Capítulo 23
A la mañana siguiente, Juan se levantó temprano y se dirigió al patio de la mansión.

Juan cerró lentamente los ojos, respirando el fresco aire matutino.

Con cada inhalación y exhalación de Juan, las hojas caídas a su alrededor se movían al ritmo de su respiración.

En este momento, Juan parecía estar fusionado con la naturaleza.

De repente, abrió los ojos, una luz brillante parpadeó. Juan gritó fríamente, resonando como el rugido de un tigre.

Juan flexionó la cintura y lanzó un puñetazo, produciendo un estruendoso sonido en el aire.

Luego, continuó con una serie de puñetazos, cada uno de ellos imponente.

Después de completar una serie de movimientos, Juan exhaló profundamente. No había entrenado así desde que se casó.

De vuelta en la casa, Juan se quitó la chaqueta, se secó el sudor con una toalla y su estómago hizo ruido.

Juan fue a la cocina para prepararse un tazón caliente de fideos.

Justo cuando dio un bocado, sonó el timbre.

Juan dejó los utensilios y abrió la puerta. La visitante
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