Callista no necesitaba preguntarse quién era la mujer de la foto. No era otra que Penélope Clark, pero al parecer Theo se había dado cuenta de la presencia de los medios y la cubrió con su cuerpo.—¿La conoces? —preguntó Cole, formando un pequeño triángulo con sus dedos, colocándolos entre su boca y nariz.—Sí.—¿Y lo dices así, tan tranquila? Te acercaste a mí para proponer a Theo como mi yerno.—Recuerdo que me dijiste que nada era más importante para ti que la felicidad de tu hija y que no querías que estuviera en una posición como la mía: casada con un hombre al que no amara.Cole se movió inquieto en la silla, perdiendo un poco de ese control que siempre lo caracterizaba.—Quiero mucho a Melina, Cole. Pero no puedo tomar decisiones sobre su vida. Cuando pensé en ella para ocupar el lugar de Nereida en la vida de Theo y convertirse en madre de mi sobrino, lo dije muy en serio; pero tu negativa me hizo replantearme las cosas.Incapaz de continuar sentado, Cole se levantó y se acerc
Después del íntimo momento que compartieron en la cocina, entre risas y confesiones, Penélope creyó que Theo se distanciaría nuevamente, tal como sucedió la última vez después de visitar al obstetra. Sin embargo, Theodoros la sorprendió a la mañana siguiente esperándola para desayunar en el jardín, y así fueron los días siguientes.Penélope se sentía cada vez más cerca de Theo; no obstante, sabía que la razón era el vínculo que el magnate griego deseaba formar con su bebé. Aun así, le resultaba imposible dominar sus emociones y controlar los latidos alocados de su corazón cada vez que Theodoros estaba cerca. Le bastaba con percibir el aroma de su perfume o escuchar sus suaves pisadas al entrar a su habitación para experimentar sensaciones que jamás había sentido por nadie.Sabía que sus sentimientos eran errados, y que sufriría si continuaba alimentándolos. Pero ¿qué podía hacer para evitar a Theo? Vivían en la misma casa y compartían tiempo por el bien del niño. ¡Era imposible levant
Penélope apartó el episodio de Callista de su mente y volvió junto a Theo, que la esperaba en el jardín sin moverse de allí. Ni siquiera pensó en contarle sobre su encuentro; ¿para qué arruinar el día?—Estoy lista —dijo, haciendo que el magnate se girara para verla.Theo asintió; sus ojos recorrieron la figura de Penny. El vestido que eligió dejaba ver su vientre de casi veinte semanas, lo que le recordó que el obstetra había mencionado que ya era el momento perfecto para conocer el sexo del bebé.La emoción lo tomó por sorpresa, y sin detenerse a pensar, tomó la mano de Penélope. Ella se estremeció, pero no soltó la mano de Theo. Juntos caminaron hasta el auto, y, como todo un caballero, él la ayudó a subir y a colocarse el cinturón de seguridad. Su cercanía agitaba a Penélope; sus constantes toques le mojaban las bragas, y eso que ninguno tenía esa intención.—¿Estás bien? —le preguntó cuando se subió a su lado—. Te ves un poco agitada.—Es la emoción. ¿A dónde me llevarás? —pregun
Penélope sabía que esto era un error que podía costarle su corazón y su estabilidad emocional. Este límite era uno de los que no debía atravesar; sin embargo, no tuvo el valor ni el coraje para rechazar el beso de Theodoros Xenakis.Su lengua era demasiado provocativa; sus labios, una adicción de la que no quería verse libre. Abrió la boca y correspondió al beso como si su vida dependiera de ese momento. Todo su cuerpo reaccionó a la pasión con la que era besada, y, aunque tenía miles de preguntas y miedos, los hizo a un lado, entregándose al placer.Las manos de Theo se aferraron a la cintura de Penélope sin apretarla demasiado contra su cuerpo. El vientre de ella les impedía ser más cercanos, pero no podían estar más conectados que en ese momento.Theo sabía que esto era una locura, pero resistir fue imposible. Los labios de Penélope fueron una invitación que no pudo rechazar. Las emociones lo arrastraron en un torbellino de incontrolable placer. Su corazón latía agitado en el pecho
—¿Qué haces aquí, Cole? —preguntó. Su voz sonó ronca por el llanto, aunque trató de disimularlo, era imposible. Sentía la garganta en llamas; quería gritar y patalear, como aquella vez cuando recibió la noticia de la muerte de su hija; sin embargo, se obligó a serenarse.—Es lo mismo que te pregunto yo, Callista. ¿Qué haces aquí? ¿Qué es lo que estás haciendo? ¿Por qué insistes en lastimarte? —preguntó. La preocupación en su voz molestó a Callista.—¿Por qué no debería estar en este lugar? Aquí descansan los restos de mi hija —respondió, apartándose de los cálidos brazos de Apolo, sintiendo el frío que la sacudió, golpeándola con tanta fuerza que se tambaleó.—¡Callista!Cole se apresuró a sostenerla, pero Apolo fue más rápido y la tomó entre sus brazos, pegándola a su pecho, ganándose una mirada de recelo por parte del hombre.—No sé qué intenciones tengas con Callista —dijo—, pero te recuerdo que ella y yo hemos sido amigos de toda la vida; no tienes más derecho que yo de estar aquí.
