Sentía que se estaba ahogando, no podía ser de otra manera, porque la mujer que amaba, la madre de su hijo, la única debilidad que posiblemente tendría hasta el fin de sus días, se había convertido de repente en una mujer prohibida para él. Así que realmente no importaba si ella lo perdonaba o no, incluso si Skyler lograba olvidar que él era el hombre que más la había lastimado en el mundo, jamás podrían pasar por alto el hecho de que eran hermanos.
Se dejó caer en una silla, apoyando los codos en las rodillas, y se apretó los ojos con las palmas de las manos, porque de lo contrario se echaría a llorar como si fuera un niño.
—¿Silas…? —La voz lejana de Skyler llamó la atención de todos, y Eric se puso tras la pared al lado de la puerta, para que ella no pudiera verlo cuando Silas la abriera.
—¿
Eric estaba temblando y lo sabía, por eso mismo había cerrado la puerta del cuarto de cámaras, porque no podía dejar que nadie viera su reacción. Había tenido que hacer acopio de toda su entereza para no desmoronarse la última semana, y poco le había faltado para dormir en aquel mismo cuartucho.Miró el teléfono en su mano una vez más, mientras veía cómo Silas ponía otro celular en las manos de Skyler, y por un segundo surgía aquella sonrisa nerviosa en su rostro.
«Concéntrate… mira la cuna… mira la cuna…», pensó Skyler mientras doblaba mecánicamente la ropita de la bebé, pero la realidad era que su cabeza estaba muy lejos de allí.Había regresado momentáneamente a Hellmand Hall, a esos instantes en que Eric la acunaba y le decía «chiquilla», aunque eso era únicamente para ganarse su confianza.Pero no podía ser que el hombre que la estaba protegiendo fuera el mismo… ¡no podía ser…! Su corazón no podría soportar algo como eso…Su voz no era la misma, pero la forma en que lo había dicho le había despertado tantos recuerdos. Intentó despejar la mente, ordenar su habitación, que Silas había llenado de cosas hermosas para ella y para la bebé, pero aun así se sobresaltó cuando sonó aquel teléfono.<
Eric se quedó paralizado, mientras Skyler apretaba con fuerza la manija de la puerta, como si fuera lo único que la anclara a la realidad.—Sky…—¿Eras tú? ¿Todo este tiempo fuiste tú…? —sollozó ella y Eric apretó los dientes, mientras su rostro se ensombrecía.—Sí.Skyler se llevó una mano a la boca, cubriéndola con un gesto tembloroso y negó.—¿En la iglesia en Hellmand Hall… fuiste tú? —sollozó.—¡Yo tampoco sabía que eras tú! —replicó él—. No tuve idea hasta que llegaste con Silas, allá tenías siempre cubierta esa cicatriz…Skyler recordó que siempre llevaba una de las pulseras sobre ella, pero al final eso no importaba, nada importaba.—¿Cómo pudiste…?
Dos horas.El infierno había sido un lugar, una persona, un sentimiento… pero hasta ese instante Eric Hellmand no sabía que el infierno también se podía medir en tiempo.Dos horas.Andrei y Silas se miraban de cuando en cuando.Eric tenía la espalda apoyada en una pared, los brazos cruzados y la vista clavada en el suelo. Dos horas sin moverse, parecía una maldita estatua y aunque no lo supieran, el resto de él estaba igual… sus pensamientos… sus sentimientos… todo.La oscuridad siempre había estado ahí, alrededor de él, pero jamás se lo había tragado de aquella forma.Todos los posibles desenlaces pasaron por su mente, cada uno más terrible que el anterior, y todos podían verse en su cara de tal manera que Andrei le quitó la pistola que llevaba Silas y se aseguró de llevar la suya también de regr
La felicidad tenía nombre… bueno, no, todavía no tenía, pero ver cómo aquella doctora sacaba la pequeña sonda por la boquita de su hija, dejándola libre para que chillara como Dios mandaba, era lo más parecido a la felicidad que Eric había conocido.La doctora le quitó el resto de los electrodos y Eric la vio temblar de la fuerza que hacía chillando, como un pequeño chihuahua furioso.—Ahora sí es hambre —aseguró la doctora con una sonrisa—. ¿Está listo?Eric se puso pálido, porque una cosa era abrazarla en la incubadora y otra muy diferente era cargarla.«¡Maldición…! Es más fácil ser un capo de la mafia…», pensó antes de asentir.La doctora le cambió el pañal a la bebé y luego se la puso en los brazos.—Es muy peque&nti
¿Cómo se podía pasar del cielo al infierno en un solo segundo?Fácil. Tan fácil como darse la vuelta y ver a Skyler parada en aquella puerta con los ojos llenos de lágrimas.Ninguno de los dos se movió, no podían. Solo se miraban como si el mundo que hubiera detenido en ese momento.Finalmente la puerta se abrió completamente y la doctora ayudó a Skyler a entrar.La muchacha se sentó en el sillón de la salita y Eric sintió que le temblaba el alma mientras se acercaba a ella.No supieron en qué momento la doctora se fue dejándolos solos, pero el silencio solo se rompió cuando la bebé empezó a gimotear.—Hora de conocer a mami, princesa… —murmuró y se la puso a Skyler en los brazos. Se estremeció al tocarla, y se mordió los labios cuando la vio las lágrimas al borde de sus
Eric hubiera deseado que el viaje durara dos días, pero media hora después ya estaban atravesando la caseta de seguridad de la mansión, y Silas guiaba a Skyler a su habitación.La muchacha se sorprendió al darse cuenta de que ya estaba preparada la cunita, y todo lo que Diana necesitaba lo tenía a mano. La acostó, porque venía dormidita y Silas le hizo un gesto de asentimiento.—Yo me quedo con ella —le dijo, pero antes de que Skyler saliera por la puerta la detuvo—. Oye… no sé lo que pasó entre ustedes y lo que haya pasado, lo lamento. Pero tienes que saber que para él no ha sido un camino de rosas.—Eres su amigo —respondió Skyler con suavidad—. Al menos en su camino de espinas tuvo a alguien, es más de lo que tuve yo.Y se fue de allí para no decirle otras cosas quizás más hirientes, porque al final
La alcanzó apenas… y no la sintió oponer resistencia porque parecía que no tenía fuerzas, después de todo hacía menos de una semana que la habían metido a un quirófano. La rodeó con sus brazos y la sostuvo por la cintura mientras con la otra mano sostenía sus brazos, porque estaba temblando de tal forma que parecía que iba a estallar de un momento a otro.—¡Sky…!—¡Dime que es mentira! —suplicó ella con un sollozo, pero sus ojos no se despegaban del dije de estrellita que Eric traía colgando del cuello, como si la hipnotizara—. ¡Por Dios te lo suplico… dime que es mentira!Eric la arrastró con él hacia el otro lado del escritorio, y presionó una tecla en el ordenador de mesa que hizo correr un video.—Tormen estuvo en esta casa por meses… por suerte o por desgracia hab&i