—Oh mi diosa hecha mujer —Auguste la abrazaba con fuerza—, más de un mes separado de ti ha sido una tortura. Entregarme a los brazos de la muerte debe ser más fácil que afrontar cada día sin ti.

—Auguste hablamos todos los días —sonrió Liana mientras Auguste la llenaba de besos en el rostro—, no exageres.

—Es un alivio tener un par de días libres, desde el ataque ha sido todo tan caótico —Auguste la cargo para depositarla en su cama, Liana soltó una risotada mientras el se posicionaba a su lado—, no tuvieron ni un segundo de compasión de mi pobre cuerpo, me hicieron trabajar desde el segundo que aparecí en la manada.

—Gracias a nuestra diosa que estaba tu padre ahí para suplantarte —respondió Liana acariciando su rostro y repasando delicadamente sus pobladas pestañas—, tuviste tres días aquí antes de poder volver.

—Si no hubiera sido por la reunión de manadas, todo estaría peor —Auguste resoplo—, estoy cansado y apenas tengo un poco más de un año de alfa.

—Lo sé —Liana hundió su rostr