—¿Sky…? ¡Nena, contéstame! —Eric encendió la pequeña lámpara del cuarto y le dio la vuelta a la muchacha para verla mejor. Luchaba por abrir los ojos pero sabía que estaba a punto de delirar.
Corrió hacia el baño y regresó con un botiquín pequeño del que sacó un termómetro. Pocos segundos después maldecía y lanzaba el termómetro sobre la cama, viendo cómo marcaba más de treinta y nueve grados.
La hizo tomarse un par de pastillas fuertes y sacó hielo de la nevera, poniéndolo sobre su frente y bajo sus brazos, intentando enfriarla un poco.
Aquella lluvia del día anterior le había pasado factura, indudablemente, pero lo peor no era eso. Eric se acercó a la ventana y miró afuera. La tormenta estaba en todo su apogeo, no había un solo camino por el que se pudiera circula
Skyler cerró los ojos mientras los dedos de Eric trepaban suavemente por su cuerpo. Toda la prisa de la vez anterior, todo el hambre seguía ahí, latente, pero esta vez se permitían el tiempo de sentirse plenamente el uno al otro.Sintió los dedos de Eric trazando caminos que quemaban sobre su piel. Inclinó la cabeza y la puso sobre su hombro mientras él acariciaba sus senos y le quitaba poco a poco el resto de la ropa. En su piel quedaban aun rastros oscuros, pero de cualquier forma era hermosa desnuda.Eric la tumbó sobre la alfombra y le dio la vuelta, bajando su pantalón despacio, mientras besaba cada centímetro de piel que descubría. Mordió con lascivia sobre su costado, sobre su cadera, y dejó y reguero de besos sobre sus nalgas. La vio acurrucarse y abrazar uno de los cojines de la alfombra.Era malditamente hermosa.El cabello le caía en ondas suaves a
Eric no supo exactamente lo que sentía mientras veía cómo metían a Skyler en el asiento trasero de la patrulla de policía. Él mismo era capaz de hacerle más daño que nadie, de eso era perfectamente consciente, pero se le revolvían las entrañas cuando alguien más lo hacía.No sabía cómo llamar a aquello. Quizás fuera egoísmo del más puro. Quizás fuera maldad. Estaba bastante consciente de que era un sociópata sin diagnosticar. Pero si de algo estaba seguro era de que quería matar a cualquiera que le pusiera un dedo encima a Skyler. En el fondo se alegraba de que ella hubiera matado a Varya, o si no aquel tipo habría muerto por su mano, incluso aunque él mismo le hubiera dado la orden de lastimar a Skyler. ¿Eso tenía sentido?Se adentró en la casa y recorrió los pasillos ante la mirada asusta
Skyler apretó los dientes cuando sintió el golpe en la rodilla. No era que la hubieran empujado al suelo, pero tropezarse con las manos esposadas a la espalda era un golpe seguro.—¡Vamos, levántate! ¡Esto no es una maldit@ fiesta! —la azuzó uno de los dos oficiales que la escoltaban. La levantó por un brazo con brusquedad y Skyler sintió el tirón en el hombro que la hizo apretar los dientes.La llevaron al interior de la comisaría y la dejaron tirada en la última celda del corredor. Al menos le quitaron las esposas, pero el daño ya estaba hecho.—No tengo idea de cómo hiciste enojar al señor Hellmand —le dijo el oficial que la había llevado—, pero te aseguro que fue una mala idea. Vas a podrirte aquí hasta que él quiera… así que te sugiero que te vayas poniendo cómoda.Skyler se detuvo por
Skyler se dejó revisar por el doctor. Por suerte el viejo médico ya no tenía fuerzas ni para ser invasivo, así que solo se aseguró de ponerle medicamentos contra la fiebre y el malestar. Lo que sea que hubiera pescado en la tormenta todavía no había pasado del todo, así que le conectó una vía de suero con antibióticos y la dejó descansar.Skyler se acurrucó en la cama por un momento en cuanto el doctor se fue, pero la realidad era que no se sentía segura en aquella casa sin Eric. En pocos días se había convertido en todo lo que la sostenía. Le había llegado al corazón de una forma extraña, como un huracán que arrasara con todo, pero también había creado algo en ella que no había esperado tener de nuevo: confianza.La confianza suficiente en alguien como para quedarse dormida en una celda sabiendo que &ea
Eric la levantó en brazos y se le estrujó el corazón, -ese que no sabía que tenía-, cuando se dio cuenta de cuánto peso había perdido la muchacha en los últimos días. La llevó al baño, la desnudó y se desnudó con ella. Dejó que el agua les cayera sobre el cuerpo y llenara la bañera, y luego la recostó contra su pecho, acunándola con un gesto protector.—Sky… necesito que me digas la verdad… —susurró en su oído—. ¿Tormen te obligó a casarte con él?Skyler se tensó por un momento, pero luego se giró en redondo. No tenía caso seguir ocultándole la verdad.—No, no me obligó… hicimos un trato —admitió sin mirarlo a los ojos—. Si yo me casaba con él y… y me acostaba con él una vez, él me dir&
Eric Hellmand era un hombre simple en muchos aspectos. Algunas cosas le daban satisfacción, otras le daban gusto, pero solo pocas le provocaban verdadero placer, y destruir era, trágicamente, una de ellas. En especial cuando se trataba de destruir algo que había odiado toda la vida.—¿Ya se fue el doctor? —le preguntó a su lugarteniente y este asintió—. Sí, fue a revisar a Skyler y luego se largó como alma que lleva el diablo. No sé qué tienes, pero espantas a la gente, hermano.Eric sonrió dándole una palmada en la espalda y Andrei suspiró, viéndolo de buen humor por primera vez en mucho tiempo.—Voy a verla. Ponme a este animal en uno de los balcones del ala oeste, quiero que vea todo en primera fila —sentenció, señalando a Tormen y salió del despacho sin mirar atrás.Se fue hasta la habitació
Si era verdad que el destino existía, parecía que estaba de parte de Eric Hellmand, porque aquella nube de polvo que debía tardar días en asentarse, fue anulada completamente por un aguacero que duró varias horas y dejó limpias y pulidas aquellas piedras a las que había quedado reducida más de dos tercios de la mansión.Solo el ala oeste quedaba en pie, unas pocas habitaciones y el resto de las dependencias operativas. Lo único que Eric mandó a embalar y llevarse fue el contenido de la biblioteca, porque aquellos libros eran lo único que su madre amaba en aquella casa, pero todo lo demás sería destruido también una semana después, cuando se largaran definitivamente de Hellmand Hall.—Me gustaría decir lo contrario, pero es una vista hermosa —murmuró Skyler parándose en el balcón y viendo la larga línea de escombr
Skyler se puso unos jeans y un abrigo. Rebuscó entre sus cosas y se armó de valor. El médico le había dicho que podrían viajar pronto, así que necesitaba hablar con él, mostrarle la carta de su madre que había robado hacía años de sus expedientes del orfanato. Si Eric iba a ayudarla a encontrar a su hermano, tenía que saberlo todo.Salió del cuarto y se encogió sobre sí misma cuando vio a aquellos dos hombres frente a su puerta.—¿Podemos ayudarla, señora? —preguntó uno de ellos con más suavidad de la que había esperado.—Emmm… sí. ¿Saben dónde está Eric? —balbuceó. Sabía que se lo había dicho antes, pero entonces todavía estaba medio dormida y no lo recordaba.—El señor está en el despacho…—Gracias