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Sabrina luchaba por llevar a Jonathan Grimm al auto, porque él estaba tan necio, hasta que, por fin, logró meterlo en su auto. El hombre se puso en el asiento, rio como si fuera un chiste, ella le miró con desconcierto, tuvo un mal presentimiento. —Doctor, ¿Bebió algo? —Nada, no, yo no bebo alcohol, mi padre era un borracho y nunca-nunca lo hago, solo bebí el coctel sin alcohol que me dio la señora Ford. —¿Fátima? —No. —¿Evana? —No, Stella Ford… —¿Stella…? —susurró Sabrina, de pronto tuvo una sospecha. Sabrina encendió el auto. —Doctor Grimm, ¿Puede darme su dirección? —¿dirección? ¡Oh, sí, edificio Grand Edén, número ciento uno… El hombre volvió a reír y comenzó a tararear una melodía contagiosa. Sabrina sintió nervios, encendió el auto y condujo. Marcus entró por un camino, era oscuro, era en pleno bosque. Siguió recto, notó que Evana se quedó dormida, esbozó una tenue sonrisa. Pronto llegaron a esa cabaña. Marcus estacionó el auto, la bajó, cargándola en sus brazos,
—Yo… mi corazón está cerrado a temas de amor, Marcus, no quiero hablar de eso. Ella intentó alejarse, él sintió un dolor en su pecho, pero antes de que ella se levantara, la devolvió. —Evana, ¿No eres muy joven para pensar eso? ¿Cuántos años tienes? Muy pocos, estás en primavera, debes ser paciente para el amor. Ella lo miró, sintió más calor en su cuerpo. —Solo quiero… estar en paz, es todo, tal vez irme, y… Él siseó, su dedo índice se puso en sus labios. —No dije que renunciaras a la idea de irte, no dije que ahora serías mía. Ella sintió que su corazón latía tan fuerte, que creyó que él podría escucharlo. —Pero… ÉL no la dejó hablar, sus labios rozaron los suyos, ella se estremeció al instante, el beso apremió, su lengua acarició la suya, podía sentir la humedad, la intensidad, su aroma como una droga que cegaba su razón. Cuando acordó, sintió que el cierre de su vestido estaba abierto, y sus manos en su espalda, vagando con delicadeza, el toque de su piel enviaba un mensa
Álvaro condujo, debía regresar a la fiesta, no sabía que haría, lo único que pasaba por su mente era volver, y matarlos, pero no era tan valiente para hacer algo así. Él no tendría una coartada, todos lo apuntarían a él como un celoso, porque hace tiempo amenazó a Evana, sería el principal sospechoso de su muerte. Siguió conduciendo por una hora más. Cuando estuvo por llegar al salón donde era el evento vio a esa mujer, caminando sin rumbo, sus ojos la miraron y accionó el claxon haciendo que ella se detuviera. Pilar lo miró con duda —¿Señor Ford? —Sube al auto, mujer. Ella tuvo miedo, pero obedeció, era demasiado docil para ir contra la voluntad de un Ford. Al hacerlo, Pilar vio que él bebía sin control. El hombre manejó. —¿A dónde vamos, señor? Él parqueó el auto a un lado del camino, luego pellizcó sus mejillas con furia —Dime la m*****a verdad, Pilar, ¡¿Mi tío te gusta?! ¡¿Marcus te gusta?! —exclamó Ella le miró con miedo se sintió asustada —¡Habla! —exclamó —¡Sí! Yo
Sabrina llegó a la mansión Ford, apenas abrió la puerta, miró a Fátima frente a ella, le dio una fuerte bofetada —¡Eres una desvergonzada! ¿Dónde pasaste la noche? Las lágrimas emergieron por el rostro de la chica, que tocó su rostro, asustado. —Yo… ¡Lo siento tanto! —¿Lo sientes? —exclamó la mujer casi con burla ante sus palabras. Sentái profndo despecio y era incapz de ver que no era objetiva. Fátima abrió su abrigo y miró los moretones en su cuello. —¡¿Con quien te revolcaste, mujerzuela barata?! —la mujer la lanzó al suelo y Sabrina solo lloraba asustada, como un pequeño animalito herido. —¡Ya basta, Fátima! ¡detente! ¿Qué le haces a mi hija? —¡Tú hija, es una bastarda repulsiva, que fue y se revolcó con un hombre y viene como si nada! Sabrina tenía la mirada destrozada, asustada —¡Lo siento, padre…! —¡Ya basta, Fátima! ¿En que siglo crees que estamos? Si Sabrina hizo eso, es su vida y no debes meterte en esto, es mi hija, ¡La respetarás! Fátima le miró incrédula —¡¿A
