Eric le dio un abrazo a Kolya apenas lo vio. No le sorprendía que hubiera acompañado a Skyler, estaba seguro de que los Orlenko no iban a quedarse cruzado de brazos si él desaparecía.—Te veo entero —sonrió el trillizo.—¡Entero y cabreado!... y con muchas ganas de largarme a mi casa y ver a mi hija —contestó Eric—. Así que me encantaría irme lo más pronto posible.—Bueno, la buena noticia es que el avión en que vinimos está listo —se aventuró Kolya, sin embargo la mirada fría en los ojos de Eric le dijo que no era eso lo que lo detenía—. Pero tú no has terminado.—No, no he terminado —gruñó él poniéndose una playera negra que había en un bolso en la cajuela de la camioneta—. Sé que si están aquí es porque lograron rastrearme ustedes solos, pero ¿de casualidad no los contactó un hombre llamado Mike? —lo interrogó.—Mike Telher, sí —dijo Kolya—. Nos llamó para avisar que había dejado su celular en la cajuela para que pudiéramos rastrearlo.—¿Sabes dónde está?Kolya asintió.—También hi
Debían ser las dos de la madrugada cuando atravesaron la verja de la mansión, pero si esperaban tranquilidad y respeto, lo que se encontraron fue una fiesta en toda regla, con la música a todo volumen y todo el mundo desatado, ¡Katerina la primera!—¿Y esto qué es? —murmuró Eric, descolocado—. ¿Están celebrando la boda sin los novios?—Bueno, avisé con tiempo que habíamos salvado tu lindo trasero —dijo Kolya llegando junto a él—, así que evidentemente todos están celebrando que vamos a tener Hellhound para rato. ¡No te quejes, no hay mayor felicidad para un hombre que estar rodeado de amigos que le beban sus botellas caras!Eric levantó una ceja divertida, porque aquello sí que no se lo esperaba; incluso Ruben estaba bailando pegadito con su esposa, Grillo correteaba a la suya por todo el jardín, y Yuri se postraba a los pies de una silla vacía para pedirle matrimonio.—Alguien debería decirle que Leisy Fisterra está en la silla de al lado —se rio Skyler.—¡Mi cachorro! —exclamó Kater
Skyler estaba todavía rendida del sueño cuando Eric se levantó sigilosamente de la cama. Verificó que Diana también siguiera durmiendo y bajó las escaleras hacia el jardín, donde aquella tropa de ebrios felices roncaba a pierna suelta. —¡Levántense, caraj0! —gritó y Aleksei, que estaba más cerca, se paró tan rápido que se echó media copa de vino encima. —¿Qué pasó? ¿Qué fue…? —¿Qué fue? ¿¡Qué fue!? ¡Que me caso hoy y ustedes tienen el recinto de mi boda hecho un asco! —rezongó—. ¡Empiecen a limpiarlo todo! ¡Ya! Y si alguien pensaba que aquellos capos de la mafia, señoras de la negociación y genios malvados ibas a protestar, era porque no le había visto la cara a un psicópata enamorado. En menos de una hora ya habían recogido aquel desastre, y en menos de dos ya tenían flores nuevas, músicos nuevos, y toda aquella banda de locos estaban bajo las duchas, en sesiones individuales o por pareja, para ponerse presentables. —¿Se puede hacer una boda en el desayuno? —preguntó Ruben, desp
Dos años despuésSkyler se acurrucó en el alfeizar de la ventana, porque estaba nevando afuera y se veía hermoso. Abajo en el jardín, Diana correteaba en la nieve junto con Victoria, la nena de los Orlenko, y sus cuatro perros.—Silas, ¿cómo va la operación Cachorro? —preguntó Skyler hablando por la radio y lo vio girarse hacia la ventana y levantar el pulgar.—¡Maravilloso! Pero estas son horas extra, jefa, te las voy a cobrar.Skyler sonrió, porque ya sabía con qué.—Está bien, está bien, te voy a dar los números de todas mis amigas.—¡Todas tus amigas están casadas, mujer perversa! ¡Mala jefa, mala jefa!—Bueno, ya ya, te consigo una novia… te lo prometo —rio.—¡Vale, te voy a tomar la palabra!Skyler puso a un lado la radio y se quedó viéndolos unos minutos más. Habría querido estar ahí con ellos, pero la verdad era que no se sentía bien. Las dos últimas semanas las había pasado con mucho sueño y un hambre de loba siberiana que casi había preocupado a Eric.El asunto era que no qu
