La puerta se abre, me inclino sobre mis antebrazos y observo sin ninguna expresión al hombre de ojos oscuros y aspecto duro que aún no dice nada.
―Si vienes a apresurarme te informo que ya hice las malditas maletas.
―Cuida tu boca Brittany, no empieces. Vine a buscarte, el vuelo sale en dos horas y hay que llegar al aeropuerto antes.
―Bien, ya bajo ―me levanto con lentitud.
Quizás el irritarlo se convierta en algo divertido durante el camino.
Cierra la puerta con fuerza sacándome una sonrisa. Suspiro y salgo de la habitación cargando mi mochila y mis dos maletas a cada lado. Al llegar a planta escucho a mi padre, que permanece de espalda hablando por teléfono.
―Sí, ya estamos saliendo para el aeropuerto, bien… Tranquilo mi hija no dará dolores de cabeza…, de acuerdo… adiós ―cuelga volviéndose.
―¿Lista?
―¿Tengo otra opción? ―pregunto arqueando la ceja.
―No, no la tienes y la ironía no es procedente de una señorita ―ruedo mis ojos al escuchar eso.
Su ceño se frunce al observar la gaza en mi mano, pero no dice más―. Vamos.
Luego de un exhaustivo recorrido por seguridad, mi padre y yo nos acercamos al área de despegue mientras uno de los empleados del aeropuerto nos conduce a nuestros asientos en primera clase.
El vuelo resulta realmente un fastidio, estar ocho horas y media sentada al lado de mi padre en total silencio ha sido horriblemente aburrido, y más, considerando que ya la relación entre nosotros dos ha estado más que tensa. Sin embargo durante el viaje he aprovechado para ojear el folleto del internado el cual me extendió una vez que nos sentamos. Al parecer el lugar se encuentra a trece millas del centro de Londres y cuenta con más de ciento diez acres de campo. También ofrece un amplio programa de estudios además de las asignaturas básicas tales como: Lengua y Literatura Inglesa, Ciencias ―enseñadas como tres ciencias separadas― Matemáticas, Filosofía, Religión y Ética, Educación Física y Computación.
En otras lecciones adicionales los alumnos eligen hasta cuatro asignaturas de una amplia variedad, que incluyen: Danza, historia, geografía, música, arte, tecnología del diseño, teatro, francés y español. Me pregunto cuáles de estas asignaturas adicionales querrá elegir mi padre, eso tomando en cuenta las actividades recreativas que ofrece el paquete de último año, Tales como: Los grupos deportivos, los grupos de arte, el grupo de lectura y más.
¡Sí que es un internado para niños bien portados!
¿Harold en serio pretende dejarme allí? Es obvio que no encajaré de ningún modo.
Nos encontramos en el aeropuerto Heathrow de Londres exactamente a treinta y cuatro minutos del internado y son exactamente las cuatro y media de la madrugada. No puedo creer que a mi padre se le ocurriera tomar un vuelo que nos dejaría de madrugada a mitad de la calle. Afortunadamente su alteza tiene un auto aparcado para nosotros en la entrada principal del aeropuerto. Un hombre alto, de tez clara y ojos marrón oscuro permanece de pie en la acera con semblante serio.
―Bienvenido a Londres señor Braun ―dice el hombre de acento británico.
―Gracias Richard, ella es mi hija Brittany, Britt él es Richard: será tu chófer y estará al pendiente de tu seguridad cuando te apetezca salir del instituto.
Lo saludo estirando mis labios en una sonrisa que más bien parece una mueca, nos abre la puerta del auto y Harold me permite el paso antes de él. Me deslizo rápidamente quedando a una distancia considerable mientras él se limita a permanecer en el otro extremo.
Decido colocar un auricular en una de mis orejas tratando de distraerme. No me incomoda permanecer en silencio, de hecho lo prefiero, y más si se trata de hablar con mi padre. Alrededor de media hora siento el vehículo estacionarse y el pequeño roce en mi brazo pincha mi burbuja interrumpiendo mi instante de tranquilidad. Apago la música de mi móvil.
―Ya llegamos.
