El comentario de Enrico sobre su cumpleaños cayó como una bomba en la habitación. Carolina e Inés intercambiaron miradas de asombro y confusión, mientras Enrico permanecía sumido en sus pensamientos.—¿Tu cumpleaños es el 10 de agosto? —preguntó Carolina, rompiendo el silencio.Enrico asintió lentamente, su mirada fija en la puerta por donde María había desaparecido.—Sí, es una coincidencia extraña, ¿no crees? —murmuró, más para sí mismo que para las demás.Inés, sintiendo que había algo más detrás de todo esto, dio un paso adelante.—Enrico, ¿qué está pasando? Pareces... perturbado.Él la miró, sus ojos llenos de una emoción que Inés no pudo descifrar.—No, todo está bien —respondió; sin embargo, en su interior había algo que no cuadraba. La reacción de María al verlo, su llanto el mismo día de su cumpleaños... ¿Qué escondía la madre de Carolina? Se pasó una mano por el cabello, frustrado—. ¿Tendrías algún inconveniente en que hablara con tu madre?Carolina, protectora como siempre
Mientras tanto, María y Carolina se sentaron en la primera fila, observando a Inés con una mezcla de orgullo y preocupación. María sentía que el peso de su pasado la aplastaba, y cada vez que miraba a Enrico, una punzada de dolor la atravesaba. —Mamá, ¿estás segura de que estás bien? —preguntó Carolina, con la voz baja, mientras la ceremonia comenzaba.María asintió, sin embargo, su mirada no podía evitar fijarse en Enrico, su hijo, quien estaba de pie junto a Inés, con una expresión seria en su rostro. —Solo estoy un poco nerviosa —respondió María, tratando de mantener la compostura.Carolina la miró fijamente, sintiendo que había algo más detrás de su respuesta. Apretó suavemente la mano de su madre, intuyendo que había algo más detrás de su nerviosismo. —Mamá, si hay algo que debas decirme, es mejor que lo hagas ahora. No quiero que guardes secretos que puedan lastimarnos a todos.María suspiró, sintiendo que el tiempo se le acababa, tragó saliva, sintiendo un nudo en la gargant
El silencio en la sala se volvió insoportable. Todos los presentes observaban expectantes a Inés, que permanecía inmóvil, su mirada fija en el suelo, como si buscara respuestas en las vetas de la madera.—Inés... —susurró Enrico, con una mezcla de impaciencia y advertencia, apenas audible para los más cercanos.La oficiante, incómoda ante la falta de respuesta, intentó suavizar el momento repitiendo la pregunta con delicadeza.—Inés, ¿acepta usted a Enrico como su legítimo esposo?Ella seguía sin responder, nerviosa, sus ojos se desviaron hacia Enrico, se encontró con su mirada fija, penetrante, como si pudiera leer sus pensamientos. Su ceño fruncido denotaba irritación, pero también algo más... ¿Era eso preocupación? No podía estar segura. En ese instante, sintió que su mundo estaba a punto de derrumbarse."Esto es una locura", pensó. "No debería estar aquí. No debería estar haciendo esto". Respiró profundamente, intentando calmar el temblor de sus manos. Iba a negarse, pero en ese
Un par de días después.Carolina respiró hondo mientras se acercaba a la clínica, como hacía todos los días. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando el pasillo con un brillo cálido que contrastaba con la frialdad del lugar. Su corazón latía con fuerza; ese era un día crucial. Lisandro empezaba con el acondicionamiento para el proceso de trasplante, con las quimioterapias para eliminar las células enfermas, aunque la incertidumbre la invadía. La tranquilidad de Lisandro le daba un rayo de esperanza.Al llegar a la habitación, miró a Lisandro a través del cristal sentado en la cama, con una expresión serena en su rostro. El médico, un hombre de mediana edad con una sonrisa tranquilizadora, llegó justo detrás de ella. —Carolina, me alegra que estés aquí. Ya estamos listos para iniciar el proceso hoy mismo. Confío en que todo saldrá bien —, dijo el médico, mientras revisaba los documentos en su mano.Carolina asintió, tratando de mantener la compostura.—Gracias,