Theodoros ni siquiera se molestó en profundizar lo que sintió al ver a Penélope en los brazos de Alexis Katsaro, no cuando fue evidente que el hombre apenas logró sostenerla.—¿Qué le ha pasado? —preguntó, apartando a Alexis y arrodillándose junto a Penélope, desmayada sobre el sillón.—¡No lo sé! Me acerqué para conversar con ella; tenía el rostro pálido y le pregunté si se sentía bien —explicó, preocupado.—¡Llama a un médico! —gritó Theo, sosteniendo la mano de Penny entre sus fuertes manos, las mismas que temblaban con el temor de que algo le sucediera a ella o al bebé—. ¡Date prisa! —urgió al ver que Alexis continuaba parado a su lado, inmóvil como una estatua.El hombre se apresuró a dejar la terraza mientras Theo acariciaba el rostro de Penélope, fijándose en la palidez de su cara y la pérdida de color en sus labios. Verla así fue un déjà vu para Theodoros; fue inevitable recordar la primera vez que Nereida se desvaneció entre sus brazos. En aquel momento, ilusionado, creyó que
Los rayos del sol alumbraron el majestuoso mar Egeo, anunciando la llegada de un nuevo día, un nuevo comienzo.Penélope había tomado una difícil decisión mientras escuchaba a Theo hablarle al viento. Sus sollozos fueron como dagas abriéndole el corazón, llenándola de un dolor que no necesitaba sentir. Por ese motivo deseaba alejarse de Theodoros; era mejor para el bien de ambos. Necesitaba proteger su propio corazón.Penélope respiró profundo, su vista perdida sobre las aguas del mar que se movían suavemente, ajenas a la tormenta que ella liberaba en su interior. Debía volver a California cuanto antes y olvidarse de Theodoros Xenakis para siempre.—Estás despierta.Penélope cerró los ojos al escuchar la voz de Theo y los suaves pasos acercándose a ella, deteniéndose a una distancia prudente, lo cual agradeció.—Tenemos que hablar, Theo —dijo, armándose de valor.—También lo creo necesario —aceptó él, retomando su caminar.Penélope apretó los labios al sentir la presencia de Theo a su
Los rayos del sol se filtraban por el gran ventanal de la lujosa habitación. Callista se movió, enredada entre las suaves sábanas de seda, cubriéndose el rostro con la mano para evitar la intensa luz y las cálidas caricias del astro rey sobre su piel.La cabeza le zumbaba de dolor, como si miles de legiones marcharan dentro de ella, haciendo que cada pensamiento doliera. Y no era para menos: luego de salir del cementerio, no fue capaz de volver a casa ni de refugiarse en el trabajo, como tantas otras veces.No, esta vez había elegido emborracharse, buscando que el alcohol mitigara el dolor en su corazón. La traición de Cole no le dolía por lo importante que él había sido en su vida, sino porque él sabía cuánto significaba su hija para ella. Aun así, decidió mentirle y decirle que había muerto junto a su familia hacía veinte años.Los recuerdos reabrieron e hicieron sangrar de nuevo sus heridas. Callista habría perdonado todo, menos que le mintieran sobre su hija. Elena era sagrada.Vo