Para desconcierto del Alfa Supremo, Isis comenzó a llorar nuevamente de forma desconsolada. Se separó un poco de él, sin dejar de tocarlo, demostrando el gran miedo que sentía a que el Alfa desapareciera de pronto y la dejara sola con aquella terrible pesadilla. En ese momento, él veía a su Luna como una niña indefensa y asustada, y deseaba protegerla. — Verás, señor Alfa —inició Isis, visiblemente confundida y atormentada—. ¡Toda mi vida la viví como humana! ¡Nunca, ni en mis más remotas fantasías, me imaginé que era un ser sobrenatural, y mucho menos una loba! ¡El único animal al que temo! Se detuvo, como si intentara encontrar las palabras adecuadas antes de continuar, como si esa verdad fuera demasiado pesada para ella. Suspira, soltando un sollozo al mismo tiempo. — No es que no pueda llegar a aceptarlo algún día, ¿sabe? —dijo, como una chiquilla soplándose los mocos. El Alfa pensó que su Luna era adorable y le acarició con cariño la cabeza con su enorme mano, lo que hiz
Pero Isis negó rápidamente; no quería enfrentar esa memoria. Le aterrorizaba ver a ese terrible lobo de ojos rojos arrastrándola por un pie, era tan vívida que sentía el dolor de su mordida. Sabía que un día debía hacerlo, quizás en otra ocasión. — ¡Hoy no! Prefiero quedarme aquí contigo —dijo acercándose y volviendo a abrazarlo como si fuera Mat. Se sentía muy feliz, aunque también estaba cansada; los ojos se le cerraban—. ¿Puedes quedarte a dormir conmigo hoy, por favor? — No puedo quedarme toda la noche, querida, pero puedo hacer otra cosa —contestó el Alfa con un suspiro, lamentándose por no poder complacer a su Luna—. Puedo hacer que estés conectada todo el tiempo conmigo y que me hables a cualquier hora. ¿Te gustaría? — ¡Oh, sí! ¡Me encantaría, señor Alfa! —exclamó Isis emocionada, como si le hubiera ofrecido el mejor regalo de todos—. ¡Me vuelvo loca aquí sola, sin tener a nadie con quien hablar! Su sonrisa iluminó no solo su boca, sino también sus hermosos ojos que m
Julieta se dio cuenta de que se le había ido la mano con la broma que le había exigido que le hiciera Horacio a Antonieta. Había metido a su mitad en serios problemas. Fue una gran sorpresa ver al lobo Ammyt de Amet saltar sobre Hor, el lobo de Horacio. Creyó que lo iba a matar, y su corazón le dolió.Su pobre lobo debía estar herido y aquella reunión no parecía terminar. Estaba realmente nerviosa. ¿Qué le harían a su pobre lobo por su culpa? El Alfa Supremo era impresionante y aterrador.— Oye, Meryt, ¿qué crees que le hará tu hermano a mi lobo? —preguntó Juli.— No lo sé. Llevo muchos años alejada de él. No sé cómo es ahora —contestó honestamente Merytnert. — Pero si viste cómo se ve el Alfa Supremo, es imponente. ¡No debiste obligar a Horacio a hacer eso! &iex
Pero cuando estaba a punto de llegar al clímax, él se detuvo para subir hasta sus pechos y comenzó a succionar con gran maestría, mientras sus dedos se introducían en su interior. Ella gemía como loca; nunca en su vida había sentido tal placer. Tiró de él para poder besarlo, y lo hizo, ¡queriendo comerse la boca de su hombre que sabía a ella!Luego bajó hasta su cuello, la chupaba una y otra vez, donde debía ir su marca, sus colmillos rozaban la piel de la mujer, provocándole miles de sensaciones. Julieta estaba enloquecida de placer; atraía con sus pies al hombre por la cintura. Sacó sus garras y le rompió la ropa.Horacio terminó de desprenderse de su ropa, sin dejar de lamer a su mitad. Sacó su miembro y, sin previo aviso, enloquecido por esta mujer, la embistió con todas sus fuerzas. Julieta soltó un grito d
Merytnert se acaba de despertar y no sabe qué le pasa. Desde que vive en esta casa, se siente inquieta, como si le faltara algo. Se siente incompleta, incluso junto a su mitad. Nunca antes había experimentado esta sensación; siempre fue muy segura de sí misma. Tendrá que hablar con su hermano.Toma su ropa y se dirige al baño. Hace sus necesidades y se da un baño. Se mira desnuda en el espejo y se asombra. Encima de su pecho izquierdo, ha aparecido un tatuaje de una loba negra, con un diamante dorado en la frente. Se apresura a vestirse y se dirige al despacho de su hermano. Lo encuentra absorto en su trabajo. Él levanta la vista al sentir su presencia.— Buenos días, preciosa —sonríe el Alfa a su hermana menor.— Buenos días, Ru. Tengo que enseñarte algo —Merytnert se acerca a Jacking, quien la mira asombrado.— ¿Te acuerdas de có
El Alfa observa cómo Merytnert abre y cierra las aletas de su nariz, cierra los puños como señal de que está muy molesta, y se divierte al comprobar que, a pesar de todos los años que han pasado separados, ella sigue siendo la misma niña impulsiva y fácil de molestar.— ¡Ru, te lo advierto! —Los ojos de Merytnert ahora casi rojos le indican que su loba está despertando, algo que agrada al Alfa—. ¡Me enojaré mucho contigo si le haces algo a mi mitad! ¡No me quieras ver enojada, Ru!El Alfa no puede contener la risa y ríe a carcajadas ante su pequeña hermana, que no se ríe y sigue mirándolo amenazante. A ella no le hace ninguna gracia que abuse de su poder con Héctor, a quien ama más de lo que creía posible, y ha decidido defenderlo de los lobos más poderosos que él, incluido su hermano mayor.— Ja, ja, j
El Alfa y el Beta no pueden dejar de sonreír, felices con la princesa que se comporta igual que cuando eran niños. Ella les anuncia que acaba de recordar todo. Al escucharla, se giran hacia Merytnert, que asiente.— ¡Sí, Hori, todo! —Luego, para sorpresa de todos, dice—: ¡Y me acuerdo muy bien de que rompiste mi pequeña muñeca de porcelana! ¡Todavía no me has conseguido otra como prometiste!— Ja, ja, ja… —ríe Horacio con alegría e incredulidad—. Meryt, ¡eso fue cuando éramos niños! ¡Ahora somos adultos! ¿Quién se acuerda de eso?— ¡Yo me acuerdo! ¡Tienes que buscarme una! —pide con firmeza, igual que cuando era una niña.— Horacio, te será fácil conseguirle una —interviene Bennu, también feliz de ver que la pequeña princesa ha regresado.<
El Alfa avanza pensativo; ahora entiende a su padre cuando le dijo que pusiera a su hermana en las cuevas de plata. Su poder lleva tantos años restringido que está a punto de explotar al salir. ¡Tenía que haberle dedicado más tiempo! Se reprocha mientras piensa en la mejor manera de ayudarla. El problema de su Luna lo ha tenido muy ocupado. ¿Estará bien? Se pregunta y decide comunicarse con ella:— ¡Mi luna, mi luna! ¿Dónde estás, mi Luna? ¿Duermes todavía?— ¿Mi Alfa? —escucha la voz incrédula de Isis en su mente—. ¿Eres tú? ¡Puedo hablarte! ¡Era cierto! ¡Pensé que me habías engañado! ¡Pasaron muchas horas desde que te fuiste!— Mi luna, sé que no tienes noción del tiempo, pero era de noche cuando te dejé y ahora acabo de despertar —explica con suavida