Hanna Diehl había regresado caminando despacio y vio a Hedrick acostado en el sofá con su celular y a Heleanor en la silla del comedor. Había silencio y se notaba la distancia entre ellos. Por suerte les había avisado para lograrse separar a tiempo oportuno y no le pareció extraño, pues no los había visto cruzar palabra, ni una sola vez, después de que se presentaron con sus nombres.—Hanna —dijo Heleanor, tratando de recuperar el aliento—. ¿Qué ha sucedido?—Se me ha olvidado la cartera —respondió Hanna. Pero ella notó las mejillas que aún estaban rosadas—. ¿Qué tienes, Heleanor? Estás toda roja. —Hedrick miró por el rabillo del ojo hacia donde estaba ellas. ¿Debía preocuparse? —. Ten cuidado, podrías resfriarte. —No, su madre no había encontrado nada inusual.—Lo haré, Hanna. Tendré más cuidado con el resfriado —dijo ella con astucia, mirando a Hedrick.—Ya vuelvo —dijo Hanna. Agarró su bolso y volvió a irse.Hedrick esperó varios segundos. Luego tomó su mochila y caminó hasta donde
Hedrick caminó con sigilo y la vio a ella, sentada en el escritorio, tecleando en una computadora portátil. El cabello azabache lo tenía suelto y le lucía hermoso, como si fuera un río de oscuridad. Todavía tenía el mismo camisón de seda azul y eso era demasiado provocador. Se le acercó por la espalda y le dio un beso lento en la mejilla.—¡Oye! —exclamó Heleanor, sorprendida y dejó de trabajar en el aparato tecnológico—. Estás todo sudado. —Ella se acordó de la presencia de su mejor amiga y temía que los descubriera. En la tarde, casi lo hace, pero advirtieron a tiempo y lograron disimularlo con total normalidad—. ¿Y Hanna?—No te preocupes. Está bañándose, por eso me he colado en tu cuarto. —Hedrick se quitó el suéter y le mostró su torso marcado.—Vaya, había olvidado que tenías un cuerpo así de deportivo.Heleanor se quedó admirando el abdomen marcado y los tonificados músculos de él. Era alto y de contextura esbelta. Podría tocarlos y metérselos a la boca como deliciosas chocolat
Hedrick le dio un fuerte mordisco en la espalda a Heleanor, provocando que a ella se le escapara un pequeño gemido. Se alzó su pantaloneta y controló su excitación. Buscó la ropa de ella y se la dio; le entregó todo, menos los pantis, pues a través del camisón de seda se le marcaban los rígidos pezones. —¿Dónde te vas a esconder? —susurró Heleanor, mientras se peinaba el cabello con las manos para disimular su estimulante y corta velada, que no pudo concretarse. —Heleanor, ¿estás ahí? —dijo Hanna, dando golpecitos en la puerta del cuarto. —Sí, Hanna, un momento, ya te abro —dijo Heleanor, para que Hanna no entrara por su cuenta. Hedrick miró en qué lugar podría ocultarse y solo había un lugar en el que podía hacerlo con prontitud. —Debajo de la cama —respondió él con su torso al descubierto. Hedrick agarraba su suéter en la mano derecha y la braga verde claro de Heleanor en la izquierda. Antes de irse a esconder le dio un pequeño beso y se deslizó por debajo de la cama. Heleanor
Hedrick salió sin decir nada y se reincorporó a su lugar para comenzar a comer. Era atrevido, pero en ese momento, no podía hacer nada y lo mejor era detenerse antes de empezar algo que no terminaría. Al final terminaron de comer y Hanna les dijo que quería mostrarles una sorpresa; lo había estado preparando y lo había culminado hace poco. Los tres se sentaron en el sillón, y ahí, su madre, reveló un álbum de fotos, desde el día de su bautizo hasta su graduación en el colegio. —¿Heleanor, te acuerdas de este día? —comentó Hanna con gracia, mientras reía. Para Heleanor era un poco incómodo verlas, aunque le deba ternura ver las imágenes de Hedrick de cuando era niño. Siempre estaba serio y con expresión de pocos amigos. —Sí, fue hace mucho —comentó ella, un poco melancólica. Hedrick se pegó a la espalda de Heleanor para ver las fotografías, tenía curiosidad por conocerla en su niñez. Comprobó que lo que la había contado en la tarde era verídico, pues vio que una linda niña de cabell
