"Brittany, esta noche te vas a Londres"
Esas palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez. Permanezco inmóvil sintiendo la garganta seca y sin saber qué decir ¿Irme a Londres? ¿Ahora qué se le metió a la cabeza? ¿Será algo relacionado con su trabajo? No suele llevarme a sus viajes de negocios, pero de nuevo esa espina de dolor se clava en mi pecho "Brittany, esta noche te vas a Londres" “¿Te vas?" eso quiere decir que no ira conmigo.
―¿Viajar? ¿Para qué?
―No son vacaciones Britt ―se mantiene serio―. Te vas a un internado.
Sólo basta esa aclaración para entender a qué se refería, mentiría si dijera que eso no se sintió como un balde de agua ¿Pretende deshacerse de mí?
―¿A un internado? ¿Por qué?, ya yo tengo un instituto papá ―exclamo entre dientes.
―No señorita ―responde levantándose de su asiento―. En eso te equivocas, ayer cuando la directora me llamó no solo me informo de tus faltas, también me comunicó de tu expulsión del Hope Place School.
M*****a vieja loca.
¡Grandioso! Me volvieron a correr de otro instituto, estupendo Brittany, más problemas―me reclamo.
―¿Y esta vez por qué fue? ―pregunto restándole importancia.
―No puedo creer el tamaño de tu cinismo ―comienza a mover la cabeza como si estuviera negando algo.
―¿Y es por mi cinismo qué me mandaras Londres?
―No Brittany, te mando a Londres porque estoy cansado de tu comportamiento, estoy cansado de que te expulsen de cada instituto en el que te inscribo ―su tono se hace aún más fuerte―. Tú no quieres cambiar, y yo estoy muy viejo para seguir peleando.
Lanzo una carcajada exagerada antes de hablar.
―Ahora lo entiendo todo, ya no me matarás, me encerrarás en otro maldito instituto pero esta vez te asegurarás de que no salga ¿no es verdad?
―¡Ya basta, ya basta Brittany!, te guste o no te iras a ese internado esta noche ―sentencia saliendo de la cocina.
Es realmente infantil que intente evadir la situación enviándome a otro continente.
¡Diablos! No puedo creer que me haga esto. Hubiera preferido que me matara tal y como lo hizo con mamá. Camino a mi habitación a paso veloz con la rabia acumulada ¿Quién demonios se cree? ¿Cree que puede mudarme a otro país así como así? Es mi padre, no mi dueño ¿Todo por saltarme un par de clases? No… no, esto definitivamente tiene que ser una jodida broma. Todo tiene que ser producto de mi imaginación, debe tratarse de un mal sueño, no es posible que mi vida pueda empeorar, no de esta manera.
Mi pecho arde, arde como si del mismo infierno se tratara. Necesito descargar la rabia, necesito drenar― ¿Qué demonios pasa contigo? ―grito con el fin de que logre escucharme desde mi habitación.
―¡No estoy loca!, no necesito ir a un internado, no me puedes encerrar ¿Qué te pasa? ―mis manos se mueven hacia la mesa volcando todo en ella. Las fotos de nosotros y las de mamá las arranco de la pared tirándolas al piso ¿Qué sentido tiene que permanezcan ahí? Ella no volverá nunca.
―¡Estas mal de la cabeza Harold! ―vuelvo a gritar sin importar que no me escuche.
Mis jadeos se convierten en gritos de frustración, las sabanas van al suelo, la lámpara que me regaló la estrello contra la pared ¿Cree que puede simplemente ocultar su falta de atención con regalos? Es el peor padre del mundo, no merecía a mamá―me repito constantemente sin querer calmar la frustración ¿Y para qué calmarla? ¿De qué servirá si nunca duermo? Nunca consigo paz. Necesito paz, necesito un respiro… necesito aire.
¡Todo es su culpa!
―¡Todo es tu m*****a culpa Harold! ―vuelvo a gruñir sintiendo como el aire comienza a faltarme.
