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Marcus era capaz de apagar y encender todas sus ansias, y a veces quería escapar por temor, temer volver a ser engañada era su nuevo miedo oculto. Cuando él por fin detuvo el beso, pudo reflejarse en sus ojos. Él sonrió, no de una forma alegre, si no como él solía sonreír, un tanto frío. —Volvamos a casa, no queremos armar espectáculo. Ella asintió. En la mansión Ford. Era más tarde, cuando Marcus y Evana llegaron a la mansión, entraron por la puerta principal, vieron a la familia reunida en el salón, y de inmediato notaron a todos serios. Nicol sollozaba al fondo, y Sabrina los miraba asustados. —¡Maldita perra! —gritó Nicol, e intentó atacar a Evana, pero fue detenida por Álvaro. —No vale la pena, tú eres mi esposa, ella sola una mujerzuela. Marcus lo miró con ojos severos. —¿Así que quieres otra golpiza? —exclamó acercándose, peligroso. Él retrocedió, pero Andrés se interpuso entre ellos. —¡Basta, Marcus! —No permitiré que ofenda a Evana —dijo Marcus. Fátima se acercó
Evana sentía a Marcus muy cerca, de pronto escapó de sus manos. —Yo… lo siento, ahora… no puedo —esas palabras le dieron temor Marcus la miró bien, bajó la mirada, entendió a que se refería. —¿Es por Álvaro? ¿Es que aún lo amas? Evana lo miró como si hablara como un loco —¡¿Qué dices? ¡Claro que no! Solo que… es muy rápido para mí… Marcus asintió, podía entenderlo, ella hace menos de dos meses tuvo a un hijo que murió al nacer, Álvaro la engañó, intentó matarla, él la desposó solo por venganza, ¿Ahora pedía hacer el amor? Debía darle tiempo, y a él no le importaba esperar, siempre y cuando ella estuviese a su lado. —Yo esperaré, no hay prisa. Sus palabras la sorprendieron, Evana hundió la mirada, avergonzada. Él sonrió. —Es tarde, vamos a cenar fuera de este lugar, que se ha convertido en una cárcel para los dos. Ella sonrió, asintió, salieron de casa. Durante la cena, Evana no dejaba de pensar en él, Marcus era tan elegante, tan perfecto que toda la gente lo miraba siempre
Luego de convivir con los pequeños pacientes, darles regalo y saludar a las madres, Fátima y las demás mujeres Ford, estaban por irse. Jonathan detuvo a Evana. —Su ayuda es loable, estás personas nunca podrán olvidar lo buena que es usted. Ella sonrió. —Bueno, es todo gracias a los Ford, ellos son generosos. De pronto, Jonathan tomó su mano. —No hablo solo del dinero, hablo de la calidad del apoyo, usted habló con niños pequeños y madres, eso cuenta más que cualquier dinero del mundo. Evana sintió el fuerte agarre de su mano, se tensó, de pronto le pareció que el fervor del hombre era incorrecto, podría malinterpretarse. —Espero verla en la recaudación de apoyo, si me es posible invitarla a bailar, sería dichoso, nunca baile con una mujer tan bella. Evana tuvo suficiente, soltó su mano. —Le agradezco, seguramente no podré bailar con usted, mi marido estará conmigo todo el tiempo. —Claro, y supongo que es celoso y posesivo. Evana le miró con desconcierto. —No es así, pero m
El beso solo seguía incrementando la temperatura, cuando escucharon que llamaron a la puerta. Él maldijo en su mente a la persona detrás. —¡¿Qué?! —gritó rabioso con la voz entrecortada, mientras Evana le miraba atónita. —Señor, su madre los llama para la cena. —Bien, bajaremos en un instante. Marcus se enderezó, alejándose de Evana, ella sintió que era tan necesario en su cuerpo, respiró. —Debemos ir o tu madre nos retará. Él sonrió. Los días avanzaron con rapidez, hasta llegar al día del evento de caridad. Marcus estaba terminando de anudar su moño en su perfecto y pulcro esmoquin, sería un evento de etiqueta y elegancia, su madre logró invitar a grandes figuras del país, así que era un evento importante. Evana salió del cuarto de baño, y cuando él la vio se quedó deslumbrado, llevaba un vestido rojo, lucía como una reina, era hermosa, sonrió al verla. Sus cabellos cayendo como cascadas, se puso frente al espejo y él se puso a su lado. —¿Qué sucede? ¿Crees que me veo bien
