Eric cortó aquella llamada y no necesitaba más seguridad. La sospecha de quién era se había confirmado con aquella fotografía, y el hecho de que, de alguna forma ella hubiera logrado llegar hasta él sola, después de que la había buscado tanto, casi parecía cosa del destino… pero también lo hacía evaluar cada una de las cosas que habían pasado desde una perspectiva diferente.
—Eric… —llevaba demasiado tiempo callado como para que Andrei no empezara a preocuparse.
—Todo esto… yo lo orquesté sin saberlo —murmuró con un suspiro lleno de amargura—. El día que llegué a Hellmand Hall ella estaba en uno de los confesionarios de la iglesia… se abrió una muñeca delante de mí, y yo la detuve. Me recordó a mi madre, así que le dije que peleara, le dije que matara, le dije que hic
Tormen había tardado algunos segundos en enfocar la vista, pero finalmente había logrado comprender lo que tenía delante, y una sonrisa forzada se extendió por su rostro. —Tú sabes tan bien como yo lo que es eso… —gruñó sin disimular su satisfacción. —¡Dime la verdad, Tormen! ¿Quién es Skyler? ¡Dime la verdad de una maldit@ vez! —rugió Eric, y Andrei se apresuró a sostenerlo, porque muerto Tormen no le iba a dar ni una sola respuesta y por el camino que iban en eso acabarían. —Te diré la verdad, pero primero dime… ¿dónde está la dueña de esa pulsera? ¿Todavía está viva? Eric retrocedió con un gesto de asco. ¿Eso era lo que Tormen había esperado? ¿Qué matara a Skyler…? ¿Pero por qué…? —Está bien, sana y salva… ¡y protegida! —escupió para sacarlo de quicio—. ¡Ahora más que nunca! Tormen achicó los ojos, sospechando lo que había detrás de aquellas palabras, pero la mirada de Eric era impenetrable. —Ella no está bien —aseguró de re
Eric retrocedió. No podía sentir su cuerpo, no podía sentir ninguna conexión con la realidad porque aquellas palabras parecían haber hecho más daño en su cabeza que una simple bala.«Skyler es tu hermana».«Skyler es tu hermana».«Skyler es tu hermana».El mundo giraba demasiado rápido. Demasiado...«Skyler es tu hermana».«Skyler es tu hermana».«…tu hermana».Eric abría la boca buscando aire pero nada le llegaba.«…tu hermana».«…tu hermana».«…tu hermana».Andrei trataba de llevárselo de allí. Ni siquiera era consciente de que se estaba resistiendo hasta que tomó la pistola que su amigo siempre llevaba al cinturón y descargó los quince disparos del cartucho de la pist
Sentía que se estaba ahogando, no podía ser de otra manera, porque la mujer que amaba, la madre de su hijo, la única debilidad que posiblemente tendría hasta el fin de sus días, se había convertido de repente en una mujer prohibida para él. Así que realmente no importaba si ella lo perdonaba o no, incluso si Skyler lograba olvidar que él era el hombre que más la había lastimado en el mundo, jamás podrían pasar por alto el hecho de que eran hermanos.Se dejó caer en una silla, apoyando los codos en las rodillas, y se apretó los ojos con las palmas de las manos, porque de lo contrario se echaría a llorar como si fuera un niño.—¿Silas…? —La voz lejana de Skyler llamó la atención de todos, y Eric se puso tras la pared al lado de la puerta, para que ella no pudiera verlo cuando Silas la abriera.—¿
Eric estaba temblando y lo sabía, por eso mismo había cerrado la puerta del cuarto de cámaras, porque no podía dejar que nadie viera su reacción. Había tenido que hacer acopio de toda su entereza para no desmoronarse la última semana, y poco le había faltado para dormir en aquel mismo cuartucho.Miró el teléfono en su mano una vez más, mientras veía cómo Silas ponía otro celular en las manos de Skyler, y por un segundo surgía aquella sonrisa nerviosa en su rostro.
«Concéntrate… mira la cuna… mira la cuna…», pensó Skyler mientras doblaba mecánicamente la ropita de la bebé, pero la realidad era que su cabeza estaba muy lejos de allí.Había regresado momentáneamente a Hellmand Hall, a esos instantes en que Eric la acunaba y le decía «chiquilla», aunque eso era únicamente para ganarse su confianza.Pero no podía ser que el hombre que la estaba protegiendo fuera el mismo… ¡no podía ser…! Su corazón no podría soportar algo como eso…Su voz no era la misma, pero la forma en que lo había dicho le había despertado tantos recuerdos. Intentó despejar la mente, ordenar su habitación, que Silas había llenado de cosas hermosas para ella y para la bebé, pero aun así se sobresaltó cuando sonó aquel teléfono.<
Eric se quedó paralizado, mientras Skyler apretaba con fuerza la manija de la puerta, como si fuera lo único que la anclara a la realidad.—Sky…—¿Eras tú? ¿Todo este tiempo fuiste tú…? —sollozó ella y Eric apretó los dientes, mientras su rostro se ensombrecía.—Sí.Skyler se llevó una mano a la boca, cubriéndola con un gesto tembloroso y negó.—¿En la iglesia en Hellmand Hall… fuiste tú? —sollozó.—¡Yo tampoco sabía que eras tú! —replicó él—. No tuve idea hasta que llegaste con Silas, allá tenías siempre cubierta esa cicatriz…Skyler recordó que siempre llevaba una de las pulseras sobre ella, pero al final eso no importaba, nada importaba.—¿Cómo pudiste…?
Dos horas.El infierno había sido un lugar, una persona, un sentimiento… pero hasta ese instante Eric Hellmand no sabía que el infierno también se podía medir en tiempo.Dos horas.Andrei y Silas se miraban de cuando en cuando.Eric tenía la espalda apoyada en una pared, los brazos cruzados y la vista clavada en el suelo. Dos horas sin moverse, parecía una maldita estatua y aunque no lo supieran, el resto de él estaba igual… sus pensamientos… sus sentimientos… todo.La oscuridad siempre había estado ahí, alrededor de él, pero jamás se lo había tragado de aquella forma.Todos los posibles desenlaces pasaron por su mente, cada uno más terrible que el anterior, y todos podían verse en su cara de tal manera que Andrei le quitó la pistola que llevaba Silas y se aseguró de llevar la suya también de regr
La felicidad tenía nombre… bueno, no, todavía no tenía, pero ver cómo aquella doctora sacaba la pequeña sonda por la boquita de su hija, dejándola libre para que chillara como Dios mandaba, era lo más parecido a la felicidad que Eric había conocido.La doctora le quitó el resto de los electrodos y Eric la vio temblar de la fuerza que hacía chillando, como un pequeño chihuahua furioso.—Ahora sí es hambre —aseguró la doctora con una sonrisa—. ¿Está listo?Eric se puso pálido, porque una cosa era abrazarla en la incubadora y otra muy diferente era cargarla.«¡Maldición…! Es más fácil ser un capo de la mafia…», pensó antes de asentir.La doctora le cambió el pañal a la bebé y luego se la puso en los brazos.—Es muy peque&nti