—¿Todavía está esperando el equipaje? —preguntó Adriana a los asistentes de don Lorenzo.Uno de ellos asintió.—Sí. Don Lorenzo, en efecto, tiene muchas esencias y fragancias raras en su equipaje. Nadie puede tocarlas excepto él.Adriana el jefe administrativo de su equipo se miraron el uno al otro. No era sorpresa que Don Lorenzo fuera tan peculiar, y que priorizara sus preciados ingredientes por encima de todo.Justo en ese momento, un grupo de periodistas apareció de la nada y rodeó al equipo.—¿Son ustedes los asistentes de don Lorenzo? —preguntaron, empujándose unos a otros mientras apuntaban con sus cámaras.—¿Por qué don Lorenzo no está aquí? ¿Es que no llegó o está retrasado?Los asistentes, evidentemente nerviosos, miraron a Adriana con desconfianza.—Señorita López, no mencionó que habría periodistas aquí.Adriana suspiró internamente. Esto solo podía ser obra de Lucas Blanco.—Debe ser un malentendido—Adriana mantuvo la calma.—Nosotros no contactamos a los medios, y descono
—La hija mayor del Grupo López, Adriana López…… —respondió, sin pensarlo, el representante de la asociación.Don Lorenzo, que hasta ese momento había mostrado total desconfianza, se relajó un poco.—Ah, ¿ella? Muy bien… Que venga a explicarme —ordenó.El representante de la asociación quedó sorprendido, pero no se atrevió a preguntar por qué. Rápidamente envió a alguien a buscar a Adriana. Cuando ella llegó, Don Lorenzo, giró su silla para darle la espalda. Qué inusual.Adriana no perdió la concentración y, con una ligera sonrisa, dijo:—Don Lorenzo, vine a hablarle con la mayor sinceridad. Sobre la inesperada presencia de periodistas, necesitaré tiempo para investigar qué sucedió exactamente, pero puedo asegurarle que no fue idea mía contactar a la prensa. Todo el mundo en la industria sabe que usted detesta las entrevistas. Si yo tuviera algo de sentido común, jamás habría tomado una decisión tan imprudente que me perjudicara a mí misma.Él sonrió sarcásticamente:—De tu sentido comú
Adriana analizó la expresión de Gracia, mientras pensaba en silencio.En Marépolis, a Gracia los mosquitos le habían picado la cara hasta dejársela hinchada. Teniendo en cuenta el temperamento de Gracia, no iba a olvidar eso fácilmente. Pero ahora, que se volvieron a encontrar, Gracia ni siquiera se atrevía a mencionarlo. ¡Eso solo podía significar que no tenía la consciencia limpia!Eso también confirmaba que quien había ordenado empujarla al agua había sido Gracia, entonces lo que le pasó en la cara se lo tenía bien merecido. Ahora la familia Guillermo y la familia Blanco seguían peleando entre ellos, agotados y en crisis.—Esta tienda de abrigos es de lo más exclusivo, todo vale un ojo de la cara. ¿Vienes solo a ver cosas que no puedas comprar? —Gracia intentaba transformar toda su frustración en burlas hacia Adriana.Aunque la familia López no eran unos don nadie en Costa Sol, desde la muerte del padre de Adriana, su empresa había empezado a caer en picada. Gracia apostaba que Adri
El viejo se calmó al ver a Adriana, y dijo:—Acabo de llegar, salí a dar una vuelta.Recordando que en el armario del viejo había varios abrigos, Adriana supuso que a alguien cercano a él probablemente le gustaban mucho. Se acercó y le dijo en voz baja:—Si necesita comprar un abrigo, puedo llevarlo a la tienda de un sastre de confianza. Las cosas aquí son lujosas, pero no prácticas. Yo solo estoy comprando para aparentar.El viejo se echó a reír y asintió.—De acuerdo, pero espéreme un tantico. Iré a probarme algo de ropa —dijo ella, y luego se volvió hacia la dependienta.—A este señor yo lo conozco, por favor, atiéndanlo bien.—Por supuesto.Al ver que Adriana resolvía el conflicto, las dependientas se sintieron aliviadas. Algunas comenzaron a atender al viejo y lo llevaron hasta un sofá afuera para que esperara.—¡Ja, ja, ja!Gracia estaba al lado, mostrando aún más desprecio mientras se burlaba:—¡Lo sabía! No puede pagar nada.Luego, se dio la vuelta y escogió algunos abrigos, di
