambas partes a presentar archivos, documentos de trabajo relacionados con el proyecto. Cuando cotejen fechas, podremos demostrar que la idea es tuya. Además, es necesario que estés alerta pendiente de cualquier cosa que pueda suceder. Ella asintió, considerando cada consejo de su esposo. Durante los dos días siguientes, Carolina se sumergió en cuerpo y alma al trabajo, se dedicó a pulir cada detalle de su presentación, aseguránd
Mientras tanto, en la mansión de Lisandro, este intentaba concentrarse en su trabajo desde casa, pero la fatiga y la preocupación lo distraían constantemente. Su teléfono sonó, sobresaltándolo. Era el doctor."Señor Quintero, tenemos los resultados preliminares de sus análisis. Me gustaría que viniera a la clínica lo antes posible para discutirlos en persona."El tono serio del médico hizo que Lisandro sintiera un nudo en el estómago. —¿Es algo grave, doctor? —, preguntó, tratando de mantener la calma."Preferiría discutirlo en persona, señor Quintero. ¿Puede venir esta tarde?"Lisandro acordó la cita, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de él. No quería preocupar a Carolina, pero sabía que tendría que decirle. Tomó su teléfono nuevamente y le envió un mensaje:“Amor, el doctor quiere verme esta tarde para discutir los resultados”.No tardó en recibir respuesta de su esposa.“Apenas salga de aquí, me voy a la clínica, por favor, cuídate”.Lisandro no pudo evitar sentir temor, mientr
Las noches en el hospital se alargaban como un eco interminable de angustia y esperanza. Carolina se encontraba sentada en la fría silla, con la mirada fija en Lisandro, quien yacía en la cama, rodeado de máquinas que pitaban y zumbaban, como si fueran guardianes de su vida. La luz tenue del pasillo se filtraba a través de la puerta entreabierta, creando un ambiente casi onírico, donde la realidad y la desesperación se entrelazaban. Cada vez que Lisandro se movía, su corazón se aceleraba, y cada vez que el monitor emitía un pitido, su respiración se detenía por un instante.Carolina había hecho de ese lugar su hogar. Y es que ya habían pasado tres días, las noches se convirtieron en un ritual de vigilias, donde sus pensamientos se desbordaban en un torrente de emociones. Recordaba los momentos felices que habían compartido, las risas, los sueños, y cómo todo eso parecía desvanecerse en el aire pesado del hospital. Pero había algo más que la mantenía allí, una promesa silenciosa de q
El aire en la oficina de Carolina estaba cargado de tensión. Las luces fluorescentes parpadeaban, reflejando la inquietud que se cernía sobre el ambiente. Valeria, con el rostro pálido y los ojos llenos de lágrimas, se encontraba frente a Carolina, quien la miraba con incredulidad. Carolina sentía que cada mirada la juzgaba, cada susurro era un cuchillo que perforaba su ya desgastada confianza. Frente a ella, Valeria bajaba la cabeza, sus manos temblorosas jugueteaban con el borde de la venda en su brazo, su angustia de Valeria era palpable, y su voz temblaba cuando finalmente se atrevió a hablar.—Lo siento, Carolina —murmuró Valeria con voz trémula, como si cargara el peso del mundo sobre sus hombros—. No puedo seguir cubriéndote. Tengo miedo… miedo de que me hagas daño… o algo peor.La indignación explotó dentro de Carolina como un volcán en erupción.—¿Cubriéndome? ¿Qué estás diciendo? —exclamó, su voz cargada de incredulidad y rabia—. ¡Di la verdad, Valeria! Sabes que yo no te he
Lisandro, en el hospital, sentía que algo no estaba bien. La ausencia de Carolina lo inquietaba, y la idea de que su madre pudiera estar detrás de todo lo que estaba sucediendo lo atormentaba. Miró el reloj con creciente ansiedad. Cada segundo que pasaba sin noticias de Carolina lo llenaba de inquietud. Había pasado más tiempo del que esperaba desde que ella salió de casa, y su instinto le decía que algo no estaba bien. Con el corazón en un puño, decidió llamar a la casa. La voz de su suegra se escuchó al otro lado de la línea.—¿Carolina está allí? —inquirió con un nudo en la garganta.“No, Lisandro, salió hace unas horas hacia la clínica”, respondió con preocupación, percatándose del estado de alarma en Lisandro. “¿Pasa algo?”, preguntó.—María, ella no ha llegado, ¿La acompañaron algunos escoltas?“No, ella quiso irse sola”.—No debió salir sola, las cosas no están bien, voy a enviar a alguien a buscarlaLisandro colgó, sintiendo que la preocupación se transformaba en un miedo pal