Cinco años después.Skyler se apoyó en el marco de la puerta de su habitación y sonrió al ver que le habían quitado la cama. Estaba apenas amaneciendo, y ya sus hijos le habían hecho un asalto despiadado. Diana tenía ocho y los gemelos tenían casi cinco años ya. Un par de varoncitos preciosos, y no tenía ni idea de a quién habían salido porque eran los niños más tranquilos que Dios había hecho. Diana, por otro lado, era un volcán.—Ya sabemos quién acabará dirigiendo la mafia ucraniana —murmuraba Eric.—Exacto, y luego enredará a Massimo, el de Franco, y acabará dirigiendo también la ´Ndrangheta —se había reído Skyler, pero la realidad era que esa princesa de ocho años tenía el mismo carácter de demonio de su padre, la frialdad calculadora de cualquiera de sus tías Orlenko.En el medio de la cama estaba Eric, con un gemelo durmiendo bajo cada brazo y su hija durmiendo sobre las almohadas, con la cabeza sobre su pecho. Hacían eso cada mañana, pasar los últimos minutos de sueño con su p
Dos años después.Eric cerró los ojos cuando sintió aquel líquido caliente corriendo por su pierna, y su grito resonó en toda la mansión.—¡Dianaaaaaaaaa!La niña asomó en su vestido de fiesta, porque estaba cumpliendo años y sonrió de oreja a oreja.—¿¡Por qué tu maldit0 perro me está orinando encima!? —gruñó y su hija se encogió de hombros con una expresión de inocencia.—¡No lo sé, papá! ¡Está de un desobediente últimamente…!—Mira, princesa, te lo creería si no le hubiera contratado yo mismo un entrenador al perro y supiera que solo te hace caso a ti —sentenció su padre—. Así que voy a reformular mi pregunta: ¿Por qué mandaste a tu perro a que me orinara?Diana sacó el labio inferior con una mueca.—Escuché cuando le dijiste a mamá que no querías que aprendiera a disparar.—¡Eres una mocosa de diez años! —replicó su padre.—¡Mis hermanos son más chiquitos y ya saben disparar! —replicó Diana cruzándose de brazos, enojada.—¡Son pistolas de juguete, Diana!—¡Pues yo también las quie
TENTACIONES PROHIBIDAS O ATRAPADADos obras de Valeria AdamsBestseller del New York TimesNúmero uno en el ranking de ventas por once semanas.Valeria sonrió cuando vio el cartel al final del set de filmación.Su amiga se había empeñado en hacer todo un debate entre aquellas dos novelas de la saga Señores de la Mafia. A Valeria le gustaban las dos por igual, pero al parecer las lectoras de dividían entre el amor de aquellos dos capos.—¡Vaaaaallll! —la periodista entró gritando al set apenas dieron la orden de grabar, y ella sonrió abrazándola—. ¡Qué feliz estoy de verte! ¡Hay que ver que te tomaste tu tiempo para darnos la nueva novela de la serie! ¡Qué injusto!—¿Estás bien de la cabeza? ¡Estaba escribiendo dos novelas a la vez! —rio Valeria—. Apenas duerno, olvido que alimentarme es vital para mi subsistencia… ¡de hecho tengo suerte de que me baño y todavía no me como el jabón!Las dos rieron a carcajadas, pero su amiga señaló al set, donde una nena preciosa jugaba con su nana,
Eric escuchó el grito de su madre resonando a través de los pasillos de Hellmand Hall, la residencia ancestral de su familia, y se lanzó de la cama porque había jurado que la próxima vez no lo dejaría pasar.Eric ya no era un niño, y ya no le tenía miedo a su padre. Empujó la puerta de su habitación con el hombro y el dolor del golpe desapareció justo en el momento en que vio a su madre acurrucada en el suelo, hecha un ovillo lastimado entre las piernas de su padre.El puño de Eric se fue directo a su mandíbula, y lo vio rodar por el suelo. Había crecido para ser un hombre diferente, o eso quería creer, pero verlo golpear a su madre ya era más de lo que podía soportar. Lo alcanzó en el suelo, se sentó a horcajadas sobre él y descargó su puño contra su nariz. Tormen Hellmand era u