Skyler no sabía si preguntar, si quedarse callada o si tan siquiera era bueno saber por qué había tanto revuelo últimamente en la mansión. Y era que para ella nombres como Ruben Easton, Franco Garibaldi o Rodrigo de Navia no significaban nada.
Sin embargo parecía que eran muy importantes para Eric, porque Skyler corría la cortina de su ventana y lo veía salir muy temprano cada día. Por fin una semana después, una caravana de varios autos entró por la verja principal, y cuando Skyler se dispuso a darle su paseo matutino a Diana, para que tomara un poco de sol en el jardín, se encontró a Silas apostado en su puerta.
—Hoy no, Skyler —dijo el hombre sin perder la familiaridad—. Es mejor que Diana y tú no salgan hoy.
—¿Por qué no? ¡Nadie las va a morder! —dijo una voz risueña a sus espaldas y Skyler pudo ver a una mujer mayor, de cabello blanco y corte sofisticado.
Se le notaba a kilómetros que era una dama, y a juzgar por la forma en que Silas miraba al s
«Si mueres, tu mujer será mi mujer, y tu hija será mi hija». Aquellas palabras seguían repitiéndose en la mente de Skyler mientras corría en silencio hacia su habitación. Pasó junto a Silas sin decir una sola palabra, y se detuvo de golpe frente a la cuna de su hija, intentando controlarse, porque era una bebé, y no podía transmitirle aquella carga de desesperación. Diez minutos después alguien empujaba la puerta de su habitación y Skyler se giró para encontrarse con el rostro sereno de Katerina. —¡¿Qué diablos fue eso?! —gritó Skyler y ella negó. —Tienes que calmarte, querida. No fue nada malo lo que sucedió… —¿Cómo que no? ¡Eric acaba de vendernos! —sollozó la muchacha. —Al contrario, acaba de conseguir para ustedes la mayor protección que hay, y es someter al próximo Conte de la ´Ndrangheta a una deuda de honor. No se hará efectivo si Eric no muere. Pero si por alguna desgraciada suerte lo mataran… tú y tu
Podía morirse allí mismo, morir y resucitar a sus pies mientras los brazos de Skyler estuvieran alrededor de él. Su cuerpo se quedó rígido por un momento mientras dudaba si devolverle o no aquel abrazo, pero la respiración caliente de Skyler sobre su pecho era horriblemente intoxicante, y Eric terminó rodeándola y apretándola contra él con gesto posesivo.—No soy tan fácil de matar, chiquilla…—¡Júramelo! —insistió ella y Eric pudo sentir las pequeñas lágrimas contra su piel—. ¡Tú no puedes… nosotras… no te puede pasar nada…!Sabía que estaba tentando su infierno, pero Eric no pudo evitar sostener su cara entre las manos y mirarla a los ojos.Era absurdamente bonita, suave y pequeña.—¡M@ldición, chiquilla…! —murmuró con lo
Tenía que olvidarse de todo, Skyler lo sabía, tenía que levantar la cabeza y seguir adelante, pero no era fácil. Sabía que aquella ansiedad que jamás se le pasaba, no se iría así como así. Seguía esquivándolo, alejándose de él… y sabía que Eric intentaba lo mismo… pero ¿qué otra cosa podían hacer?¿Dejarse arrastrar por todo lo que sentían? ¡No… no podían…!Sin embargo no tardaron demasiado en descubrir que conforme pasaban los días, más difícil era evitar encontrarse, y en lo que sí estaban perfectamente de acuerdo, era en que su hija estaba primero que los dos.Debían ser casi las seis de la tarde, un par de semanas después, cuando Skyler miró la pantalla del termómetro digital y abrió la puerta de su habitación.
