Adriana terminó de preparar todo y volvió a su rincón en las escaleras a esperar.Tres minutos después.Frente a la suite presidencial del hotel del Grupo Blanco, apareció la señora Blanco acompañada de una decena de hombres amenazantes. Sin decir una palabra, ordenó que derribaran la puerta de la suite.—¡Quiero ver qué clase de zorra sinvergüenza es esta!Dentro de la suite, Gracia, que seguía buscando a Adriana, no tuvo tiempo de reaccionar cuando un líquido desconocido le fue lanzado al rostro, empapándola completamente.Con pánico, comenzó a gritar desesperada pidiendo ayuda.Desde el baño, en medio de su ducha, Christian Blanco escuchó el alboroto. Rápidamente se cubrió con una toalla y salió al salón. Al ver a su esposa, preguntó:—¿Qué haces aquí?—¿Que qué hago aquí? Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, ¡nunca habría sabido que te atreviste a mantener a esta maldita perra bajo mi nariz! —gritó la señora Blanco con furia.Con una mirada de autoridad, indicó a sus guarda
Al escuchar el alboroto de los medios en la entrada, la señora Blanco finalmente se calmó un poco.Gracia aprovechó el momento para escapar de los guardaespaldas. Sin importarle su cabello desordenado ni su maquillaje corrido, salió corriendo.—¡Maldita perra sin vergüenza! ¡Si vuelves a acercarte a mi marido, te mataré! —gritó la Señora Blanco desde atrás, todavía furiosa.Adriana, escondida detrás de la multitud con una gorra, observaba fríamente cómo Gracia se tropezó cuando intentó salir, haciéndola verse aún más ridícula.—¡Saquen a los periodistas! —ordenó Christian a sus subordinados.La señora Blanco, todavía jadeando, se dirigió a los periodistas:—¿Por qué siguen grabándome a mí? ¡La sinvergüenza se escapó! ¡Vayan tras ella!Por supuesto, algunos periodistas siguieron a Gracia. La cantidad de cámaras persiguiéndola era mucho mayor que la que solía ver en sus eventos de moda. Nunca imaginó que Lucía, al llamar a los medios, podría convocar a tantos en tan poco tiempo.Sin tiem
La mamá de Adriana invitó a Rafael… ¿es en serio?Los tres jóvenes quedaron perplejos.Rafael, consciente de la tensión, dio un paso adelante con una sonrisa educada y respondió:—Señora Carmen, mucho gusto. Sin embargo, debo aclarar que este caballero aquí es mi jefe, José, el presidente del Grupo Torres.—¡Ay! —exclamó Carmen, poniéndose de pie rápidamente con una expresión respetuosa.Aunque ya había oído hablar del famoso José, era la primera vez que lo veía en persona. Su presencia imponente y su porte profesional no dejaban dudas de quién era.—Señor José, por favor, acompáñenos. —Carmen lo invitó con cortesía.José, aunque no estaba ansioso por ir, asintió y tomó asiento.La cena fue tensa. Carmen, tratando de aligerar el ambiente, hacía preguntas… pero casi todas dirigidas a Rafael. "¿Es cierto que no eres de Costa Sol? ¿Cómo te sientes aquí? ¿Tu familia aún vive en tu ciudad natal? ¿Desde cuándo conoces a Adriana?".Adriana no pudo contenerse más y carraspeó.—Mamá, ¿por qué
Después de escuchar lo que decían a su alrededor, Adriana empezó a dudar. Miró detrás de ellos, pero no vio a nadie que se pareciera a la descripción de don Lorenzo, el famoso y excéntrico presidente honorario.—Don Lorenzo está justo detrás de nosotros —respondió uno de los asistentes, inclinando un poco la cabeza.Adriana, junto con los representantes de la asociación y el equipo de su empresa, giraron la vista hacia donde señalaban los jóvenes. Un hombre mayor, de unos ochenta años, con una barba blanca impecable y vestido de manera sencilla pero elegante, caminaba con una calma imperturbable. Su bastón resonaba suavemente contra el suelo, y sus ojos, agudos y ágiles, parecían observarlo todo con una mezcla de desinterés y análisis.Era don Lorenzo.Adriana rápidamente se acercó para ofrecerle un saludo respetuoso:—Bienvenido, don Lorenzo. Soy Adriana, del Grupo López. He venido personalmente a recibirlo y asegurarme de que su estancia en Costa Sol sea perfecta.Don Lorenzo la miró