Sabrina luchaba por llevar a Jonathan Grimm al auto, porque él estaba tan necio, hasta que, por fin, logró meterlo en su auto. El hombre se puso en el asiento, rio como si fuera un chiste, ella le miró con desconcierto, tuvo un mal presentimiento. —Doctor, ¿Bebió algo? —Nada, no, yo no bebo alcohol, mi padre era un borracho y nunca-nunca lo hago, solo bebí el coctel sin alcohol que me dio la señora Ford. —¿Fátima? —No. —¿Evana? —No, Stella Ford… —¿Stella…? —susurró Sabrina, de pronto tuvo una sospecha. Sabrina encendió el auto. —Doctor Grimm, ¿Puede darme su dirección? —¿dirección? ¡Oh, sí, edificio Grand Edén, número ciento uno… El hombre volvió a reír y comenzó a tararear una melodía contagiosa. Sabrina sintió nervios, encendió el auto y condujo. Marcus entró por un camino, era oscuro, era en pleno bosque. Siguió recto, notó que Evana se quedó dormida, esbozó una tenue sonrisa. Pronto llegaron a esa cabaña. Marcus estacionó el auto, la bajó, cargándola en sus brazos,
—Yo… mi corazón está cerrado a temas de amor, Marcus, no quiero hablar de eso. Ella intentó alejarse, él sintió un dolor en su pecho, pero antes de que ella se levantara, la devolvió. —Evana, ¿No eres muy joven para pensar eso? ¿Cuántos años tienes? Muy pocos, estás en primavera, debes ser paciente para el amor. Ella lo miró, sintió más calor en su cuerpo. —Solo quiero… estar en paz, es todo, tal vez irme, y… Él siseó, su dedo índice se puso en sus labios. —No dije que renunciaras a la idea de irte, no dije que ahora serías mía. Ella sintió que su corazón latía tan fuerte, que creyó que él podría escucharlo. —Pero… ÉL no la dejó hablar, sus labios rozaron los suyos, ella se estremeció al instante, el beso apremió, su lengua acarició la suya, podía sentir la humedad, la intensidad, su aroma como una droga que cegaba su razón. Cuando acordó, sintió que el cierre de su vestido estaba abierto, y sus manos en su espalda, vagando con delicadeza, el toque de su piel enviaba un mensa
Álvaro condujo, debía regresar a la fiesta, no sabía que haría, lo único que pasaba por su mente era volver, y matarlos, pero no era tan valiente para hacer algo así. Él no tendría una coartada, todos lo apuntarían a él como un celoso, porque hace tiempo amenazó a Evana, sería el principal sospechoso de su muerte. Siguió conduciendo por una hora más. Cuando estuvo por llegar al salón donde era el evento vio a esa mujer, caminando sin rumbo, sus ojos la miraron y accionó el claxon haciendo que ella se detuviera. Pilar lo miró con duda —¿Señor Ford? —Sube al auto, mujer. Ella tuvo miedo, pero obedeció, era demasiado docil para ir contra la voluntad de un Ford. Al hacerlo, Pilar vio que él bebía sin control. El hombre manejó. —¿A dónde vamos, señor? Él parqueó el auto a un lado del camino, luego pellizcó sus mejillas con furia —Dime la m*****a verdad, Pilar, ¡¿Mi tío te gusta?! ¡¿Marcus te gusta?! —exclamó Ella le miró con miedo se sintió asustada —¡Habla! —exclamó —¡Sí! Yo
Sabrina llegó a la mansión Ford, apenas abrió la puerta, miró a Fátima frente a ella, le dio una fuerte bofetada —¡Eres una desvergonzada! ¿Dónde pasaste la noche? Las lágrimas emergieron por el rostro de la chica, que tocó su rostro, asustado. —Yo… ¡Lo siento tanto! —¿Lo sientes? —exclamó la mujer casi con burla ante sus palabras. Sentái profndo despecio y era incapz de ver que no era objetiva. Fátima abrió su abrigo y miró los moretones en su cuello. —¡¿Con quien te revolcaste, mujerzuela barata?! —la mujer la lanzó al suelo y Sabrina solo lloraba asustada, como un pequeño animalito herido. —¡Ya basta, Fátima! ¡detente! ¿Qué le haces a mi hija? —¡Tú hija, es una bastarda repulsiva, que fue y se revolcó con un hombre y viene como si nada! Sabrina tenía la mirada destrozada, asustada —¡Lo siento, padre…! —¡Ya basta, Fátima! ¿En que siglo crees que estamos? Si Sabrina hizo eso, es su vida y no debes meterte en esto, es mi hija, ¡La respetarás! Fátima le miró incrédula —¡¿A