Las lágrimas caen a mis mejillas como cascadas mientras mi cabeza comienza a doler ¡Diablos! Duele ¿Por qué siempre duele? Llevo las manos a mi cuello buscando el aire que comienza a desvanecerse, pero me cuesta. Mi reflejo en el espejo me hace enojar. Las jodidas ojeras, esa mirada triste. No soporto verme tan débil, tan vulnerable. Mi puño choca contra el vidrio del espejo esperando que al menos eso me haga sentir mejor, pero el dolor no desaparece, más bien aumenta.
Me odio, odio ser débil, ser pequeña, ser así.
―Aire… necesito aire.
Un mareo me azota con violencia haciéndome tambalear, casi tirándome al suelo
―Concéntrate Brittany―me animo a mí misma intentando no caer sobre mis rodillas.
Con la poca fuerza que me queda, me sostengo del borde de la cama. Tomo una fuerte respiración llevando las manos a mi pecho y me concentro en normalizar mi respiración. Un par de minutos después estoy más calmada. Mi pecho sigue moviéndose de arriba a abajo aunque ya no me cuesta tanto respirar.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero a mí alrededor mi cama y el resto de mi habitación está hecho un desastre.
El ardor en mi mano me hace inclinar la mirada. Observo la sangre que se desprende de mis nudillos y me levanto con un poco de dificultad avanzando hasta el baño ¡Dios! Arde como el infierno. Rebusco entre los cajones el botiquín de primeros auxilios que Elizabeth guardó en mi habitación luego de mi primer ataque, y al conseguirla yo misma me encargo de limpiar con cuidado la herida.
Es una fortuna que aquella idea haya servido más de lo que pensaba.
Mis manos aún tiemblan y por suerte el ataque de ansiedad disminuyó considerablemente. El aire volvió a mis pulmones, lo que es bueno. No tolero sentirme así cada que las cosas se ponen difíciles. Algún día estos ataques van a matarme y nadie lo va a poder evitar.
Al terminar de vendar la herida me quedo en el balcón con la guitarra de mamá en mis manos. Intento tocar aun con los dedos lastimados y después de un rato no parece molestar. Continúo deleitándome con cada compás musical hasta que escucho los pequeños golpes en la puerta que inmediatamente me tensan.
―Adelante ―hablo sin perder la concentración.
―Mi niña ¿Qué paso aquí? ¿Estás bien? ―escucho la voz de Elizabeth en un jadeo.
―No pasó nada, solo hice otro de mis muchos berrinches.
Así es como mi padre los llama. Para el mis ataques de ansiedad nunca han sido prioridad. Berrinches, para el solo son berrinches.
―Niña por favor, a su madre no le gustaría verla así.
―Mi madre murió ―escupo con rabia dejando de tocar―, o más bien la mataron ―el nudo en mi garganta vuelve aparecer.
―No diga eso, su padre no mató a su madre y usted lo sabe, no sea tan dura con él.
―Harold la mató, por esa m*****a pelea mi madre murió ―me doy vuelta observando como aún permanece cerca de la puerta.
―La señora Elena amaba mucho a su padre, niña, y lo amó hasta el último momento.
Las lágrimas cubren mis parpados mientras el primer sollozo se escapa de mis labios ¿Por qué tuvo que irse? Ella era muy buena, era la persona más buena del mundo y la manera en la que murió simplemente no fue justo. Sin darme cuenta estoy llorando a mares de nuevo, las lágrimas que se habían secado han vuelvo a derramarse. Es temporal, es un dolor temporal, el tiempo lo cura todo ―solía decir mi psicóloga, pero no, el dolor nunca se fue… nunca.
―La extraño nana, crecer sin ella ha sido lo peor ―digo con la voz entre cortada.
―Shh… todo va a estar bien mi niña, todo va a estar bien ―apenas puedo darme cuenta de la cercanía de Elizabeth quien permanece abrazándome.
Tomo una respiración larga mientras poco a poco las lágrimas dejan de brotar. Miro nuevamente a Elizabeth y con ello el arrepentimiento se siembra sobre mi pecho. He sido una perra con ella la mayor parte del tiempo, y aun así sabe escuchar. Es la única en esta casa que se asegura de mi bienestar luego de un ataque.
―¿Sabías que mi padre tenía pensado mandarme a un internado en Londres esta noche?