—¿Todavía está esperando el equipaje? —preguntó Adriana a los asistentes de don Lorenzo.Uno de ellos asintió.—Sí. Don Lorenzo, en efecto, tiene muchas esencias y fragancias raras en su equipaje. Nadie puede tocarlas excepto él.Adriana el jefe administrativo de su equipo se miraron el uno al otro. No era sorpresa que Don Lorenzo fuera tan peculiar, y que priorizara sus preciados ingredientes por encima de todo.Justo en ese momento, un grupo de periodistas apareció de la nada y rodeó al equipo.—¿Son ustedes los asistentes de don Lorenzo? —preguntaron, empujándose unos a otros mientras apuntaban con sus cámaras.—¿Por qué don Lorenzo no está aquí? ¿Es que no llegó o está retrasado?Los asistentes, evidentemente nerviosos, miraron a Adriana con desconfianza.—Señorita López, no mencionó que habría periodistas aquí.Adriana suspiró internamente. Esto solo podía ser obra de Lucas Blanco.—Debe ser un malentendido—Adriana mantuvo la calma.—Nosotros no contactamos a los medios, y descono
—La hija mayor del Grupo López, Adriana López…… —respondió, sin pensarlo, el representante de la asociación.Don Lorenzo, que hasta ese momento había mostrado total desconfianza, se relajó un poco.—Ah, ¿ella? Muy bien… Que venga a explicarme —ordenó.El representante de la asociación quedó sorprendido, pero no se atrevió a preguntar por qué. Rápidamente envió a alguien a buscar a Adriana. Cuando ella llegó, Don Lorenzo, giró su silla para darle la espalda. Qué inusual.Adriana no perdió la concentración y, con una ligera sonrisa, dijo:—Don Lorenzo, vine a hablarle con la mayor sinceridad. Sobre la inesperada presencia de periodistas, necesitaré tiempo para investigar qué sucedió exactamente, pero puedo asegurarle que no fue idea mía contactar a la prensa. Todo el mundo en la industria sabe que usted detesta las entrevistas. Si yo tuviera algo de sentido común, jamás habría tomado una decisión tan imprudente que me perjudicara a mí misma.Él sonrió sarcásticamente:—De tu sentido comú
Adriana analizó la expresión de Gracia, mientras pensaba en silencio.En Marépolis, a Gracia los mosquitos le habían picado la cara hasta dejársela hinchada. Teniendo en cuenta el temperamento de Gracia, no iba a olvidar eso fácilmente. Pero ahora, que se volvieron a encontrar, Gracia ni siquiera se atrevía a mencionarlo. ¡Eso solo podía significar que no tenía la consciencia limpia!Eso también confirmaba que quien había ordenado empujarla al agua había sido Gracia, entonces lo que le pasó en la cara se lo tenía bien merecido. Ahora la familia Guillermo y la familia Blanco seguían peleando entre ellos, agotados y en crisis.—Esta tienda de abrigos es de lo más exclusivo, todo vale un ojo de la cara. ¿Vienes solo a ver cosas que no puedas comprar? —Gracia intentaba transformar toda su frustración en burlas hacia Adriana.Aunque la familia López no eran unos don nadie en Costa Sol, desde la muerte del padre de Adriana, su empresa había empezado a caer en picada. Gracia apostaba que Adri
El viejo se calmó al ver a Adriana, y dijo:—Acabo de llegar, salí a dar una vuelta.Recordando que en el armario del viejo había varios abrigos, Adriana supuso que a alguien cercano a él probablemente le gustaban mucho. Se acercó y le dijo en voz baja:—Si necesita comprar un abrigo, puedo llevarlo a la tienda de un sastre de confianza. Las cosas aquí son lujosas, pero no prácticas. Yo solo estoy comprando para aparentar.El viejo se echó a reír y asintió.—De acuerdo, pero espéreme un tantico. Iré a probarme algo de ropa —dijo ella, y luego se volvió hacia la dependienta.—A este señor yo lo conozco, por favor, atiéndanlo bien.—Por supuesto.Al ver que Adriana resolvía el conflicto, las dependientas se sintieron aliviadas. Algunas comenzaron a atender al viejo y lo llevaron hasta un sofá afuera para que esperara.—¡Ja, ja, ja!Gracia estaba al lado, mostrando aún más desprecio mientras se burlaba:—¡Lo sabía! No puede pagar nada.Luego, se dio la vuelta y escogió algunos abrigos, di