—¡Han destruido mis amapolas azules! ¿Cómo no iba a ir a ver quién fue? —dijo el anciano, molesto. Al recordar las flores arruinadas, su corazón todavía dolía.—¿Y vio cómo era esa persona? —preguntó Adriana con curiosidad.—Y si lo vi, ¿qué? No lo conozco, y tampoco soy policía —respondió el anciano mientras la miraba de reojo—. De todas formas, sigues viva, ¿no? Espero que después de esta lección te entre algo de sentido común.Adriana no pudo evitar reír.—En realidad, ya presentía que era una trampa…—¿Y aun así te metiste? ¡Qué ingenua! —el anciano le parecía ridícula..—Pero la situación era una urgencia, y no había nadie más alrededor. Si esa persona realmente estaba ahogándose y yo no lo ayudaba, habría muerto. —Adriana respondió con sinceridad.El anciano torció los labios.—¿Quién dijo que no había nadie? ¿Yo qué soy?—Entonces, ¿usted lo habría salvado? —preguntó Adriana, intrigada.—¡Por supuesto que no! Arruinó mis flores, ¡ojalá lo hubiera visto ahogarse! —respondió el an
Después de decir eso, el viejo se dio la vuelta y salió, Eso sí, sin olvidarse de hacer una última advertencia:—La habitación vacía es para ti, sube a dormir, pero no vayas a desordenar mi sala de perfumería.El viejo se alejó, con las manos detrás de la espalda.Adriana no pudo evitar quedarse un rato más en la sala de perfumería.Ella también era una apasionada de los perfumes, tal vez esa fue la razón por la que pudo sentirse cómoda tan rápido con el viejo y hablar con él tan fácilmente.Aunque la sala de perfumería era pequeña, estaba completamente equipada, y muchas de las mezclas de esencias eran combinaciones que nunca había olido antes.Tampoco pudo evitar admirar su interior: aunque no era muy ostentoso, en realidad tenía un enfoque único en la perfumería y una perspectiva diferente de todas las fragancias.Dando una vuelta por la sala, Adriana se inspiró profundamente. Ahora podía comprender muchas cosas que antes no le eran claras. Al salir de la sala de perfumería, Adrian
—No lo malinterpretes, es que...— Adriana suspiró. Esto, en realidad, era muy largo de explicar, pero tenía que decirlo:—O sea, sí, somos esposos. Solo que le digo tío cuando hay extraños alrededor — dijo, con una sonrisa incómoda y forzada.—¡A mí me va y me viene si son o no no esposos! — El viejo, impaciente, se dio la vuelta y, después de presionar un botón al azar, la trampa para animales en la pierna de José se abrió automáticamente.Adriana vio los agujeros sangrientos en su pierna y lo escuchó quejarse del dolor, tratando de soportarlo. Solo con eso, se imaginó el dolor que él debía estar sintiendo. Con afán, preguntó:—¿No hay un hospital por aquí cerca?—Tú misma lo dijiste, no hay ni una sola persona aquí, ¿dónde vas a encontrar un hospital?El viejo respondió con sarcasmo.—Es solo un rasguño, no es nada serio— José la tranquilizó, mientras se quedaba sentado. Estaba inmóvil, mirando fijamente los ojos preocupados de Adriana observando su herida.¿En serio le preocupaba ta
José cerró los ojos y suspiró, tratando calmarse.Con el pie que no estaba herido, levantó suavemente la manta del suelo y la puso sobre Adriana. Luego, apoyó la cara sobre sus manos y se quedó viéndola dormir durante un buen tiempo. Ella estaba en un sueño profundo.No sabía cuánto tiempo había pasado, pero finalmente la mujer en el suelo se movió un poco, estiró las piernas y abrió los ojos.—¿Ya te despertaste? — preguntó ella.José rápidamente apartó su mirada y extendió las manos:—Me acabo de despertar.—Ah.Adriana se revisó rápidamente de arriba a abajo, y respiró aliviada.A lo que se levantó del suelo y preguntó:—¿Cómo va tu herida? ¿Puedes caminar hoy?—Claro que sí. José aclaró la garganta, quitándose la irritación de la garganta:—Puedo caminar en cualquier momento, depende de ti.—Yo también estoy bien.Adriana dijo:—Entonces voy a salir a decirle al viejo que nos vamos.Adriana apenas acababa de salir del cuarto, cuando José ya había salido cojeando por su propia cue