―Ya lo noté ―ruedo mis ojos.
Quito mis auriculares con la única intención de abandonar el auto, pero el hombre permanece en el otro extremo obstaculizando mi camino.
―No quiero que me odies por esto ―lo escucho susurrar―. Entiende que es por tu bien, yo nunca estoy en la casa. Estas muy rebelde y aunque me cueste admitirlo sin tu madre es muy difícil educarte.
―¿Y por qué no me mandaste a un internado antes si te resultaba tan difícil?
―Porque eres mi hija, y te amo ―su voz suena inestable y el nudo en mi garganta se comienza a pronunciar.
¡No llores! ―grito para mis adentros.
―Eso no te importó cuando me abofeteaste ―contraataco.
Lo observo respirar profundo y sé que está intentado controlarse.
―Es suficiente, lamento haberte golpeado, pero lo que dijiste me hirió más de lo que crees.
Ese era el plan―digo para mí misma.
Si cree que puede simplemente hacerme a un lado durante años y luego venir con su arrepentimiento absurdo, está muy equivocado. Me limito a permanecer en silencio, sé que espera una respuesta pero no pienso responder. Las personas como el suponen que siempre pueden valerse de excusas.
―¿No dirás nada?
―No tengo nada que decir ―mantengo la vista firme en los asientos delanteros.
―Bien, pues yo si ―toma una pausa y continua―. Todos estos años contigo y sin tu madre han sido muy duros de llevar ―vuelvo mi vista a él intentando buscar alguna forma de lastimarlo, pero ésta no llega y mis ojos se comienzan a cristalizar―. No puedo entenderte por qué nunca quieres hablar de lo que sientes, sólo te encierras en tu habitación por horas, y créeme, sé que es a causa de la muerte de tu madre pero no es justo que cubras el mundo con tu dolor. Elena fue una mujer extraordinaria y si, admito que teníamos nuestras discusiones, pero ¿qué matrimonio no las tiene? ―respira cerrando sus ojos para luego volver a abrirlos―. Solo te pido que pongas de tu parte, tengo fe en que estadía aquí será productiva, sé que puedes ser capaz de no siempre ser un desastre.
Me remuevo al escuchar eso último.
―Eres una chica excepcional igual que tu madre ―confiesa haciéndome sentir nostálgica―, espero que algún día puedas entender el porqué de mis decisiones.
Respira profundamente, carraspea un poco y finalmente vuelve a hablar
―Hay que salir, nos están esperando.
De inmediato lo miro esperando una explicación que no llega, en cambio sale del auto ignorándome.
¿Quién nos estará esperando? Salto de mi asiento siguiéndolo. Richard aparece repentinamente cerrando la puerta tras de mí. Camino tras mi padre quien se mueve con demasiada familiaridad hacia la entrada de la primera torre. Admiro unos segundos el diseño arquitectónico británico que se muestra a primera vista.
Es enorme.
En el centro de la reja que rebasamos al llegar en el auto recuerdo haber visto un letrero con diseño clásico donde se pronunciaba las palabras: "Successful Future"
Al entrar observo los diferentes corredores, y el diseño moderno de este no tiene nada que ver con su aspecto externo. Por fuera se ve un tanto clásico y elegante, por dentro parece más sofisticado y novedoso. A primera vista no parece ser lo que imaginé y me incomoda que eso se convierta en un motivo para alarmarme.
No te dejes engañar, el que parezca un resort no significa que lo sea ―la vocecita en mi cabeza me advierte.
Avanzamos hasta lo que parece ser un sitio de espera, y me siento junto a mi padre en un sofá en línea color lino frente a un pequeño escritorio que permanece vacío. Richard se encargó de dejarle mi equipaje al personal que nos abordó al llegar, el cual supongo, ha de llevarlo a la habitación que me fue asignada. Me parece absurdo ¿les pagaran suficiente como para trabajar a esta hora sin quejarse?
El sonido de una voz gruesa y profunda interrumpe mis pensamientos dejando entre ver al portador de la voz con acento particular. Un hombre con aspecto similar al de mi padre se acerca a nosotros. Sus ojos azules se fijan en el hombre a mi derecha.
