Ohhhhh esto me encanta, estoy muy impresionada con la idea de Britt, ese Lionel no me da mucha buena espina, no se si a ustedes les agrade, pero díganme que les parece.
Ni siquiera sé cómo volver y hasta ahora me doy cuenta. Brillante idea dejar el celular en el internado―mi subconsciente vuelve a burlarse, pero ¿Qué sentido tendría? ¿A quién llamaría? Las chicas estarán seguramente en el quinto sueño, además llegar al internado, así como así, me traería problemas más graves. Sigo caminando con la esperanza de encontrar a alguien que pueda ayudarme, pero entre más camino más vacía están las calles. Paso por un callejón donde están unos hombres fumando y bebiendo, me asomo unos segundos y de inmediato decido alejarme de allí. Inmediatamente mi cuerpo se estremece al escuchar unos pasos acercarse. Los hombres que estaban en el callejón, se mantienen a unos pasos siguiéndome. Maldigo para mis adentros, y con mis piernas inestables intento apresurarme. Aprieto mis manos empujando las ganas de llorar que continúan enviando una corriente de ardor sobre mi garganta. No consigo alejarme de aquellos sujetos que comienzan a murmurar obscenidades. Una punzad
Al escuchar las pisadas de Campbell me enderezo buscando alguna forma de comodidad, ahora que el peligro pasó y estoy a salvo, esa sensación de vulnerabilidad se vuelve presente. Lo veo acercarse con una especie de botiquín, se sienta a mi lado y extiende su mano. ―Permítame ―dudo unos minutos imaginándome el ardor que podría sentir. ¿Y si me lastima? ―Lo haré despacio para que no duela, no te haré daño ―promete observándome con esos ojos suaves a los que no puedo negarme. Tiendo mi mano sintiendo una pequeña electricidad una vez que su mano hace contacto con la mía, me mira frunciendo el ceño, como si esa electricidad lo hubiera invadido a él también, pero no dice nada, solo se limita a quitar el vendaje. ¡Santo Dios! las heridas aun no cicatrizan y el ardor me hace sobresaltar, reprimo las ganas de llorar mordiendo mi labio inferior, y evitando mirar las heridas. Luego de unos minutos ya estoy curada y feliz de decir que no me dolió, tiene manos de ángel, tal y como prometió n
―¿Qué demonios haces aquí? ―pregunto levantándome y confundida de verlo aquí un sábado. ―Descuida, sólo vine a disculparme por lo de anoche ―alza las manos en rendición. ―No necesito tus disculpas, puedes irte por donde viniste. ―Mira, enserio lo lamento, pero tu decidiste irte de las carreras sin avisarme. ―¿Qué? ¿Ahora resulta que yo tengo la culpa? ―espeto indignada, sin poder creer que Lionel después de todo lo que pasé, decida lavarse las manos. ―No es eso, pero si te hubieras quedado, yo mismo te hubiera traído hasta acá. ―Eso no hizo falta, puedes ver que estoy perfectamente bien, y no precisamente gracias a ti. ―Sí, lo noté ―menciona con molestia y se acerca― ¿Cómo llegaste? ―Eso no es asunto tuyo. ―Por supuesto que es asunto mío, saliste conmigo bonita, tenías que volver conmigo. Esa afirmación suena más como una exigencia ¿Qué le pasa? Me dejó varada a mi suerte ¿Y ahora se cree con derecho de exigir explicaciones? ―No, en eso te equivocas, dejo se ser asunto tuyo
Estoy a punto de salir corriendo cuando Lionel se engancha a mi cintura lanzándonos a la piscina―¡Mierda!―esta fría. El agua esta helada y no logro ver nada. Lionel engancha su brazo a mi cintura impidiéndome salir, mientras la otra se aferra a mi nariz y boca. Pasan unos segundos y cuando siento que me voy a desmayar, finalmente Lionel me suelta permitiéndome respirar. Una vez en la superficie, inhalo todo el aire que soy capaz de tomar, antes de gritarle la zaranda de insultos que se merece, ¿Cómo se le ocurre lanzarnos a la piscina? Mis ojos lo fulminan y comienzo a abrir mi boca dispuesta a ponerle los puntos claros, pero una voz me interrumpe, y el temblor del agua helada no se compara con el que ese hombre de ojos verdes es capaz de hacerme sentir―estoy muerta. ―¡Vaya, vaya! Creí haberle advertido que no me hiciera llegar a la quinta infracción señorita Braun. ¡Campbell! Otra vez. ¿En serio? ¿Otra vez él? ¿Por qué cada vez que pasa algo malo, es Campbell quien tiene que pa