—¿Estás bien?Era una pregunta estúpida, muy estúpida, Skyler habría querido gritárselo en la cara, pero Diana seguía entre ellos dos, así que no podía. No estaba bien. La estaba tocando, y aquellas dos manos sobre su espalda baja eran más que suficientes para hacerla contener el aliento cada dos segundos, simplemente porque no podía olvidar todas las otras veces que la habían tocado.—Sky…—¿Podemos intentar acostarla? —pidió sin mirarlo.—No, va a empezar a llorar en menos de cinco minutos, ya le toca el biberón.Skyler recordó que las noches eran su área, y como si fuera un brujo, en cinco minutos Diana empezó a llorar. Eric le dio sus gotas para la fiebre y luego el biberón, y ya satisfecha la beba se quedó dormida muy pronto.—Si quieres puedes ir a dor&hel
Tres meses despuésSkyler se sentó en el alfeizar de su ventana, mirando el celular como si esperara que cobrara vida de repente.Tres meses habían pasado desde que Eric se había ido “a trabajar”, y por más que a ella le doliera, entendía que lo hacía por los dos. No era como si no hubieran traspasado ya todas las líneas posibles, pero al menos antes era porque no lo sabían.Cada día Silas tomaba fotos y videos de Diana para él, y Skyler solo podía imaginar lo difícil que estaba siendo para Eric estar lejos de su hija.A su mente volvieron una a una las palabras de Katerina. Había visitado a menudo la mansión Orlenko en esos meses, y había entendido por qué aquella mujer era como era: le habían robado a su hija recién nacida y le había tomado veintitrés a&ntil
Para los neófitos, una pelea clandestina organizada por el Hellhound era un acontecimiento no solo en Ucrania, sino también en Europa. solo se podía entrar por una invitación especial y los que la obtenían eran más que privilegiados. Hacía más de un año que Eric no organizaba ninguna, pero si Katerina Orlenko le había pedido que la ayudara con algo así, no podía rehusarse.Ella había estado ahí para él desde el mismo segundo en que lo había conocido. El primer cargamento de coca que le había comprado a los colombianos y con la que había tomado el control de los clubes de Ucrania, había salido de un préstamo suyo. Así que para Eric Hellmand, Katerina Orlenko, sus trillizos y su recién encontrada hija, eran personas a las que no podía negarles nada.Su regreso a Ucrania fue silencioso, y se quedó en
Estaba frente a él, con el agua corriendo hasta el suelo y tan desnuda como…—¡Maldición! —gruñó salvando ante su cara espantada los dos metros que los separaban y empotrándola contra la pared.La había extrañado hasta el infinito y más allá, y que lo primero que viera de ella fuera su cuerpo debajo de la ducha, no ayudaba en nada a calmar aquella ansiedad. Su boca le supo a cielo abierto, y sus manos rozaron las caderas de Skyler antes de cerrarse sobre sus nalgas y apretarla contra él con un gruñido.Por unos segundos, pocos y fugaces, Skyler olvidó quién era, lo que hacía allí, incluso que estaba completamente desnuda entre la fría losa del baño y el cuerPo caliente de Eric; pero algo, quizás su parte más odiosa y traicionera, le recordó que era muy posible que él hubiera hecho exactamente
Para Eric recibir una llamada de Katerina no era una cosa extraña; pero ser recibido en la mansión Orlenko, en medio de aquella seriedad, definitivamente indicaba que algo iba muy mal.Finalmente solo se encerraron Katerina, Kolya y él, y el trillizo puso una tableta frente a sus ojos.Para quienes no lo conozcan, vale aclarar que Kolya Orlenko era el mejor hacker de su generación, casi tan bueno como Mateo de Navia… aunque los dos serían superados varios años después por uno de los gemelos de Nina. ¡Pero esa es otra historia!Habiendo dicho esto, Eric tenía plena confianza en las capacidades de Kolya, y sobre todo confiaba en él como persona. Aunque en verdad no podía recordar que le hubiera encargado investigar sobre los Hellmand, aquellas dos caras prometían noticias impactantes.Le puso atención a los archivos que le mostraban y contuvo la respiració