Eran las tres de la madrugada cuando Eric recibió la llamada de Andrei. Estaba listo para salir, pero se tomó su tiempo, porque no estaba muy seguro de querer ver lo que iban a hacerle a Skyler. Se había endurecido con los años, pero ella seguía siendo una mujer y él seguía queriendo ser diferente del monstruo que era su padre.
Andrei lo esperaba ya en la puerta y Eric lo saludó con la misma sequedad de siempre.
—¿Lograste algo? —Ni siquiera lo esperaba pero no estaba de más preguntar. La gente siempre podía sorprender.
—No ha soltado ni una sola maldita palabra, así que tenías razón. Es una roca —respondió Andrei—. Si me pides mi opinión, hay de dos: o tiene la voluntad de una guerrera, o está muy acostumbrada a que le peguen.
—¿Por qué dices eso?
—Le dijo a Varya que la caja
El sonido de las balas llenó el sótano. Skyler se hizo un ovillo y escondió la cabeza entre las manos. A su alrededor todo eran gritos, disparos, quejidos y cuerpos desplomándose.Skyler sintió el sabor amargo del vómito en la garganta, y el temblor en todo el cuerpo. Podía escuchar los gritos de Eric llamándola, eso no podía ser una alucinación. ¡Tenía que ser él!Gritó cuando un cuerpo cayó a su lado y la sangre corrió hasta casi tocarla. Se encogió sobre sí misma y sollozó. Ya era demasiado. Aquello era demasiado… había matado a un hombre…No supo exactamente cuándo, pero todo aquel ruido cesó, para dar paso a un sonido sordo y hueco que la ensordecía: el de su propio corazón desbocado dentro de su pecho.—¡Skyler! —La voz de Eric se escuchó como un
Era de noche, debía serlo porque la oscuridad llenaba la habitación. Skyler no sabía dónde estaba o de quién era aquella cama, pero sabía que no era la suya. Intentó levantarse, pero aquella sensación electrizante que recorría su piel la detuvo en un segundo. —Sky… —La voz ronca y apasionada de Eric pareció llegarle muy lejana, pero el tacto delicioso de sus dedos era lo más íntimo y cercano que jamás había experimentado.—Eric…No pudo reconocer su propia voz, perdida en aquella espiral de sensaciones que era tenerlo sobre su cuerpo. Él le sacaba la ropa, besaba cada centímetro de su piel, y la acariciaba como si realmente no existiera nada ni nadie más en ese momento. Skyler podía s
Eric se cubrió los ojos con el antebrazo, intentando apartar la luz que entraba por la ventana del salón, y se incorporó de golpe al notar que Skyler no estaba a su lado.—¿Sky…? —No podía entender por qué, pero el hecho de que ella se hubiera ido de repente le provocó una preocupación horrible—. ¡Sky!Se levantó, recorriendo la cabaña, y volvió a respirar cuando la vio parada frente a la puerta de cristal trasera, mirando la niebla de la mañana.Skyler le dirigió una mirada interrogante antes de que él la alcanzara en dos zancadas y la abrazara con fuerza.—¡M1erda! ¡Qué susto! —murmuró enterrando la cabeza en la curva de su cuello y aspirando su aroma—. No te encontré cuando desperté, y pensé que te habías marchado.Skyler hizo un gesto tentativo pa
El trayecto de regreso a Hellmand Hall fue más amargo de lo que Skyler esperaba. La expresión de Eric variaba entre la frustración y la rabia, y no podía hacer nada para cambiar eso. Podía confiarle su cuerpo, pero no estaba segura de si podía confiarle sus secretos.Eric era volátil. Esa era la palabra correcta, parecía que podía besarla un segundo y asfixiarla al siguiente; y Skyler no podía arriesgarse a que la traicionara, no después de todo lo que había pasado para llegar hasta allí.El auto atravesó las puertas de la mansión y Eric arrugó el ceño al ver el revuelo que había. Otros dos autos que no eran de la casa estaban estacionados afuera, y la figura imponente de un hombre que debía rozar los sesenta y cinco años se detuvo a mirarlos desde lo alto de la escalera.—¿Quién es ese? —pregunt&oa
Skyler no sabía por qué, pero sintió un vacío horrible cuando lo vio salir por aquella puerta. Algo estaba terriblemente mal, lo sabía. Lo que no sabía era si ella era la persona que Eric quería tener junto a él en ese momento o no. Intentó llamarlo un par de veces, pero su auto tomó la misma ruta por la que había llegado y se perdió en la oscura mañana.El día estaba lluvioso y pesado, y Skyler se adentró en aquella casa con un suspiro de dolor. Pasó junto a la cocina y escuchó a los criados hablando a sus anchas.—¿Ya no está desaparecida, entonces? —preguntaba Nía con malicia.—Te digo que no, que entró a la casa hace rato, el mismo señor Eric la trajo —respondió Harald—. Corrí a avisarle al señor, pero no me mandó a llevársela, solo me pidi&oa
Skyler salió de aquella habitación como alma que llevaba el diablo. Odiaba a Tormen con toda su alma, pero no era tan estúpida como para hacer oídos sordos a sus palabras. No creía eso de que Eric fuera un hombre débil, pero la realidad era que su madre acababa de morir y que hacía apenas unas horas le habían dado un golpe fuerte a la imagen que tenía de ella.Se detuvo en la puerta de la cocina y enfrentó a Harald.—Dame las llaves de uno de los coches.El hombre la miró como si se hubiera vuelto loca.—¡Por supuesto que no!—¡No te hice una amable solicitud, Harald! —escupió ella con desprecio. Solo era un lacayo de Tormen, otro de los que miraba mientras las mujeres de aquella casa sufrían horriblemente—. Te guste o no, soy la señora de Hellmand Hall, y ¿sabes qué? Esta mañana cuando hab
Era una mujer determinada, eso no podía negársele; y había algo en ella que hacía que Eric dudara de todo y de todos, pero justo cuando eso pasaba, cerraba los ojos y pensaba en la tumba de su madre, y en el hecho de que no había podido ni siquiera despedirse de ella.Sin embargo Eric no se torturó en ese instante, mientras la veía allí, de pie en la puerta de su habitación, silenciosa y…—Sky… —Su voz era ronca y profunda—. No quiero que te arrepientas de esto —dijo hundiendo la cabeza entre las manos.La vio hacer un gesto leve de afirmación, había un poco de tristeza en sus ojos, pero más allá de eso no podía definir los sentimientos que la movían.—Me iré entonces… —dijo ella con suavidad, girándose para marcharse, y eso fue más que suficiente para que Eric alcanzara la p
—¿Sky…? ¡Nena, contéstame! —Eric encendió la pequeña lámpara del cuarto y le dio la vuelta a la muchacha para verla mejor. Luchaba por abrir los ojos pero sabía que estaba a punto de delirar.Corrió hacia el baño y regresó con un botiquín pequeño del que sacó un termómetro. Pocos segundos después maldecía y lanzaba el termómetro sobre la cama, viendo cómo marcaba más de treinta y nueve grados.La hizo tomarse un par de pastillas fuertes y sacó hielo de la nevera, poniéndolo sobre su frente y bajo sus brazos, intentando enfriarla un poco.Aquella lluvia del día anterior le había pasado factura, indudablemente, pero lo peor no era eso. Eric se acercó a la ventana y miró afuera. La tormenta estaba en todo su apogeo, no había un solo camino por el que se pudiera circula