Siempre éramos mamá y yo. Las dos contra el mundo. Subsistíamos con un huerto y recolectando hierbas y frutos que mamá vendía. Vivíamos en una antigua cabaña, entre los límites de dos manadas.

Manadas lideradas por alfas crueles con una reputación por demás cuestionables. Madre me había hecho prometerle que jamás iría a algunas de esas dos manadas por nada en el mundo, era ella quien hacía las compras y vendía las hierbas que recolectábamos. Con el tiempo me llamo la atención el aroma de algunas flores y las empecé a mezclar con cortezas, hojas y frutos, creando esencias de aroma muy singular. Fue así que nuestra vida cambio, las fragancias causaron sensación entre las humanas que las compraban en la tienda de la aldea humana. El plan era juntar tanto dinero, para que podamos irnos a vivir a la ciudad, cerca del bosque, lejos de mi padre y su malvada luna.

-¿qué ocurre? ¿estás nerviosa por el cambio de planes?-preguntaba mamá.

-no, entiendo que la ciudad ya no es segura, pero pensaba