Recuerdo una vez más los acontecimientos de hace un rato.
―Si mi niña, lo sabía ―la escucho decir apenada.
Me separo de ella despacio dejando la guitarra a un lado y seco mis lágrimas. Por un momento levanto la vista al cielo intentando no agobiarme ¿Cómo es posible que el hombre que ayudó a darme la vida, no le importe mi bienestar? ¿Si no me quería en un principio por qué no convenció a mamá de abortarme? Hubiera sido mejor que vivir esta vida de porquería.
Tras varios minutos respirando y suspirando, la sonrisa de Elizabeth resplandece en tanto intento responderle de la misma manera, eso hasta que me doy cuenta de lo estúpida que debo estar viendo al hacerlo más como una mueca. Siendo justos, ella no tiene la culpa de nada y yo lo único que hago es complicarle la vida aquí en la casa.
―Lo lamento.
―¿Qué lamenta mi niña? ―pregunta confusa.
―Ser tan molesta y malcriada contigo, te has encargado de cuidarme desde que mamá murió ―reprimo un sollozo―. Gracias.
Sonríe con sorpresa antes de responder con amabilidad―. No hay nada que agradecer, ahora es mejor que venga conmigo apuesto a que no ha comido.
―No, y creo que tengo mucha hambre ―río sin gracia.
―Bueno, vayamos a la cocina. Le prepararé algo delicioso que estoy segura le encantará.
Después de comer subí a mi habitación, me concentré en cambiar el vendaje de mi mano ignorando el desorden a mí alrededor. Al terminar me dirigí al armario con el único propósito de alistar mis maletas y meter todo lo necesario. Si Harold lo único que quiere es que me largue, bien, eso haré. Estoy segura que no tardará en meter a alguna mujerzuela a esta casa.
Resoplo y río con pesadez al pensar en que tal vez se trate de eso.
Cuando termino de armar la última maleta, me tumbo en la cama boca arriba pensando en el infierno que viviré en ese jodido lugar. No estoy segura de cómo sea, ni de lo que me espera, pero un vago pensamiento traspasa mi mente como si de una estrella fugaz se tratara, y con ello una brillante idea aparece sobre mis pensamientos.
Podría escaparme de ese lugar, es posible que logre conseguir un trabajo. Después de todo ya casi tengo dieciocho años y en Reino Unido se considera la mayoría de edad, además si Elizabeth y mi padre permanecen aquí en Miami no tendré inconvenientes luego de fugarme.
¡Mierda! Sin duda es una idea descabellada aunque no pierdo nada con intentarlo. Estoy consciente de que quizás, solo quizás, no es la mejor idea de todas. Es vergonzoso que este sea mi único plan.
El resto de la mañana se pasó volando, estuve en la biblioteca leyendo un par de libros mientras Elizabeth ordenaba el desorden en mi habitación. Estoy tan inmersa en la historia de Ana y Christian Grey que no me doy cuenta de la hora. Observo el cielo azul. El sol aún permanece brillante. Luego del almuerzo Elizabeth me informó que el vuelo se adelantaría y saldríamos en unas horas, eso me hizo poner mis ojos en blanco ―el viejo no puede esperar para deshacerse de mi―me levanto con pereza y me dirijo a mi habitación tratando de evitar el estudio de mi padre, no sé si ya llegó pero tampoco quiero saberlo.
Me adentro en mi habitación ya perfectamente arreglada y me doy una ducha rápida. Al salir me visto con un pantalón ajustado blanco, un suéter color chartreuse y mis zapatillas deportivas. Dejo mi cabello suelto y doy un último vistazo a mi apariencia antes de preparar mi mochila.
Me recuesto en mi cama dando los últimos suspiros en casa. Será difícil olvidar todo este maldito drama, sobretodo porque estoy segura que mi padre no perderá el tiempo en controlarme incluso estando allí.
