Hedrick estaba en la universidad, sentado en la silla del salón de la universidad; recibía la última clase. Antes era fácil para él concentrarse en las explicaciones de sus profesores, de hecho, era una de los mejores estudiantes; él más atento y responsable. Le gustaba quedarse a leer libros de economía y matemáticas. Pero las imágenes de sus aventuras eróticas con la hermosa Heleanor, no lo dejaban enfocarse. En más de una ocasión eran tan vividas y excitantes, que debía disimularlo, entrecruzando las piernas. En este día había estado perdido y por primera vez, lo asaltaba el desespero, por volver a su casa, para ver a la dama que le robaba los suspiros, sus pensamientos y su tranquilidad. Quería volver a sumergirse en el duce sabor de esos carnosos labios rosados, recorrer con sus dedos cada trazo de la artística figura, que hasta el mejor de los pintores se le habría dificultado dibujar en cualquiera de sus majestuosos cuadros. Solo anhelaba volver a quedar hechizado por esos ojos
—¿Qué propuesta? —preguntó ella con expresión de asombro, pero expectativa a lo que sea que él fuera a decir.—Tres días —dijo Hedrick, mostrándole también con sus dedos. Era imposible que siguieran así y debía poner un punto final a esto—. En ese tiempo deberás tomar una decisión. Yo te propongo vivir una relación amorosa conmigo. Seamos amantes, sin tener que contenernos, ni volver a estas discusiones. Yo quiero estar contigo. Sé mi amor en secreto, Heleanor.Heleanor escuchó atenta y permaneció atónita. Esa proposición la tomaba desarmada, él la desarmaba. “Su amor en secreto”. Entendía que, si llegaban a tener una relación, debían mantenerla oculta en el principio y quizás después… después: ¿En qué cosas estoy pensando? Se reprendió a ella misma en su cabeza.—Hedrick —dijo ella con voz sosegada—. Yo…Hedrick le puso el dedo índice en los blandos labios y negó con la cabeza, mientras la veía con seriedad.—Dejaré la puerta de mi cuarto abierta por tres días. Si vienes a mí en ese
Hedrick la despojó de su camisón de seda con cuidado, le desabrochó el brasier de encaje color azul oscuro y ante su vista quedaron los grandes senos de Heleanor; a los que se les dibujaba una mediana areola que rodeaba el ya endurecido pezón. La besaba de forma lenta mientras colocaba su entrepierna en la intimidad de ella. Pasó sus labios por el cuello y luego bajó hasta los pechos. Los succionaba y los dejaba húmedos con su saliva, fue dando pequeños besos por la barriga, los cuales hacían estremecer y jadear a Heleanor, pero ella colocaba las manos en la boca para no hacer ruidos fuertes. Le acariciaba los muslos con suavidad,. La despojó con lujuria en su mirada, de la última prenda, y volvió a abrirles las piernas. Se acostó y llevó su rostro hasta la zona mojada de ella. La cálida respiración de Hedrick hacía que Heleanor sintiera un cosquilleo que le ascendió por el abdomen, provocando que se agarrara fuerte de las sábanas de la cama. Entonces unió su boca y empezó a disfrutar
Heleanor se levantó de la cama desnuda y apenas se puso el camisón de seda, sin la ropa interior. Era de madrugada y debía irse, para que Hanna no los descubriera de esa manera indecente con su hijo. Sonrió al verlo dormido con placidez. Se acercó para darle un beso en la frente, pero cuando intentó pararse, sintió una mano que la agarraba por el antebrazo.Hedrick abrió sus ojos; Heleanor lo había despertado con los movimientos de la cama y con la calidez de los labios en su frente.—¿Ya te vas? —dijo él, jalándola y colocándose encima de ella—. Aún podemos seguir.—Es muy temprano y Hanna podría venir —comentó Heleanor, sin resistirse.Hedrick la miró con ternura y sabía que no debían arriesgarse. Pero la tentación de volver a hacerla suya y sentir de nuevo el envolvente y cálido interior de la que ahora era su amante. Era un martirio no poder tomarla, pero era lo más prudente, sin embargo, no renunciaría y ya había pensado en una manera para que lo pudieran hacer, antes de que él s