―Harold, que alegría tenerte por aquí ―el sujeto elegante y vestido de traje se dirige a mi padre con tanta simpatía y confianza que me desconcierta.
―Sí, lamento la hora de llegada pero no pude planear el viaje con mucha antelación.
El desconocido asiente con despreocupación antes de mirarme.
―Tú debes ser Brittany Braun, es un placer conocerte jovencita. Tu padre me ha hablado mucho de ti ―dice ofreciéndome su mano la cual estrecho con incomodidad.
―Si claro… un placer.
―Rick no es solo el director del internado, es también primo de uno de mis colegas.
La aclaración de mi padre por un momento logra sorprenderme, pero retomo mi compostura al recodar que la amistad para con sus socios siempre ha sido su más grande talento.
―Bueno síganme a mi oficina, primero hablaremos de algunas normativas antes de que Emily le entregue a Brittany su uniforme.
El hombre avanza a lo que supongo es su oficina y al entrar no puedo evitar sentirme asombrada. No es tan grande como lo imaginé, pero la poca luz que en esta habita logra sorprenderme, mucho más a esta hora. Un escritorio de madera oscura permanece al final de la pared frente al estante repleto de simultáneos libros y diferentes reconocimientos, que logro ver desde aquí. Frente a él, descansan un par de sillas a juego. A mi izquierda se encuentra una mini sala con sillones bastante amplios y cuadros de paisajes, que sobra decir, parecen sacados de algún museo. No logro detallar más ya que el viejo de ojos azules y acento muy marcado comienza su charla.
―Por favor siéntense, me gustaría aclararles algunas normativas las cuales son de suma importancia saber.
Nos sentamos en las sillas frente al escritorio. Sillas tipo patín, muy diferente al asiento del director, el cual estoy segura está elaborada de alguna piel animal y materiales muy costosos. Vuelve a mi memoria, todo lo que vi antes de llegar aquí ¡Vaya internado de niños ricos, en que mi padre decidió inscribirme!
El hombre de ojos azules comienza con una larga y exhaustiva charla sobre el tema que más detesto "reglas" ruedo los ojos solo de escuchar ese término, siento que las reglas si están para romperse, pero más que eso siento que solo sirven para limitarnos.
Sé que muchas de ellas nos protegen del peligro, pero no soy estúpida, se exactamente de lo que debo cuidarme. Hombres como mi padre y este señor dan por sentado que a través de ellas pueden controlarnos, quieren volvernos como ellos, yo no quiero eso―ser igual que mi padre es lo último que quiero ser.
Mientras lo escucho hablar presto la mayor atención que soy capaz.
―Existen cuatro casas en total: Winchester, Wembley, Chester y Archer. Winchester y Wembley son conformadas por los alumnos de preparatoria y las casas Chester y Archer por los de secundaria ―explica―. Cada una de ellas es supervisada por algún docente, el cual también se encarga de aconsejar a los estudiantes durante el periodo escolar. Brittany ya fue asignada a la casa Winchester. El señor Rawson es su encargado y me complace decir que también será su profesor de religión y ética.
Que fascinación―nótese mi sarcasmo.
―En cuanto a los periodos libres y salidas serán autorizados por ti Harold. Somos muy flexibles referentes a la salida de los estudiantes los fines de semana, siempre y cuando están sean autorizadas por sus representantes o tutor ―se dirige a mi padre quien concuerda. Es claro que no permitirá que salga de aquí jamás―. Ya me habías mencionado que de las asignaturas extras te gustaría que Brittany practicara historia y música.
¡Por supuesto, se tomó la molestia de pensarlo por mí!
―Sería de gran provecho.
―Estoy seguro que sí. En cuanto a las instalaciones, a los estudiantes de último año se les permiten disfrutar de las mismas mientras estas estén sujetas a los horarios establecidos. Horarios que Emily le proporcionará a Brittany al entregarle su uniforme.
