Capítulo 10
Rita, originalmente una trabajadora de oficina común, fue llevada junto a María como secretaria desde que María comenzó a ganar dinero.

Como secretaria del jefe, se volvió arrogante, especialmente menospreciando a Juan, diciendo con sarcasmo: —Esto es solo su verdadera naturaleza. Siempre pensé que no era una buena persona.

Al escuchar esto, María frunció el ceño: —Prima, ¿quieres decir que siempre fue así?

Rita asintió vigorosamente y luego entrecerró los ojos, como si hubiera descubierto todo.

—Piensa en ello. Has estado casada durante mucho tiempo, has estado ocupada con tu carrera. ¿Cuántas veces has sido íntima con él?

María se sonrojó ligeramente al mencionar la intimidad, aunque eran hermanas y discutir tales asuntos no era apropiado.

Rita continuó: —Los hombres tienen necesidades en el dormitorio, y generalmente no les gustan las mujeres dominantes. Juan seguramente no pudo resistirse y había estado manteniendo a otra mujer durante mucho tiempo, pero tú no lo sabías.

—Divorciarte de él y exponer su aventura con Miguel debe haber alimentado su resentimiento. Junto con Miguel descubriendo la verdad, él se desquitó y lastimó a Miguel.

Al escuchar la explicación convincente de Rita, María no pudo evitar asentir ligeramente.

En su corazón, cada acusación contra Juan se solidificó.

Siendo una mujer poderosa, María tenía un fuerte sentido de autoestima. Le resultaba indiferente divorciarse de Juan. Sin embargo, la humillación de saber que Juan tuvo una aventura durante su matrimonio le resultaba difícil de soportar.

Incapaz de esperar para resolver los problemas con la familia Gómez, María tomó el teléfono y llamó a Juan.

Juan, sentado en el asiento del pasajero del automóvil deportivo de Ana, sintió un temblor en su corazón cuando escuchó el timbre de su teléfono y vio el nombre de María. Contestó rápidamente.

Tan pronto como descolgó el teléfono, escuchó el tono interrogativo de María: —¿Le clavaste un cuchillo a mi hermano y enviaste a alguien para golpearlo?

Al escuchar las acusaciones de María, el corazón de Juan se hundió. Respondió calmado: —Esa puñalada fue solo un castigo pequeño para una gran lección.

—En cuanto a ser golpeado, fue culpa suya, no tiene nada que ver con nadie más.

Al escuchar la admisión de Juan, María, furiosa pero burlona, dijo: —Entonces, realmente has acumulado en secreto una fortuna y mantenido a una mujer?

En este punto, el tono de Juan se volvió glacial: —¿Cómo te convertiste en tu madre, siempre especulando maliciosamente sobre los demás?

—Después de tres años de matrimonio, te entregué mi corazón por completo. ¿Cuándo comenzaste a mantener a otra mujer? ¿Cuándo acumulaste secretamente una fortuna a mis espaldas?

María continuó su interrogatorio: —Entonces, ¿de dónde proviene tu Jardín Secreto?

Juan dijo la verdad: —Alguien se enteró de que me estaba divorciando hoy y que no tenía a dónde ir, así que me lo regalaron.

María estalló en furia de repente, lanzando gritos de enojo hacia Juan.

—Hombre despreciable, ¿me tomas por tonta?

—Voy a demandarte. Haré que tú y tu amante enfrenten responsabilidades legales. Haré que devuelvas la mitad de los activos que legítimamente me corresponden.

Juan permaneció en silencio durante un rato y no dijo nada. Resulta que María también se había vuelto como Isabel.

Solo pensaba en dinero. Después de tres años de relación, no había ni un ápice de confianza básica hacia él.

Juan lo encontró ridículo.

Al no obtener respuesta de Juan, María lo interrogó fríamente: —Despreciable, ¿ya no tienes nada que decir?

Justo en ese momento, desde el otro lado del teléfono, se escuchó una voz coqueta y seductora.

—Querido, ¿es que tu ex esposa fea quiere reconciliarse contigo? No la atiendas, cariño.

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