Ambos siguieron conversando, hasta que se quedaron dormidos y abrazados como amantes enamorados, y tal como había dicho Hedrick, se despertó a la madrugada y se fue a su cuarto para volverse a acostar. La alarma de su celular le hizo abrir los parpados y bostezó somnoliento. Se quitó la ropa y se cubrió con una toalla blanca, que revelaba su torso marcado. Salió de su cuarto para entrar al baño, pero estaba ocupado. La puerta se abrió pocos segundos después y apareció ante su mirada, Heleanor; quien también tenía una pieza de lencería para secarse el cuerpo, que le tapaba hasta por el pecho y por los muslos. Ella mostraba sus blancas piernas y la piel se le veía brillante; todavía pequeñas gotas de agua adornaban el trazo de su artístico torso.—Muéstrame —dijo Hedrick, imperativo.—¡¿Qué?! —exclamó ella, un poco sorprendida.—Muéstrame. —Hedrick inclinó su cara hacia atrás y entrecruzó sus brazos pegados a su pecho.Heleanor miró por el pasillo, para asegurarse de que Hanna no aparec
Hedrick estaba en la universidad, sentado en la silla del salón de la universidad; recibía la última clase. Antes era fácil para él concentrarse en las explicaciones de sus profesores, de hecho, era una de los mejores estudiantes; él más atento y responsable. Le gustaba quedarse a leer libros de economía y matemáticas. Pero las imágenes de sus aventuras eróticas con la hermosa Heleanor, no lo dejaban enfocarse. En más de una ocasión eran tan vividas y excitantes, que debía disimularlo, entrecruzando las piernas. En este día había estado perdido y por primera vez, lo asaltaba el desespero, por volver a su casa, para ver a la dama que le robaba los suspiros, sus pensamientos y su tranquilidad. Quería volver a sumergirse en el duce sabor de esos carnosos labios rosados, recorrer con sus dedos cada trazo de la artística figura, que hasta el mejor de los pintores se le habría dificultado dibujar en cualquiera de sus majestuosos cuadros. Solo anhelaba volver a quedar hechizado por esos ojos
—¿Qué propuesta? —preguntó ella con expresión de asombro, pero expectativa a lo que sea que él fuera a decir.—Tres días —dijo Hedrick, mostrándole también con sus dedos. Era imposible que siguieran así y debía poner un punto final a esto—. En ese tiempo deberás tomar una decisión. Yo te propongo vivir una relación amorosa conmigo. Seamos amantes, sin tener que contenernos, ni volver a estas discusiones. Yo quiero estar contigo. Sé mi amor en secreto, Heleanor.Heleanor escuchó atenta y permaneció atónita. Esa proposición la tomaba desarmada, él la desarmaba. “Su amor en secreto”. Entendía que, si llegaban a tener una relación, debían mantenerla oculta en el principio y quizás después… después: ¿En qué cosas estoy pensando? Se reprendió a ella misma en su cabeza.—Hedrick —dijo ella con voz sosegada—. Yo…Hedrick le puso el dedo índice en los blandos labios y negó con la cabeza, mientras la veía con seriedad.—Dejaré la puerta de mi cuarto abierta por tres días. Si vienes a mí en ese
Hedrick la despojó de su camisón de seda con cuidado, le desabrochó el brasier de encaje color azul oscuro y ante su vista quedaron los grandes senos de Heleanor; a los que se les dibujaba una mediana areola que rodeaba el ya endurecido pezón. La besaba de forma lenta mientras colocaba su entrepierna en la intimidad de ella. Pasó sus labios por el cuello y luego bajó hasta los pechos. Los succionaba y los dejaba húmedos con su saliva, fue dando pequeños besos por la barriga, los cuales hacían estremecer y jadear a Heleanor, pero ella colocaba las manos en la boca para no hacer ruidos fuertes. Le acariciaba los muslos con suavidad,. La despojó con lujuria en su mirada, de la última prenda, y volvió a abrirles las piernas. Se acostó y llevó su rostro hasta la zona mojada de ella. La cálida respiración de Hedrick hacía que Heleanor sintiera un cosquilleo que le ascendió por el abdomen, provocando que se agarrara fuerte de las sábanas de la cama. Entonces unió su boca y empezó a disfrutar