Unos toques en la puerta me hacen suspirar con pesadez y decido no contestar, se perfectamente a que se debe la interrupción
La puerta se abre, me inclino sobre mis antebrazos y observo sin ninguna expresión al hombre de ojos oscuros y aspecto duro que aún no dice nada. ―Si vienes a apresurarme te informo que ya hice las malditas maletas. ―Cuida tu boca Brittany, no empieces. Vine a buscarte, el vuelo sale en dos horas y hay que llegar al aeropuerto antes. ―Bien, ya bajo ―me levanto con lentitud. Quizás el irritarlo se convierta en algo divertido durante el camino. Cierra la puerta con fuerza sacándome una sonrisa. Suspiro y salgo de la habitación cargando mi mochila y mis dos maletas a cada lado. Al llegar a planta escucho a mi padre, que permanece de espalda hablando por teléfono. ―Sí, ya estamos saliendo para el aeropuerto, bien… Tranquilo mi hija no dará dolores de cabeza…, de acuerdo… adiós ―cuelga volviéndose. ―¿Lista? ―¿Tengo otra opción? ―pregunto arqueando la ceja. ―No, no la tienes y la ironía no es procedente de una señorita ―ruedo mis ojos al escuchar eso. Su ceño se frunce al observar
Mi padre le da las gracias por última vez y vuelve a pedirle disculpas por la hora antes de salir de allí. Una vez fuera mis ojos buscan a la tal Emily, quien creo se encuentra sentada frente al escritorio que hace media hora se encontraba vacío ¿Acaso esta gente no duerme?―El director me dijo que te pidiera mi horario y mi uniforme ―me acerco tratando de sonar lo más educada posible.―Por supuesto ―ella se levanta dándole una rápida mirada a mi padre quien permanece un poco alejado tecleando en su celular, vuelve su atención a mí y sonríe antes de irse al estante de gabinetes cerca de una de las plantas enormes al final del pasillo.Mientras se toma su tiempo la observo sin expresión alguna. Alta, con cabello negro muy corto, viste una falta ajustada color carmín que llega más abajo de sus rodillas, su camisa blanca por otro lado se ciñe a su cuerpo con suavidad.―Por la llave de tu habitación no te preocupes, los únicos que tienen esas llaves son miembros autorizados, ya que no se
¡Diablos! "Ahora tu profesor" Esas palabras se repiten en mi cabeza una y otra vez. No es posible que de todas las posibilidades existentes, hubiera sido atrapada precisamente por un profesor. Nada de lo que planee está resultando como esperaba. El ambiente se siente pesado y no estoy segura del porqué, quizás se deba a la sensación de hace un momento. Mentiría si dijera que todo en él no me intimida, pero es algo que no estoy dispuesta a reconocer. Por el momento es imposible que me sienta de esta manera cuando lo acabo de conocer. Su acercamiento me pone nerviosa, el tenerlo tan cerca me está nublando la mente, esto verdaderamente se está volviendo algo molesto. Sus ojos verdes siguen clavados en mi rostro buscando una respuesta ante su presentación ¿Qué se supone que diga? no tenía ni idea de su posición. ―Solo quería explorar, acabo de llegar y no conocía las instalaciones ―me separo un poco recogiendo la mochila que hasta hace unos minutos seguía en el suelo. ―¿A esta hora? ―
―¡Chicos! ―grita Alice aturdiendo a media cafetería―. Ella es Brittany, nueva en el instituto y mi nueva compañera de habitación ―continua tomándome del brazo, y presentándome sin disimulo. ―Britt, ellos son James, Eddie, Evan y Azenet. Los tres chicos me saludan, abriéndome espacio entre ellos permitiéndome sentarme. Lo hago entre el rubio y el castaño a quienes reconocí como James y Eddie. James es el típico rubio británico; con ojos pequeños y verdes, cabello lacio y labios rosados que se estiran con cierta sonrisa arrogante, muy diferente al chico de mi derecha. Eddie, quien conserva cierto aspecto frió. Su piel pálida realza el azul de sus ojos que me miran con curiosidad, y su cabello color chocolate permanece peinado de un lado. Frente a mí, un chico de aspecto sereno y de desinterés, con piel un poco bronceada cubierta de tatuajes y ojos grises muy grandes, que confirmo como la perfecta combinación para su cabello corto y negro azabache. Tres chicos muy atractivos si, y muy d