Mi padre le da las gracias por última vez y vuelve a pedirle disculpas por la hora antes de salir de allí. Una vez fuera mis ojos buscan a la tal Emily, quien creo se encuentra sentada frente al escritorio que hace media hora se encontraba vacío ¿Acaso esta gente no duerme?―El director me dijo que te pidiera mi horario y mi uniforme ―me acerco tratando de sonar lo más educada posible.―Por supuesto ―ella se levanta dándole una rápida mirada a mi padre quien permanece un poco alejado tecleando en su celular, vuelve su atención a mí y sonríe antes de irse al estante de gabinetes cerca de una de las plantas enormes al final del pasillo.Mientras se toma su tiempo la observo sin expresión alguna. Alta, con cabello negro muy corto, viste una falta ajustada color carmín que llega más abajo de sus rodillas, su camisa blanca por otro lado se ciñe a su cuerpo con suavidad.―Por la llave de tu habitación no te preocupes, los únicos que tienen esas llaves son miembros autorizados, ya que no se
¡Diablos! "Ahora tu profesor" Esas palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez. No es posible que de todas las posibilidades existentes, hubiera sido atrapada precisamente por un profesor. Nada de lo que planee está resultando como esperaba. El ambiente se siente pesado y no estoy segura del porqué, quizás se deba a la sensación de hace un momento. Mentiría si dijera que todo en él no me intimida, pero es algo que no estoy dispuesta a reconocer. Por el momento es imposible que me sienta de esta manera cuando lo acabo de conocer. Su acercamiento me pone nerviosa, el tenerlo tan cerca me está nublando la mente, esto verdaderamente se está volviendo algo molesto. Sus ojos verdes siguen clavados en mi rostro buscando una respuesta ante su presentación ¿Qué se supone que diga? no tenía ni idea de su posición. ―Solo quería explorar, acabo de llegar y no conocía las instalaciones ―me separo un poco recogiendo la mochila que hasta hace unos minutos seguía en el suelo. ―¿A esta hora? ―
―¡Chicos! ―grita Alice aturdiendo a media cafetería―. Ella es Brittany, nueva en el instituto y mi nueva compañera de habitación ―continua tomándome del brazo, y presentándome sin disimulo. ―Britt, ellos son James, Eddie, Evan y Azenet. Los tres chicos me saludan, abriéndome espacio entre ellos permitiéndome sentarme. Lo hago entre el rubio y el castaño a quienes reconocí como James y Eddie. James es el típico rubio británico; con ojos pequeños y verdes, cabello lacio y labios rosados que se estiran con cierta sonrisa arrogante, muy diferente al chico de mi derecha. Eddie, quien conserva cierto aspecto frió. Su piel pálida realza el azul de sus ojos que me miran con curiosidad, y su cabello color chocolate permanece peinado de un lado. Frente a mí, un chico de aspecto sereno y de desinterés, con piel un poco bronceada cubierta de tatuajes y ojos grises muy grandes, que confirmo como la perfecta combinación para su cabello corto y negro azabache. Tres chicos muy atractivos si, y muy d
Salto de la ducha un tanto frustrada, me visto con prisa y culmino sujetando mi cabello en una coleta alta, antes de caminar a toda prisa hacia la cafetería. Como era de esperarse, la misma permanece vacía a excepción del personal, el cual organiza y asea algunas de las mesas. El frígido clima de invierno está comenzando a hacer acto de presencia en Londres, lo que me lleva a pensar en lo diferente de Miami. De estar allá posiblemente me encontraría sobre las gradas de siempre, perdiendo el tiempo, e inventando una nueva manera de llamar la atención de papá. Froto un poco mis manos buscando calor y luego me coloco mis auriculares perdiéndome por un instante sobre las finas notas de un piano que le da entrada a la elegante voz de John legend. Uno de mis cantantes favoritos. Su voz tan delicada y suave siempre logra sosegar mi angustia. Las horas pasaron y con ella los estudiantes comenzaron a llegar, entre ellos los chicos en compañía del par de rubias que supieron dar conmigo rápidam
