Dos horas.
El infierno había sido un lugar, una persona, un sentimiento… pero hasta ese instante Eric Hellmand no sabía que el infierno también se podía medir en tiempo.
Dos horas.
Andrei y Silas se miraban de cuando en cuando.
Eric tenía la espalda apoyada en una pared, los brazos cruzados y la vista clavada en el suelo. Dos horas sin moverse, parecía una maldita estatua y aunque no lo supieran, el resto de él estaba igual… sus pensamientos… sus sentimientos… todo.
La oscuridad siempre había estado ahí, alrededor de él, pero jamás se lo había tragado de aquella forma.
Todos los posibles desenlaces pasaron por su mente, cada uno más terrible que el anterior, y todos podían verse en su cara de tal manera que Andrei le quitó la pistola que llevaba Silas y se aseguró de llevar la suya también de regr
La felicidad tenía nombre… bueno, no, todavía no tenía, pero ver cómo aquella doctora sacaba la pequeña sonda por la boquita de su hija, dejándola libre para que chillara como Dios mandaba, era lo más parecido a la felicidad que Eric había conocido.La doctora le quitó el resto de los electrodos y Eric la vio temblar de la fuerza que hacía chillando, como un pequeño chihuahua furioso.—Ahora sí es hambre —aseguró la doctora con una sonrisa—. ¿Está listo?Eric se puso pálido, porque una cosa era abrazarla en la incubadora y otra muy diferente era cargarla.«¡Maldición…! Es más fácil ser un capo de la mafia…», pensó antes de asentir.La doctora le cambió el pañal a la bebé y luego se la puso en los brazos.—Es muy peque&nti
¿Cómo se podía pasar del cielo al infierno en un solo segundo?Fácil. Tan fácil como darse la vuelta y ver a Skyler parada en aquella puerta con los ojos llenos de lágrimas.Ninguno de los dos se movió, no podían. Solo se miraban como si el mundo que hubiera detenido en ese momento.Finalmente la puerta se abrió completamente y la doctora ayudó a Skyler a entrar.La muchacha se sentó en el sillón de la salita y Eric sintió que le temblaba el alma mientras se acercaba a ella.No supieron en qué momento la doctora se fue dejándolos solos, pero el silencio solo se rompió cuando la bebé empezó a gimotear.—Hora de conocer a mami, princesa… —murmuró y se la puso a Skyler en los brazos. Se estremeció al tocarla, y se mordió los labios cuando la vio las lágrimas al borde de sus
Eric hubiera deseado que el viaje durara dos días, pero media hora después ya estaban atravesando la caseta de seguridad de la mansión, y Silas guiaba a Skyler a su habitación.La muchacha se sorprendió al darse cuenta de que ya estaba preparada la cunita, y todo lo que Diana necesitaba lo tenía a mano. La acostó, porque venía dormidita y Silas le hizo un gesto de asentimiento.—Yo me quedo con ella —le dijo, pero antes de que Skyler saliera por la puerta la detuvo—. Oye… no sé lo que pasó entre ustedes y lo que haya pasado, lo lamento. Pero tienes que saber que para él no ha sido un camino de rosas.—Eres su amigo —respondió Skyler con suavidad—. Al menos en su camino de espinas tuvo a alguien, es más de lo que tuve yo.Y se fue de allí para no decirle otras cosas quizás más hirientes, porque al final
La alcanzó apenas… y no la sintió oponer resistencia porque parecía que no tenía fuerzas, después de todo hacía menos de una semana que la habían metido a un quirófano. La rodeó con sus brazos y la sostuvo por la cintura mientras con la otra mano sostenía sus brazos, porque estaba temblando de tal forma que parecía que iba a estallar de un momento a otro.—¡Sky…!—¡Dime que es mentira! —suplicó ella con un sollozo, pero sus ojos no se despegaban del dije de estrellita que Eric traía colgando del cuello, como si la hipnotizara—. ¡Por Dios te lo suplico… dime que es mentira!Eric la arrastró con él hacia el otro lado del escritorio, y presionó una tecla en el ordenador de mesa que hizo correr un video.—Tormen estuvo en esta casa por meses… por suerte o por desgracia hab&i