Carolina regresó a casa en silencio. El día había sido agotador emocionalmente. La conversación con Leandro la había dejado llena de dudas, y cada palabra parecía abrir un nuevo abismo de preguntas en su mente. Entró al jardín buscando un poco de paz, pero allí estaba María, sentada en un banco bajo el sol, distraída, mirando las flores sin prestarles verdadera atención.Carolina dudó antes de acercarse. No sabía cómo abordar el tema que la tenía intranquila desde la clínica. Optó por sentarse junto a su madre sin decir nada. María, al percatarse de su presencia, tomó su mano suavemente, como solía hacerlo cuando era niña.—¿Cómo está Lisandro? —preguntó María, rompiendo el incómodo silencio.Carolina apretó los labios y luego respondió con sinceridad.—Luchando. Está haciendo todo lo posible por salir adelante.María asintió lentamente, sus ojos aún fijos, en algún punto indeterminado del jardín. El silencio regresó entre ambas, esta vez más denso, como si las palabras que querían de
La tensión en la casa era palpable. Carolina no podía dejar de pensar en la extraña reacción de su madre al ver a Leandro, y las palabras enigmáticas de este resonaban en su mente. Decidida a llegar al fondo del asunto, se dirigió a la habitación de María.Golpeó suavemente la puerta. —Mamá, ¿puedo pasar? —preguntó con voz suave.Hubo un momento de silencio antes de que María respondiera con voz temblorosa.—Adelante, hija.Carolina entró y encontró a su madre sentada en la cama, con una expresión de angustia en su rostro. Se sentó a su lado y tomó su mano.—Mamá, necesito que me digas la verdad. ¿Qué está pasando? ¿De dónde conoces a Leandro?María cerró los ojos y respiró profundamente antes de hablar.—Carolina, hay cosas de mi pasado que nunca te conté. Cosas que quise dejar atrás para protegerte.—¿Protegerme de qué, mamá? —insistió Carolina.María la miró con ojos llenos de lágrimas.—De la verdad sobre tu padre... y sobre quién es él realmente.Carolina sintió que el corazón l
Enrico condujo hasta la casa de Carolina; su mente era un torbellino de emociones. La ira, la confusión y el dolor se mezclaban en su interior mientras repasaba mentalmente las preguntas que quería hacerle a María. ¿Por qué los había abandonado? ¿Por qué no le dijo la verdad cuando lo vio?Al llegar, encontró a María en el jardín, regando unas flores. Por un momento, la imagen de la mujer mayor, tranquila y apacible, contrastó con la tormenta que rugía dentro de él. Respiró hondo, intentando calmarse, antes de acercarse.—María —llamó, su voz tensa.Ella se giró, sorprendida por su presencia. Al ver su expresión, la sonrisa de bienvenida se desvaneció de su rostro.—Enrico... ¿Qué haces aquí? —preguntó, un temblor apenas perceptible en su voz.Él sacó los resultados del análisis de su bolsillo y los agitó frente a ella.—Creo que es hora de que hablemos, ¿no crees? —dijo, su tono cargado de amargura—. ¿O prefieres seguir fingiendo que no eres mi madre?María palideció, dejando caer la
Carolina se llevó una mano a la boca, ahogando un sollozo. Todo lo que creía saber sobre su vida, sobre su familia, se estaba desmoronando frente a sus ojos. Se tambaleó, sintiendo que el suelo se movía bajo sus pies. La revelación de que Enrico era su hermano la golpeó con la fuerza de un tsunami, dejándola sin aliento."No... no puede ser verdad", pensó, negando con la cabeza. Pero al mirar a su madre, vio la culpa y el arrepentimiento escritos en su rostro.—Mamá... ¿Es cierto? —preguntó, su voz apenas un susurro.María asintió lentamente, las lágrimas corriendo por sus mejillas.—Sí, es verdad. Lo siento tanto, hija. Enrico es tu hermano mayor. Nunca quise que las cosas fueran así.Carolina se tambaleó, sintiendo que las piernas le fallaban. Enrico, a pesar de su propia ira y confusión, se acercó instintivamente para sostenerla.—Siéntate —dijo, guiándola hacia un banco cercano—. Creo que todos necesitamos escuchar la historia completa.María los miró a ambos, sus hijos, juntos po