La música sonaba a gran volumen. Una multitud de muchachos y chicas saltaban con emoción. Había pantallas que iluminaban el sitio de color amarillo, fucsia y azul. Algunos tenían vasos plásticos con bebida en sus manos, mientras que otros estaban reunidos en grupo y se divertían juntos.Heleanor, Hedrick y a Hanna, se le habían bronceado la piel con levedad; el bloqueador había hecho su trabajo y en varios días recuperaron su color natural.Hedrick se había colocado una camisa guayabera blanca de mangas cortas, en la que mostraba su pecho y también un pantalón largo y unos zapatos color beige. Era alto y su físico lo hacía lucir, atractivo. Además de su semblante neutro y las bellas facciones de su rostro, eran como de modelo de revista.Heleanor se había colocado un sencillo atuendo escotado vino tinto, el cual tenía una abertura en su pierna derecha. Así se había vestido Hanna, pero con uno de color verde y, además, había optado por un sombrero de playa, que la hacía lucir como una
Hedrick vio a una niña de cabello castaño y ojos azules. Vestía un vestido de color azul escarchado y tenía puesta una tiara plateada en la cabeza. Era una auténtica señorita de la realeza.—Sí, mi nombre es Hedrick y ahora yo seré tu nuevo maestro —dijo él con amabilidad.—El mío es Holly Hammel y tengo doce años.—Bueno, ya se han conocido —dijo la directora—. Si necesitas algo, solo házmelo saber, Hedrick y me dice si esta pequeña princesa está siendo obediente.—Las niñas de la realeza somos obedientes, madre —dijo la niña acento refinado.Hedrick sonrió. Creyó que sería más complicado, pero en el trascurso de la clase, no tuvo inconveniente para enseñarle a Holly, que era inteligente y solo tenía problemas para prestar atención en las clases de la escuela, pero ahora toda su atención estaba centrada en la materia y resolvía los problemas matemáticos sin tanto esfuerzo. Así siguieron las clases y pronto una amistad surgió entre ambos. Él había convertido en el hermano mayor que, H
Hedrick tumbó a Heleanor sobre la cama. Se acomodó sobre de ella y sus labios pronto se fundieron con los de su amada. Sus lenguas se movían adentro de sus bocas como un suave torbellino. Su entrepierna se endureció al instante y se le notaba el bulto en el pantalón. Le quitó la túnica.—Espera aquí —dijo Hedrick y se separó de ella. La vio entonces con el rostro sonrojado y expresión dócil. La azulada mirada de Heleanor lo observaba atento y eso lo estimulaba mucho más.Hedrick se levantó con destreza de la cama. Se quitó la camisa, los zapatos y las medias. Buscó en el lugar donde había dejado los objetos que había comprado en la tarde. En su mano zurda tenía un dildo rosado de tamaño promedio y en la diestra un vibrador ovalado de color morado. Debatió en cuál debía escoger para usarlo en Heleanor. Sus ojos brillaron con maldad ante la idea que asaltaba sus pensamientos. Entonces agarró una máscara satinada, unas esposas de cuero, el consolador pequeño y el frasco con aceite de oli
Hedrick escuchó la voz de su madre a su espalda. Se había quedado dormido, pero luego se había desperado y había llevado a Heleanor al cuarto de ella. Solo tenía una toalla blanca que le cubría de la cintura para abajo. Estaba cansado y un poco atontado por el desgaste. Había guardado los objetos eróticos. Soltó un suspiro de alivio, pues se había encargado de limpiar la escena del crimen a tiempo y no quedaba evidencia de la noche pasional que había tenido con su madura amante. —Madre —dijo Hedrick. Se dio la vuelta y vio a Hanna—. Ya has vuelto. —¿Todavía estás despierto? —preguntó Hanna, apartando la mirada del cuerpo de su hijo. Se había llevado la sorpresa de verlo semidesnudo y se percató de que ya había dejado de ser un niño—. Solo venía a despedirme. Buenas noches, Hedrick —dijo Hanna con una enorme sonrisa en sus labios—. Pero, ¿a qué huele? —interrogó ella, inhalando el hedor del orgasmo de Hedrick y Heleanor, que se percibía con ligereza en el ambiente. Hanna respiraba y
