Penélope se acomodó en la silla y sonrió cuando la videollamada conectó. Lo primero que vio fue el rostro pequeño y hermoso de Dominick.—¡Hola, Penny! —saludó Lily, reemplazando al pequeño.—Hola, preciosa, ¿cómo estás?—Muy bien, salí temprano para ir con Fénix al hospital —le informó la pequeña, dándole besitos en la frente de Dominick.—¿Al hospital? —preguntó, un poco sorprendida.—Fue un chequeo de rutina, nada de qué alarmarse, Penny. El doctor dijo que Dom estaba muy bien.Un ligero alivio se adueñó del corazón de Penny. Dominick había sido dado de alta del hospital dos semanas atrás y no había tenido que regresar, por lo que fue imposible no preocuparse al escuchar a Lily. Estaba segura de que, si la niña no lo hubiese mencionado, Fénix se lo habría ocultado.—¿Cómo estás tú? ¿Cómo va el embarazo?Penny vio a Fénix colocar al niño en la cuna y a Lily jugar con él. Se alegró de que los tres estuvieran muy bien. Habían transcurrido dos meses desde que se despidió de ellos, y lo
Los latidos del bebé eran como el aleteo de las alas de un pájaro, convirtiéndose en una preciosa melodía que tocaba cada fibra de su ser. No había palabras para expresar todo lo que sentía en ese momento tan único y especial, y menos con los ojos de Penélope mirándolo con tanta ternura.—¿Lo escuchas? —murmuró ella, sin poder ocultar la emoción en su voz y la alegría de ver cómo la expresión de Theo cambiaba, de fría a cálida.Theo asintió lentamente. El nudo en la garganta y las emociones le impedían expresarse con libertad; tomó la mano de Penélope y le dio un fuerte apretón. Sus labios apenas se abrieron.—Gracias —pronunció en un susurro. Estaba sobrecogido por los sentimientos que formaban una tormenta en su corazón mientras las barreras que había levantado para no acercarse demasiado a Penélope se desmoronaban sin ninguna resistencia. De alguna manera, sentía que ese momento los había conectado irremediablemente.Cuando el sonido se desvaneció, el silencio se instaló en la habi
Si descansar después del paseo fue difícil para Penny, dormir esa noche luego de sentir los labios de Theo besando su vientre fue imposible. Aun con las horas avanzadas, podía sentir la calidez de sus labios atravesando su ropa. El corazón le latía demasiado rápido para permanecer acostada; sentía que iba a ahogarse, y lo peor era la emoción. Esos sentimientos no debería sentirlos ni por el padre, ni por el hijo…A la mañana siguiente, con el rostro cuidadosamente maquillado para cubrir las ojeras bajo sus ojos y llena de expectativas, Penny bajó peldaño por peldaño hasta la sala. No sabía con qué iba a encontrarse al llegar al comedor; era una montaña rusa de probabilidades. No sabía si Theo volvería a encerrarse en su caparazón o sería el hombre dulce de anoche. Lo que sinceramente no esperó fue encontrar el comedor vacío y con un único lugar puesto en la mesa.Un nudo se le subió a la garganta; era demasiado bueno para ser verdad, pensó casi con amargura. Con un suspiro se sentó y
Callista no necesitaba preguntarse quién era la mujer de la foto. No era otra que Penélope Clark, pero al parecer Theo se había dado cuenta de la presencia de los medios y la cubrió con su cuerpo.—¿La conoces? —preguntó Cole, formando un pequeño triángulo con sus dedos, colocándolos entre su boca y nariz.—Sí.—¿Y lo dices así, tan tranquila? Te acercaste a mí para proponer a Theo como mi yerno.—Recuerdo que me dijiste que nada era más importante para ti que la felicidad de tu hija y que no querías que estuviera en una posición como la mía: casada con un hombre al que no amara.Cole se movió inquieto en la silla, perdiendo un poco de ese control que siempre lo caracterizaba.—Quiero mucho a Melina, Cole. Pero no puedo tomar decisiones sobre su vida. Cuando pensé en ella para ocupar el lugar de Nereida en la vida de Theo y convertirse en madre de mi sobrino, lo dije muy en serio; pero tu negativa me hizo replantearme las cosas.Incapaz de continuar sentado, Cole se levantó y se acerc