—¿Abuela? — Adriana, sorprendida, volteó a ver a José.José le explicó que la señora Torres había regresado al país ayer. Al enterarse de que Adriana estaba filmando un video promocional en la ciudad para la gala de las damas de la alta sociedad, decidió venir directamente a Marépolis.No pensó que al llegar no encontraría a Adriana, lo que la dejó un poco decepcionada.José le dio una orden estricta a todos; que no revelaran la desaparición de Adriana. Lo único que podían decir era que, ese día, el equipo de grabación estaba descansando, y Adriana había ido a ver a unos amigos.Pero después de un día sin saber nada, si Adriana no regresaba hoy, la abuela empezaría a sospechar.Lo que más sorprendió a Adriana fue ver a José tan serio, pero al mismo tiempo tan amable. Ella lo comprendió y decidió regresar directamente al apartamento, tal como él quería.La señora Torres llevaba un tiempo sin ver a Adriana. Al verla bajar del coche, la invitó con entusiasmo a entrar y empezó a charlar co
José pensó en esto y, al mismo tiempo, Adriana también. Hace más de dos meses, ella y José tuvieron un accidente en un hotel en París.¡Pero! Después de eso, su ciclo menstrual fue regular. Adriana suspiró en secreto. Se dio cuenta de que había sido engañada por la Señora Torres hace un momento.Por suerte, solo fue una falsa alarma.—Abuelita, no es así, creo que solo estoy un poco indispuesta, no estoy embarazada— explicó Adriana.—Probablemente todavía es muy temprano, tal vez ni tú misma lo sepas—insistió la señora Torres.Adriana pensó que, en realidad, no había tenido relaciones con José recientemente, ¿cómo podría estar embarazada? Pero, al pensar en ello, no podía explicarlo de esa forma. Ella vivía en el mismo conjunto residencial, la señora Torres seguramente pensaba que dormían juntos.Al ver que Adriana no decía nada, tanto abuela como nieto pensaron que ella lo había aceptado.La señora Torres inmediatamente ordenó a la sirvienta que le preparara una sopa ligera y nutrit
El hombre estaba completamente concentrado, mirando el monitor del electrocardiograma al lado de la cama de Adriana.—¿Quién es usted? — Adriana se sentó, algo confundida.El hombre, al darse cuenta de que ella había despertado, sonrió un poco.—Mucho gusto, señora Adriana. Yo soy un representante del organizador de la gala de las damas de la alta sociedad. He venido a visitarla.Adriana lo observó, él tenía una apariencia educada, vestía de manera apropiada, y su sonrisa era cálida, transmitiendo una sensación de serenidad, como si una brisa fresca la envolviera. Asintió y preguntó:—¿Cuándo me hicieron el electrocardiograma? — miró el aparato que tenía en sus dedos.—Creo que el médico vino mientras dormía y lo hizo. No estoy seguro— respondió el hombre, con cortesía.Viendo la cesta de frutas y flores frescas que había dejado el hombre en la habitación, Adriana sonrió y dijo:—Debo darle las gracias por la atención. No estoy mal, pronto podré salir del hospital.—A pesar de que no f
—No me abraces tan fuerte.Ella apenas podía respirar, pero, no lo apartó, porque no quería que la seguridad que sentía en ese momento acabara.Después de un rato, José la soltó, y ella notó que sus ojos estaban rojos, como a punto de llorar.—¿Qué te pasó? ¿Por qué llegaste tan rápido? La herida de tu pie aún no ha sanado —dijo, preocupada, mientras miraba hacia abajo.José no prestó atención a su herida y le preguntó en voz baja:—¿Alguien vino a verte hace un momento?Adriana asintió:—Sí, alguien del evento de las Damas Internacionales vino a verme.—¿Quién?En sus ojos había una tensión que ella no lograba comprender.—Mira —Adriana le entregó una tarjeta.Al ver el nombre y número de Héctor Ruiz en la tarjeta, la mirada de José se volvió más intensa. Apretó los labios y le dijo con seriedad:—De ahora en adelante, si no estoy, no te encuentres con desconocidos.Adriana, algo desconcertada, levantó una ceja:—No soy una niñita como para andar en esas.Antes de que pudiera terminar