Hola mis preciosas, estoy feliz de compartirles otro capitulo de esta historia, espero que les haya gustado. Estoy intrigada por esa conversación entre Campbell y el padre de Britt, jmmm ¿Que creen que suceda entre esos dos? Aprovecho para agradecerles el apoyo que me han brindado puesto que mi novela ahora es paga. Muchas gracias de verdad, espero crear bonitos recuerdos con ustedes en esta plataforma.
―¿Qué demonios haces aquí? ―pregunto levantándome y confundida de verlo aquí un sábado. ―Descuida, sólo vine a disculparme por lo de anoche ―alza las manos en rendición. ―No necesito tus disculpas, puedes irte por donde viniste. ―Mira, enserio lo lamento, pero tu decidiste irte de las carreras sin avisarme. ―¿Qué? ¿Ahora resulta que yo tengo la culpa? ―espeto indignada, sin poder creer que Lionel después de todo lo que pasé, decida lavarse las manos. ―No es eso, pero si te hubieras quedado, yo mismo te hubiera traído hasta acá. ―Eso no hizo falta, puedes ver que estoy perfectamente bien, y no precisamente gracias a ti. ―Sí, lo noté ―menciona con molestia y se acerca― ¿Cómo llegaste? ―Eso no es asunto tuyo. ―Por supuesto que es asunto mío, saliste conmigo bonita, tenías que volver conmigo. Esa afirmación suena más como una exigencia ¿Qué le pasa? Me dejó varada a mi suerte ¿Y ahora se cree con derecho de exigir explicaciones? ―No, en eso te equivocas, dejo se ser asunto tuyo
Estoy a punto de salir corriendo cuando Lionel se engancha a mi cintura lanzándonos a la piscina―¡Mierda!―esta fría. El agua esta helada y no logro ver nada. Lionel engancha su brazo a mi cintura impidiéndome salir, mientras la otra se aferra a mi nariz y boca. Pasan unos segundos y cuando siento que me voy a desmayar, finalmente Lionel me suelta permitiéndome respirar. Una vez en la superficie, inhalo todo el aire que soy capaz de tomar, antes de gritarle la zaranda de insultos que se merece, ¿Cómo se le ocurre lanzarnos a la piscina? Mis ojos lo fulminan y comienzo a abrir mi boca dispuesta a ponerle los puntos claros, pero una voz me interrumpe, y el temblor del agua helada no se compara con el que ese hombre de ojos verdes es capaz de hacerme sentir―estoy muerta. ―¡Vaya, vaya! Creí haberle advertido que no me hiciera llegar a la quinta infracción señorita Braun. ¡Campbell! Otra vez. ¿En serio? ¿Otra vez él? ¿Por qué cada vez que pasa algo malo, es Campbell quien tiene que pa
―Es indispensable que termines de limpiar toda la biblioteca hoy, lo estudiantes llegan esta noche, y mañana muchos estarán haciendo sus deberes aquí. ¿Hoy? Esa biblioteca no la voy acabar de limpiar nunca, es inmensa. Decido ignorar su comentario, es demasiado temprano como para pelear, ya bastante con el despertar que tuve hace rato. Tomo la cesta con los productos de limpieza y salgo del despacho sin cerrar la puerta. ¡Púdrete Campbell! Empiezo colocando los productos en el escritorio del señor Paul, arrastro las escaleras, y empiezo quitar los libros dejando los estantes vacíos, así podré limpiarlos mejor―han pasado horas desde que llegué, no sé cuánto tardaré en acabar, apenas acabo de limpiar la columna E y ya me está dando hambre. Son más de la cinco treinta de la tarde y para evitar problemas con Campbell decidí adelantar la limpieza antes de ir a comer ¡Qué se joda! No pienso quedarme con hambre y provocarme un desmayo solo por una orden suya. Una hora más tarde vuelvo a m
Las clases de la mañana transcurren con normalidad, pero para mí mala suerte, todavía faltan horas de clase―lo que no parece ser tan terrible, eso sí tomo en cuenta que no tendré por qué ir a la biblioteca, y más, al recordar el relato de Alice esta mañana. Ese solo recuerdo logra estremecer mi piel. ¿Cómo reaccionare al verlo? ¿Me explicará el porqué de su actitud anoche? ―Hasta que te encuentro. De inmediato mi cuerpo se contrae del desagrado, al chocar con los ojos negros y fulminantes que llevan observándome toda la mañana, por supuesto que lo he estado esquivando, sin embargo el parece no darse cuenta de mis desaires y mis pocas ganas de conversar. ―¡Demonios! ¿No tienes a quien más acosar? ―trato de ignorarlo esquivándolo, pero se vuelve a interponer en mi camino. ―Calma esa lengua viperina, no te conviene hacerme molestar ―amenaza―Vine buscando una respuesta, y no me iré sin ella. Desde aquí puedo notar las venas de su cuello, las cuales comienzan a marcarse ¿Qué pretende?