Después del íntimo momento que compartieron en la cocina, entre risas y confesiones, Penélope creyó que Theo se distanciaría nuevamente, tal como sucedió la última vez después de visitar al obstetra. Sin embargo, Theodoros la sorprendió a la mañana siguiente esperándola para desayunar en el jardín, y así fueron los días siguientes.Penélope se sentía cada vez más cerca de Theo; no obstante, sabía que la razón era el vínculo que el magnate griego deseaba formar con su bebé. Aun así, le resultaba imposible dominar sus emociones y controlar los latidos alocados de su corazón cada vez que Theodoros estaba cerca. Le bastaba con percibir el aroma de su perfume o escuchar sus suaves pisadas al entrar a su habitación para experimentar sensaciones que jamás había sentido por nadie.Sabía que sus sentimientos eran errados, y que sufriría si continuaba alimentándolos. Pero ¿qué podía hacer para evitar a Theo? Vivían en la misma casa y compartían tiempo por el bien del niño. ¡Era imposible levant
Penélope apartó el episodio de Callista de su mente y volvió junto a Theo, que la esperaba en el jardín sin moverse de allí. Ni siquiera pensó en contarle sobre su encuentro; ¿para qué arruinar el día?—Estoy lista —dijo, haciendo que el magnate se girara para verla.Theo asintió; sus ojos recorrieron la figura de Penny. El vestido que eligió dejaba ver su vientre de casi veinte semanas, lo que le recordó que el obstetra había mencionado que ya era el momento perfecto para conocer el sexo del bebé.La emoción lo tomó por sorpresa, y sin detenerse a pensar, tomó la mano de Penélope. Ella se estremeció, pero no soltó la mano de Theo. Juntos caminaron hasta el auto, y, como todo un caballero, él la ayudó a subir y a colocarse el cinturón de seguridad. Su cercanía agitaba a Penélope; sus constantes toques le mojaban las bragas, y eso que ninguno tenía esa intención.—¿Estás bien? —le preguntó cuando se subió a su lado—. Te ves un poco agitada.—Es la emoción. ¿A dónde me llevarás? —pregun
Penélope sabía que esto era un error que podía costarle su corazón y su estabilidad emocional. Este límite era uno de los que no debía atravesar; sin embargo, no tuvo el valor ni el coraje para rechazar el beso de Theodoros Xenakis.Su lengua era demasiado provocativa; sus labios, una adicción de la que no quería verse libre. Abrió la boca y correspondió al beso como si su vida dependiera de ese momento. Todo su cuerpo reaccionó a la pasión con la que era besada, y, aunque tenía miles de preguntas y miedos, los hizo a un lado, entregándose al placer.Las manos de Theo se aferraron a la cintura de Penélope sin apretarla demasiado contra su cuerpo. El vientre de ella les impedía ser más cercanos, pero no podían estar más conectados que en ese momento.Theo sabía que esto era una locura, pero resistir fue imposible. Los labios de Penélope fueron una invitación que no pudo rechazar. Las emociones lo arrastraron en un torbellino de incontrolable placer. Su corazón latía agitado en el pecho
—¿Qué haces aquí, Cole? —preguntó. Su voz sonó ronca por el llanto, aunque trató de disimularlo, era imposible. Sentía la garganta en llamas; quería gritar y patalear, como aquella vez cuando recibió la noticia de la muerte de su hija; sin embargo, se obligó a serenarse.—Es lo mismo que te pregunto yo, Callista. ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que estás haciendo? ¿Por qué insistes en lastimarte? —preguntó. La preocupación en su voz molestó a Callista.—¿Por qué no debería estar en este lugar? Aquí descansan los restos de mi hija —respondió, apartándose de los cálidos brazos de Apolo, sintiendo el frío que la sacudió, golpeándola con tanta fuerza que se tambaleó.—¡Callista!Cole se apresuró a sostenerla, pero Apolo fue más rápido y la tomó entre sus brazos, pegándola a su pecho, ganándose una mirada de recelo por parte del hombre.—No sé qué intenciones tengas con Callista —dijo—, pero te recuerdo que ella y yo hemos sido amigos de toda la vida; no tienes más derecho que yo de estar aquí.