—Hanna —dijo la mujer que había llevado a la casa, mientras miraba con detenimiento cada detalle en el vestido de Hanna, Heleanor y también el de Hedrick.—Clara —respondió Hanna. Se puso de pie y saludó a su amiga dándole un beso en la mejilla—. Te ves muy hermosa.—Igual tú —comentó Clara con una gran sonrisa en sus labios, pero le causaba indignación que aquella compañera de estudios que, no había terminado la carrera, se viera más linda y elegante que ella que, si había culminado la universidad. Eso era inaceptable—. ¿Y ellos?—Él es mi hijo. —Hanna extendió la mano en dirección de su hijo—. Hedrick.—Un gusto —dijo Hedrick con expresión neutra y con voz severa.—Y ella es mi mejor amiga. Heleanor.Heleanor asintió con su cabeza y no dijo nada. Acto que no causó aceptación en el grupo de amigas. Ellas se llevaron a Hanna, para continuar hablando. Hedrick y Heleanor quedaron solos en la mesa. Veían como llegaban otros invitados: niños, adolescentes y personas mayores.—Son serpient
Hedrick inclinó su cabeza hacia un lado y juntó sus labios a los de Heleanor. Le dio vuelta y le abrió la cremallera del vestido vino tinto. La prenda cayó al suelo, mostrando la seductora lencería interior de su amada. Era de encaje negra semitransparente con diseños de pequeñas flores. Su entrepierna se alzó con ímpetu al verla y se le marcaba en el pantalón de su traje gris. Le apartó el cabello oscuro hacia un lado y le besó por la nuca.—¿Dónde lo haremos? —preguntó Heleanor con voz pesada.—Aquí y luego en mi cama —respondió Hedrick, mientras le apretaba las nalgas—. ¿Nadie te ve la espalda, cierto?—Sí, alguien la ve —respondió Heleanor. Hedrick endureció su expresión al oírla—. Solo tú.Hedrick cambió su semblante y sonrió con malicia. Comenzó chuparle la blanquecina piel del dorso y le dejaba marcas rojas que, debido al color como mármol limpio y brillante, se formaban con facilidad. Aun sin succionar con tanta fuerza, se le dibujaban los manchas rojas, provocadas por su boca
Heleanor estaba en una reunión ejecutiva en el edificio de su empresa. Luego de haber terminado la junta con los accionistas y con los ejecutivos, puso sus codos sobre la gran mesa rectangular de oficina, agachó la cabeza y moldeó una pequeña sonrisa, recordando lo que había sucedido dos semanas atrás con Hedrick, cuando lo ayudó con el pago de la matrícula de la universidad; la carrera de él no era la más costosa, pero tampoco la más barata, pero el valor era considerable.—¿Qué es esto? —peguntó Hedrick. Estaban en la cama y Heleanor se había sacado un papel blanco del busto, que traía en el camisón para dormir.—Es el pago para tu matrícula. Ya pronto regresarás a la universidad. Es mi regalo —dijo Heleanor con agrado—. Ya lo he hablado con Hanna, así que no tienes que poner escusas para aceptarlo. Yo la he convencido, ella no me la ha pedido.—¿Por qué? —interrogó Hedrick con seriedad—. Ya me has dado muchos regalos y tengo más de lo que pude llegar a imaginar a mi edad, sin todav
Hedrick la cargó en sus brazos y subieron hasta el cuarto, donde verificó que sí tenía un poco de fiebre. Quiso ir a comprar medicamentos para ella, pero Heleanor le dijo que ya había agendado una cita con su doctora, por lo que tenía que esperar a que le dijeran que era lo que tenía y que dieran la receta de lo que necesitaba. Esa noche no tuvieron relaciones y se acostaron en camas separadas. Pero él no pudo conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada.A la mañana siguiente, sin nada relevante que haya acontecido, más que la despedida de beso de Hedrick para irse a la universidad. Heleanor se preparó para ir la cita con su médico. Caminaba por los pasillos del hospital y la atendieron sin que tuviera que esperar nada.—Bienvenida, señora Heleanor —dijo la doctora, que estaba detrás de un escritorio blanco—. Tome asiento por favor.Heleanor se acomodó en la silla y cruzó las piernas, para recibir la consulta.—Dígame. ¿Qué la trae por aquí?—Verá. En estos últimos días me he