Frunce su ceño de nuevo. ―¿Está usted bien señorita Braun? ―sus brazos permanecen cruzados frente a mí y asiento antes de escucharlo continuar. ―¿Y su mano, está mejor? ―pasea su vista por mi mano lastimada, antes de verme asentir. Desde el suceso en la clase de música no tengo ganas de lidiar con nadie, y a pesar de ser un gran distractor la migraña que me comenzó en la última clase no se ha disipado. Por otro lado tampoco quiero pelear con él, solo busco conseguir alguna actividad que logre distraerme, y consiga agotarme. De eso modo tendría más esperanzas de poder descansar. ―Bueno, en realidad no es necesario ―suena extrañado―. Conozco su horario señorita, estaba consciente de su tarde libre, pero aquí no hay mucho que hacer. ¡Mi horario! ¡Cómo no! Seguramente mi padre debió habérselo pedido. Esa afirmación solo siembra de nuevo esa duda en mi cabeza ¿Qué relación tendrá Campbell con papá? ―Entonces si no le molesta estaré en la biblioteca haciendo los trabajos que usted me a
Se mantiene concentrado en su labor y a solo unos pocos centímetros del mí rostro. Percibo con afinidad el aroma de su aliento. Menta, vino, fresas. Esos aromas se cuelen en mis fosas nasales y de allí se instalan en mi mente, con la única intención de recordar cada cosa de él. Sus gestos delicados me confunden y de nuevo esa espina de duda hace su acto de aparición ¿Cómo pueda ser tan tierno y gruñón de un momento a otro? Sin darme cuenta sonrió sin razón hacia él, que de pronto sube la mirada sorprendiéndome. Aparto mi vista sintiendo mis mejillas arder, y aferro los dientes a mi labio inferior intentando apaciguar la vergüenza, sin embargo, mi gesto se ve interrumpido por el roce de su cálida mano que se eleva a mi mejilla, y que inconscientemente trasformo en una caricia al mover mi rostro, buscando un contacto más duradero. ¡Se siente tan bien! ―¿Estás mejor? ―pregunta esperando una respuesta que no llega, ya que permanezco aún los ojos cerrados, queriendo disfrutar unos segund
Nuestra discusión comienza a tomar fuerza, tanta que cualquiera que camine cerca del pasillo nos escucharía con claridad. No puedo entender como luego de nuestro encuentro de anoche se muestre tan injusto conmigo. Sus constantes cambios de humor me ocasionan jaqueca y su insistencia con respecto a Lionel no hace más que perturbarme ¿Cómo no se da cuenta de lo que sucede realmente? ―No seas patética y no lo niegues, después de todo solamente eres una huérfana con falta de amor ¿No es así? ¿Huérfana? ¿Falta de amor? Y allí está, un golpe en la cara a puño cerrado hubiera sido menos doloroso. No puedo evitar que un sollozo se escape de mis labios, mientras una pequeña lágrima se desliza sobre mi mejilla. La limpio rápidamente cerrando mis ojos con fuerza, intentando espantar las ganas inmensas de llorar y respiro profundo. No pienso darle el gusto de verme derrotada. ―El haber quedado huérfana no es culpa mía ―inhalo fuerte―, y tampoco me hace ser una cualquiera señor Campbell ―digo
Todavía nos quedan meses antes de graduarnos no entiendo por qué se tortura tanto. ―Entonces lo quieres hacer sonar fresco, pero cero irrespetuoso. Azenet permanece sentada sobre la cama de Alice, quien se mueve dramática frente a nosotras. ―Sí, definitivamente la prudencia no es lo mío y lo saben, de cualquier manera espero solucionarlo de aquí a la graduación― al fin se tranquilizó un poco. Ha pasado toda la tarde quejándose, sé que está contenta por la misión tan importante que le han encargado, pero sus nervios son más que evidentes. ―Entonces no te agobies, tienes tiempo de sobra, seguro lo harás bien ―la tranquilizo. Ella resopla dándose por vencida y se sienta a los pies de Azenet, quien desde que llegó ha estado distraída. Sus ojos se concentran en un punto fijo de la habitación, y no deja de tomar las puntas de su cabello ondulándolo―y creí que yo era la extraña. Alice parece darse cuenta, y la mirada de complicidad que me dispara, me da la suficiente advertencia como pa