Salto de la ducha un tanto frustrada, me visto con prisa y culmino sujetando mi cabello en una coleta alta, antes de caminar a toda prisa hacia la cafetería. Como era de esperarse, la misma permanece vacía a excepción del personal, el cual organiza y asea algunas de las mesas. El frígido clima de invierno está comenzando a hacer acto de presencia en Londres, lo que me lleva a pensar en lo diferente de Miami. De estar allá posiblemente me encontraría sobre las gradas de siempre, perdiendo el tiempo, e inventando una nueva manera de llamar la atención de papá. Froto un poco mis manos buscando calor y luego me coloco mis auriculares perdiéndome por un instante sobre las finas notas de un piano que le da entrada a la elegante voz de John legend. Uno de mis cantantes favoritos. Su voz tan delicada y suave siempre logra sosegar mi angustia. Las horas pasaron y con ella los estudiantes comenzaron a llegar, entre ellos los chicos en compañía del par de rubias que supieron dar conmigo rápidam
Me levanto con prisa, y cruzando mis brazos observo con detenimiento al chico de aspecto rudo que me escanea sin disimulo. Su tez clara realza el color negro de su cabello rapado y la inmensa gama de tatuajes, que sigue un camino desde sus manos hasta su cuello. Todo en él, grita peligro y los aretes en sus orejas solo confirmaban mi intuición. Enarco mi ceja y respiro recordando la cantidad de inútiles y vagos de mi antiguo instituto de los cuales tuve que defenderme. ―No era mi intensión asustarte, lo lamento ―sus labios se extienden en una pequeña sonrisa. ―¿Y quién dijo qué me asustaste?―intento defenderme―. Está el susto, y está la sorpresa. ―Sí, y los dos tuviste ―afirma ensanchando su sonrisa, y extendiendo hacia mí su mano cubierta de tinta negra―. Soy Lionel Cullen. ―Brittany Braun ―digo devolviéndole el saludo. El contacto de nuestras manos se hace muy corto, ya que soy la primera en tomar distancia. Algo en él me hace sentir nerviosa, y no estoy segura de la razón. No p
Logro pedir mi almuerzo y ubicar a los chicos sin problema. ―¿Y para qué el profesor Campbell te pidió quedarte? ―pregunta Alice devorando su plato. ―Nada importante, me asignó unos trabajos para obtener algo de nota. La plática del almuerzo se concentró en la fiesta de Hawaii del fin de semana. Esa fiesta sí que los tiene entusiasmados, sobre todo a Alice quien parecer tiene la esperanza de encontrar a algún chico guapo que logre cautivarla. ―¡Hey! Chica nueva ―escucho el llamado de alguien a quien no quería ver. Lionel se encuentra a unas mesas apartadas de mí, saludándome desde lejos ¿Por qué de pronto todos quieren estar adheridos a mí? Ignoro totalmente su gesto y continúo comiendo percatándome del silencio, y la fina línea de tensión que comienza a formarse. Todos en la mesa me observan con curiosidad. ―Brittany ¿Conoces a Lionel? ―pregunta Evan con gesto serio. ―Si ¿Por qué? ―Ese chico es peligroso ―la voz de Azenet suena preocupada―. Es el típico chico mala conducta, p
Ni siquiera sé cómo volver y hasta ahora me doy cuenta. Brillante idea dejar el celular en el internado―mi subconsciente vuelve a burlarse, pero ¿Qué sentido tendría? ¿A quién llamaría? Las chicas estarán seguramente en el quinto sueño, además llegar al internado, así como así, me traería problemas más graves. Sigo caminando con la esperanza de encontrar a alguien que pueda ayudarme, pero entre más camino más vacía están las calles. Paso por un callejón donde están unos hombres fumando y bebiendo, me asomo unos segundos y de inmediato decido alejarme de allí. Inmediatamente mi cuerpo se estremece al escuchar unos pasos acercarse. Los hombres que estaban en el callejón, se mantienen a unos pasos siguiéndome. Maldigo para mis adentros, y con mis piernas inestables intento apresurarme. Aprieto mis manos empujando las ganas de llorar que continúan enviando una corriente de ardor sobre mi garganta. No consigo alejarme de aquellos sujetos que comienzan a murmurar obscenidades. Una punzad