Capítulo 65
Al día siguiente, Juan se acercó a una farmacia cerca de su casa.

Hoy había ido especialmente a comprar medicinas para tratar las heridas internas de Jacobo. Al entrar en la farmacia, Juan le dijo al hombre detrás del mostrador: —Amigo, dame un poco de azafrán y un poco de manzanilla.

El dueño de la farmacia era un hombre de mediana edad, calvo, que leía el periódico mientras fumaba un cigarrillo.

Al escuchar las palabras de Juan, el dueño de la farmacia se rascó ligeramente la cabeza y comenzó a buscar los medicamentos para Juan.

Al ver las manos grandes y oscuras del dueño, con largas uñas llenas de tierra, Juan se sintió un poco enfermo. Este tipo de medicamentos eran para curar a los enfermos, y el dueño ni siquiera mantenía la higiene adecuada.

—Amigo, ¿podrías lavarte las manos o ponerte guantes? —pidió Juan.

El dueño miró a Juan y aspiró profundamente el humo de su cigarrillo, dejando caer las cenizas en las hierbas medicinales. Con desdén, respondió: —Joven, no sabes nada. L
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