―Es indispensable que termines de limpiar toda la biblioteca hoy, lo estudiantes llegan esta noche, y mañana muchos estarán haciendo sus deberes aquí. ¿Hoy? Esa biblioteca no la voy acabar de limpiar nunca, es inmensa. Decido ignorar su comentario, es demasiado temprano como para pelear, ya bastante con el despertar que tuve hace rato. Tomo la cesta con los productos de limpieza y salgo del despacho sin cerrar la puerta. ¡Púdrete Campbell! Empiezo colocando los productos en el escritorio del señor Paul, arrastro las escaleras, y empiezo quitar los libros dejando los estantes vacíos, así podré limpiarlos mejor―han pasado horas desde que llegué, no sé cuánto tardaré en acabar, apenas acabo de limpiar la columna E y ya me está dando hambre. Son más de la cinco treinta de la tarde y para evitar problemas con Campbell decidí adelantar la limpieza antes de ir a comer ¡Qué se joda! No pienso quedarme con hambre y provocarme un desmayo solo por una orden suya. Una hora más tarde vuelvo a m
Las clases de la mañana transcurren con normalidad, pero para mí mala suerte, todavía faltan horas de clase―lo que no parece ser tan terrible, eso sí tomo en cuenta que no tendré por qué ir a la biblioteca, y más, al recordar el relato de Alice esta mañana. Ese solo recuerdo logra estremecer mi piel. ¿Cómo reaccionare al verlo? ¿Me explicará el porqué de su actitud anoche? ―Hasta que te encuentro. De inmediato mi cuerpo se contrae del desagrado, al chocar con los ojos negros y fulminantes que llevan observándome toda la mañana, por supuesto que lo he estado esquivando, sin embargo el parece no darse cuenta de mis desaires y mis pocas ganas de conversar. ―¡Demonios! ¿No tienes a quien más acosar? ―trato de ignorarlo esquivándolo, pero se vuelve a interponer en mi camino. ―Calma esa lengua viperina, no te conviene hacerme molestar ―amenaza―Vine buscando una respuesta, y no me iré sin ella. Desde aquí puedo notar las venas de su cuello, las cuales comienzan a marcarse ¿Qué pretende?
Frunce su ceño de nuevo. ―¿Está usted bien señorita Braun? ―sus brazos permanecen cruzados frente a mí y asiento antes de escucharlo continuar. ―¿Y su mano, está mejor? ―pasea su vista por mi mano lastimada, antes de verme asentir. Desde el suceso en la clase de música no tengo ganas de lidiar con nadie, y a pesar de ser un gran distractor la migraña que me comenzó en la última clase no se ha disipado. Por otro lado tampoco quiero pelear con él, solo busco conseguir alguna actividad que logre distraerme, y consiga agotarme. De eso modo tendría más esperanzas de poder descansar. ―Bueno, en realidad no es necesario ―suena extrañado―. Conozco su horario señorita, estaba consciente de su tarde libre, pero aquí no hay mucho que hacer. ¡Mi horario! ¡Cómo no! Seguramente mi padre debió habérselo pedido. Esa afirmación solo siembra de nuevo esa duda en mi cabeza ¿Qué relación tendrá Campbell con papá? ―Entonces si no le molesta estaré en la biblioteca haciendo los trabajos que usted me a
Se mantiene concentrado en su labor y a solo unos pocos centímetros del mí rostro. Percibo con afinidad el aroma de su aliento. Menta, vino, fresas. Esos aromas se cuelen en mis fosas nasales y de allí se instalan en mi mente, con la única intención de recordar cada cosa de él. Sus gestos delicados me confunden y de nuevo esa espina de duda hace su acto de aparición ¿Cómo pueda ser tan tierno y gruñón de un momento a otro? Sin darme cuenta sonrió sin razón hacia él, que de pronto sube la mirada sorprendiéndome. Aparto mi vista sintiendo mis mejillas arder, y aferro los dientes a mi labio inferior intentando apaciguar la vergüenza, sin embargo, mi gesto se ve interrumpido por el roce de su cálida mano que se eleva a mi mejilla, y que inconscientemente trasformo en una caricia al mover mi rostro, buscando un contacto más duradero. ¡Se siente tan bien! ―¿Estás mejor? ―pregunta esperando una respuesta que no llega, ya que permanezco aún los ojos cerrados, queriendo disfrutar unos segund