Eric cargó a su pequeña hija y le dio el biberón mientras la contoneaba por toda la habitación. Sobre la cama, Skyler estaba acurrucada con el edredón, probablemente más como una reacción al frío de la madrugada que a una decisión consciente. Hacía horas que dormía, desde que se había desmayado en sus brazos, y Eric no se atrevía a despertarla porque sabía que esa la única forma que tenía de lidiar con la realidad.La pequeña Diana no tardó nada en dormirse después de estar satisfecha, pero Eric no la devolvió a la cuna. Un extraño presentimiento le decía que no tendría las mismas oportunidades de cualquier otro padre para estar con ella.Y aquel presentimiento se hizo realidad en el mismo momento en que Skyler abrió los ojos y se sentó en la cama aturdida.Eric acostó a la beba y se
Los siguientes días fueron oscuros para Skyler, pero la presencia y la vivacidad de su hija era lo único que ayudaba a mantener bajo control aquel dolor lacerante de todo lo que habían descubierto.Ya no podía entender nada más fuera de que aquello la lastimaba. Todo lo que Eric le había hecho… no lo olvidaba, pero tampoco podía seguir odiándolo, simplemente porque eran dos condenados en el mismo infierno, y le había bastado ver aquel video una sola vez para darse cuenta de que Tormen los había manipulado a los dos.El maldito infeliz había tejido sus hilos para que se destruyeran el uno al otro y eso exactamente era lo que habían hecho. Lo que Skyler todavía no podía entender, lo que nadie podía entender, era por qué Tormen Hellmand los odiaba tanto. Quizás Eric tampoco fuera hijo suyo después de todo, pero la verdad era que en aquel mom
Skyler no sabía si preguntar, si quedarse callada o si tan siquiera era bueno saber por qué había tanto revuelo últimamente en la mansión. Y era que para ella nombres como Ruben Easton, Franco Garibaldi o Rodrigo de Navia no significaban nada. Sin embargo parecía que eran muy importantes para Eric, porque Skyler corría la cortina de su ventana y lo veía salir muy temprano cada día. Por fin una semana después, una caravana de varios autos entró por la verja principal, y cuando Skyler se dispuso a darle su paseo matutino a Diana, para que tomara un poco de sol en el jardín, se encontró a Silas apostado en su puerta. —Hoy no, Skyler —dijo el hombre sin perder la familiaridad—. Es mejor que Diana y tú no salgan hoy. —¿Por qué no? ¡Nadie las va a morder! —dijo una voz risueña a sus espaldas y Skyler pudo ver a una mujer mayor, de cabello blanco y corte sofisticado. Se le notaba a kilómetros que era una dama, y a juzgar por la forma en que Silas miraba al s
«Si mueres, tu mujer será mi mujer, y tu hija será mi hija». Aquellas palabras seguían repitiéndose en la mente de Skyler mientras corría en silencio hacia su habitación. Pasó junto a Silas sin decir una sola palabra, y se detuvo de golpe frente a la cuna de su hija, intentando controlarse, porque era una bebé, y no podía transmitirle aquella carga de desesperación. Diez minutos después alguien empujaba la puerta de su habitación y Skyler se giró para encontrarse con el rostro sereno de Katerina. —¡¿Qué diablos fue eso?! —gritó Skyler y ella negó. —Tienes que calmarte, querida. No fue nada malo lo que sucedió… —¿Cómo que no? ¡Eric acaba de vendernos! —sollozó la muchacha. —Al contrario, acaba de conseguir para ustedes la mayor protección que hay, y es someter al próximo Conte de la ´Ndrangheta a una deuda de honor. No se hará efectivo si Eric no muere. Pero si por alguna desgraciada suerte lo mataran… tú y tu