Adriana abrió los ojos, algo intrigada.Pero sabía que, aunque los empleados quisieran hacer algo contra Gracia, no se arriesgarían a perder un cliente. Entonces, ¿en serio había alguien que había comprado todos los abrigos a su nombre?Eso debió haberle costado un ojo de la cara…Le pidió a la dependienta que envolviera el abrigo amarillo que tenía puesto para llevárselo. Aprovechó la ocasión para preguntar en voz baja al gerente qué había pasado, pero él solo respondió que un hombre había comprado todos los abrigos para ella, sin revelar su identidad.Después de empacar el abrigo, las dependientas y el gerente se despidieron respetuosamente de Adriana y el viejo.Aunque aún no entendía quién podía haber sido tan generoso, Adriana decidió no desperdiciar la buena intención de ese cliente anónimo frente a Gracia, por lo que salió con la cabeza en alto y una cara de presumida:—Esta compra se la anotas en la cuenta de esa dependienta que me atendió. —dijo señalando a la empleada amable
Adriana estaba atónita por la cantidad de abrigos, pidiendo ayuda a las sirvientas para organizar los abrigos y vestidos en el vestidor. Ni siquiera notó la expresión molesta de José.Media hora después.El vestidor estaba medio organizado. Adriana dejó que las sirvientas se retiraran para descansar, con la intención de continuar al día siguiente. Una vez sola, con las manos en la cintura, miró el espacio lleno de vestidos y abrigos, y suspiró con resignación.Antes de irse, el anciano le había dado su número de teléfono, diciendo que la buscaría. Pero ¿cuántas fragancias tendría que ayudarle a hacer para pagar semejante deuda?Dio la vuelta, pensativa, y de pronto se llevó un gran susto.—¡Ah!De no haber caminado despacio, habría chocado con José, que estaba como una estatua apoyado contra la puerta del vestidor, mirándola fijamente.Adriana dio un brinco y preguntó:—¿Qué haces aquí?—¿No puedo estar aquí o qué? —respondió él con otra pregunta.Era su casa, claro que podía estar all
Torre del Horizonte, estacionamiento.Un auto plateado se sacudía violentamente.El maletero estaba entreabierto.Adriana López se escondía adentro, escuchando los jadeos acelerados de un hombre y una mujer desde el interior del vehículo, sintiendo una profunda angustia en lo profundo de su corazón.Esa noche, sin avisarle a su prometido, había terminado su trabajo antes de lo previsto para volver a casa, había decorado el maletero de su coche con globos y se había puesto a sí misma como regalo. Cojeando de una pierna, con esfuerzo se metió al maletero, sosteniendo en sus manos la edición limitada del tequila que él tanto amaba…Lleno de grandes expectativas, su corazón latió con fuerza cuando escuchó el sonido del auto abriéndose. Pero lo que escuchó con sus propios oídos fue la traición:—Carlos, hoy es tu cumpleaños, ¿no tienes miedo de que Adriana venga a buscarte?—Con ese pleito tan complicado que tiene encima, seguro está demasiado ocupada en Nueva Brisa como para venir por aquí
Diego Torres, el joven maestro del Grupo Torres, había logrado cierto éxito en la música, por lo que decidió aventurarse en el mundo del cine. A pesar de que su reputación no era la mejor, su buena posición económica le había asegurado un lugar como uno de los actores más influyentes del momento. Últimamente, Carlos había estado haciendo grandes esfuerzos para conseguir una colaboración entre él y Elena. Lo que nunca imaginó siquiera es que ella terminaría durmiendo con Diego.Adriana parpadeó un par de veces y tomó su teléfono móvil de la mesilla de noche. Sin pensarlo demasiado, giró la cámara hacia ella y Diego, tomando una serie de fotos frenéticamente.Aunque Carlos le había sido infiel, Adriana no debía romperse en pedazos ni lanzarse a preguntarle de forma directa. Tenía que mantener la calma y controlar sus emociones. La traición de Carlos no cambiaría el curso de su vida; al contrario, ahora debía aprovechar la situación para obtener algún beneficio de él.Una vez que consigu