—Quiero decir. —Hedrick era inteligente y astuto. Cerró sus ojos para pensar en algo y en pocos segundos, una idea atravesó su cabeza—. Ayer vi que se acostó hasta tarde; parecía estar revisando documento del trabajo. Debe estar cansada y lo mejor sería no molestarla. Después de todo, ha venido a tomarse un descanso —dijo él, sin titubear o mostrar nerviosismo.—Sabes —dijo Hanna—. Tienes razón. Pero no te demores mucho. Ya pronto terminaré de preparar el desayuno.—Sí, acabaré lo antes posible —dijo Hedrick, mirando a Heleanor y le guiñó el ojo con semblante de victoria.Hedrick esperó a que no escucharan los pasos de su madre en el pasillo y volvió a embestir a Heleanor con más ímpetu. Luego caminaron hasta la regadera del baño, mientras el agua de la ducha, caía sobre ellos y los mojaba con agrado. Después Hedrick la alzó por las piernas y ella se aferró por el cuello de él. Se acomodó de nuevo dentro de Heleanor y le pegó la espalda contra la pared, en tanto movía sus caderas. Las
Hedrick regresó de la universidad en las horas de la tarde. Ya habían terminado los exámenes finales y con eso, ya había concluido el semestre. Solo le faltaba esperar el resultado de sus notas. Era estudioso e inteligente y ya había obtenido buenas notas en los cortes anteriores. Se puso su ropa deportiva y salió a hacer ejercicio.Heleanor estaba sentada en la silla de escritorio, en su gran oficina de la empresa de Heard Inc. Tenía los ojos cerrados y la única imagen que llegaba a su cabeza, era la del atractivo muchacho que, se había convertido en su amante, su ahijado, Hedrick Diehl, el hijo de su mejor amiga. Vestía una falda negra grande con medias veladas y una camisa de mangas largas color vino tinto. Liberó un suspiro pesado y se tocó los gruesos labios de su boca, simulando el peso de un beso. Lo único que quería era regresar a la casa y tener de nuevo intimidad con Hedrick. Apretó las piernas, para mitigar la excitación que sentía; el vacío que ahora experimentaba en la pa
Heleanor le hizo espacio y le cedió el puesto del piloto.Hedrick entró y cerró la puerta del carro. Giró su vista hacia ella y vio que los ojos los tenía pequeños y un poco mojados. Había estado llorando, se percató solo con una rápida observación. ¿Por qué le dolía el corazón solo con saber que Heleanor sufría? Ella todavía no confiaba en él, por eso se lo había querido ocultar. O, quizás, era que en algunas ocasiones las personas querían estar solas y sin compañía de nadie. Pero él quería convertirse en su apoyo y brindarle el consuelo que necesitara.—Estás todo sudado —dijo Heleanor, colocándole su mano izquierda en la mejilla.Heleanor sintió la piel caliente y el cabello mojado por el sudor de él. Además, que, ese olor le entraba por sus fosas nasales y ya lo tenía grabado en su cerebro. ¿Era una fetichista del sudor y tenía una parafilia sexual? No, de ninguna manera, es más; ver la transpiración en la ropa de otros hombres no le parecía atractivo y le resultaba incómodo. Pero
—Pensé que ese lugar era muy preciado y que era difícil convencer a una mujer para que aceptara. —Hedrick vio la incómoda posición en la que se encontraba Heleanor. Miró, hacia los asientos traseros y esos estaban unidos como un gran sofá y el volante no los estorbaría—. Pasémonos a los puestos de atrás.Hedrick salió de ella y se ubicaron en el nuevo sitio.Heleanor volvió a recostarse de espaldas. Se relajó, pero lo que más le sorprendía era que, no le avergonzaba ni le incomodaba que él la viera en posiciones donde le revelaba toda su humanidad.Hedrick se acomodó con su cara en la entrepierna de Heleanor y se puso las dos piernas de ella en sus hombros.Heleanor sentía la respiración de Hedrick en su intimidad. Los vellos de la piel se le erizaron. Levantó su cabeza, para ver los hechizantes ojos azules que la miraban de vuelta. De inmediato percibió un cosquilleo en zona genital, que solo él podría calmar. Su pecho la ardía, como si una llama le quemara el torso. Los pezones los