Me levanto con prisa, y cruzando mis brazos observo con detenimiento al chico de aspecto rudo que me escanea sin disimulo. Su tez clara realza el color negro de su cabello rapado y la inmensa gama de tatuajes, que sigue un camino desde sus manos hasta su cuello. Todo en él, grita peligro y los aretes en sus orejas solo confirmaban mi intuición. Enarco mi ceja y respiro recordando la cantidad de inútiles y vagos de mi antiguo instituto de los cuales tuve que defenderme. ―No era mi intensión asustarte, lo lamento ―sus labios se extienden en una pequeña sonrisa. ―¿Y quién dijo qué me asustaste?―intento defenderme―. Está el susto, y está la sorpresa. ―Sí, y los dos tuviste ―afirma ensanchando su sonrisa, y extendiendo hacia mí su mano cubierta de tinta negra―. Soy Lionel Cullen. ―Brittany Braun ―digo devolviéndole el saludo. El contacto de nuestras manos se hace muy corto, ya que soy la primera en tomar distancia. Algo en él me hace sentir nerviosa, y no estoy segura de la razón. No p
Logro pedir mi almuerzo y ubicar a los chicos sin problema. ―¿Y para qué el profesor Campbell te pidió quedarte? ―pregunta Alice devorando su plato. ―Nada importante, me asignó unos trabajos para obtener algo de nota. La plática del almuerzo se concentró en la fiesta de Hawaii del fin de semana. Esa fiesta sí que los tiene entusiasmados, sobre todo a Alice quien parecer tiene la esperanza de encontrar a algún chico guapo que logre cautivarla. ―¡Hey! Chica nueva ―escucho el llamado de alguien a quien no quería ver. Lionel se encuentra a unas mesas apartadas de mí, saludándome desde lejos ¿Por qué de pronto todos quieren estar adheridos a mí? Ignoro totalmente su gesto y continúo comiendo percatándome del silencio, y la fina línea de tensión que comienza a formarse. Todos en la mesa me observan con curiosidad. ―Brittany ¿Conoces a Lionel? ―pregunta Evan con gesto serio. ―Si ¿Por qué? ―Ese chico es peligroso ―la voz de Azenet suena preocupada―. Es el típico chico mala conducta, p
Ni siquiera sé cómo volver y hasta ahora me doy cuenta. Brillante idea dejar el celular en el internado―mi subconsciente vuelve a burlarse, pero ¿Qué sentido tendría? ¿A quién llamaría? Las chicas estarán seguramente en el quinto sueño, además llegar al internado, así como así, me traería problemas más graves. Sigo caminando con la esperanza de encontrar a alguien que pueda ayudarme, pero entre más camino más vacía están las calles. Paso por un callejón donde están unos hombres fumando y bebiendo, me asomo unos segundos y de inmediato decido alejarme de allí. Inmediatamente mi cuerpo se estremece al escuchar unos pasos acercarse. Los hombres que estaban en el callejón, se mantienen a unos pasos siguiéndome. Maldigo para mis adentros, y con mis piernas inestables intento apresurarme. Aprieto mis manos empujando las ganas de llorar que continúan enviando una corriente de ardor sobre mi garganta. No consigo alejarme de aquellos sujetos que comienzan a murmurar obscenidades. Una punzad
Al escuchar las pisadas de Campbell me enderezo buscando alguna forma de comodidad, ahora que el peligro pasó y estoy a salvo, esa sensación de vulnerabilidad se vuelve presente. Lo veo acercarse con una especie de botiquín, se sienta a mi lado y extiende su mano. ―Permítame ―dudo unos minutos imaginándome el ardor que podría sentir. ¿Y si me lastima? ―Lo haré despacio para que no duela, no te haré daño ―promete observándome con esos ojos suaves a los que no puedo negarme. Tiendo mi mano sintiendo una pequeña electricidad una vez que su mano hace contacto con la mía, me mira frunciendo el ceño, como si esa electricidad lo hubiera invadido a él también, pero no dice nada, solo se limita a quitar el vendaje. ¡Santo Dios! las heridas aun no cicatrizan y el ardor me hace sobresaltar, reprimo las ganas de llorar mordiendo mi labio inferior, y evitando mirar las heridas. Luego de unos minutos ya estoy curada y feliz de decir que no me dolió, tiene manos de ángel, tal y como prometió n