En la mansión Ford. Sabrina se veía muy nerviosa, y Evana solo la miraba sosteniendo la prueba de embarazo que había comprado una empleada. —¿Lo harás? Sabrina la miró con desasosiego. —Tengo mucho miedo, Evana. —Eres adulta, Sabrina, eres fuerte, y no estás sola. —Sí que lo estoy, me siento a veces una extraña aquí. —Oye, no digas eso, me tienes a mí. La mujer sonrió ante sus palabras, tomó la prueba de embarazo, y fue hasta el cuarto de baño. Evana se mantuvo sentada en una silla, pensaba en él, en Marcus Ford, recordó los chismes de las mujeres, pero no podía dejar de pensarlo. «No, Marcus no es así, me ha demostrado que no es así que é es leal», pensó Sabrina, tenía la mano temblorosa, abrió la puerta del baño y salió, miró a Evana a los ojos. Ella tomó la prueba, esperaron unos minutos, mientras Sabrina iba de un lado a otro. —¿Quieres que lo veamos ya? Sabrina asintió muy despacio. Cuando Evana sacó la prueba de la caja, miró por fin el resultado, sus ojos se abrie
Marcus terminó de escuchar al último socio, estaba molesto. —Pueden decir lo que sea, esto no es a votación, soy el presidente y mi decisión se avala, así que, comiencen a trabajar con mi estrategia, punto final. Marcus salió de la junta, Pilar se acercó a él. —Estoy harto, quiero ir a casa, ¿Mi teléfono? —Llamo su esposa, pero me colgó, se escuchaba extraña. Marcus la miró con duda, de pronto se quedó parado, como asustado. —¡Por Dios! ¡¿Qué m*****a hora es?! —exclamó Marcus desesperado —Son las cuatro y media, señor. ¿Sucede algo? —¡Mi esposa me esperaba a comer! Debe estar furiosa, me va a matar, debo irme. —Pero… señor… Pilar solo lo vio irse muy rápido, sin detenerse, ella se quedó perpleja «La ama tanto que incluso le preocupa si se enoja con él. Él, Marcus Ford, el poderoso hombre de negocios y dinero teme y se angustia por su esposa, ¡Él la ama, como quisiera que me amara a mí!», pensó con un gesto de dolor. Evana había tomado un taxi, y la llevó a ese lugar, en ese
Ella talló sus manos, estaba nerviosa —Necesitaba aire, quise salir a caminar. Él la miró con ojos pequeños, expectantes —¿Y no pudiste avisar a donde ibas? ¿O si quiera llevar compañía? Pudo haberte pasado algo. —Pero, nada pasó —dijo con franqueza Él la miró severo —¿Qué sucede ahora, Evana? No digas que nada, no te creo. Ella recordó todo. —¿Tantas horas caminaste, donde estuviste? —exclamó con intriga—. ¿O con quien estuviste? Ella sintió temor, pensó en Álvaro, quiso decir toda la verdad, y tuvo miedo, ¿Cómo reaccionaría Marcus? —Caminé, ya te lo dije, solo quería aire. —No te creo —espetó con recelo —Pues no me importa, yo no sabía que vendrías temprano, es que como siempre estás en la empresa, es que como no tienes tiempo para venir a casa ni a comer, a pesar de tu promesa, pues claro, y seguro que te sientes muy feliz ahí, y al lado de quien tanto te importa, —¿Y eso que rayos significa? —exclamó frustrado —Significa nada, no necesito nada, ¡Vete! Anda, vuelve a t
Evana admiraba el lugar, era un hermoso museo. —Te traje a un lugar aburrido, ¿Verdad? Ella negó ante su marido, tomó su mano, sonrió. —En realidad, me gusta este lugar, pero, sabes, me gusta más porque estás conmigo. —No creas que quiero estar lejos de ti, nunca, Evana, solo, el trabajo me consume, tampoco planeo ser un esposo al que no veas jamás, prometo que voy a arreglar mis tiempos para estar a tu lado. Evana sonrió, sus manos se colgaron a su cuello, estaban tan cerca, él besó sus labios con dulzura. Caminaron por el museo, y luego se sentaron a comer en el restaurante del lugar, bebieron un coctel, era un hermoso día. —¿Por qué piensas que entre Pilar y yo hay algo? Evana bajó la mirada, avergonzada. —Yo… lo siento, escuché rumores. Marcus rio de sus palabras. —¿De verdad? No, Evana, soy todo menos un infiel y traidor, no pienso en ninguna mujer, que no sea la mía, sé que, tienes muchas razones para desconfiar de mí, sé que han roto tu corazón, pero sé cuanto duele l