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Álvaro estaba bajo la escalera, tenía un gesto de rabia. —¿Qué sucede, querido, no dormiste bien? —exclamó burlón Los ojos de Álvaro miraron con rabia a Marcus. —Supongo que no dormí mejor que tú. Marcus esbozó una risita sarcástica —No creo que ningún hombre en este planeta duerma mejor que yo, pero, cada uno tiene lo que merece, hijo. Fátima apareció ante ellos. —Estoy lista, ya quiero ver a mi nieto. Álvaro sintió rabia, pensar que su abuela pudiera interesarse por otro nieto que no fuera él, le dolía. Andrés se les unió y salieron de la casa. Stella estaba tan rabiosa, recordó su plática ayer, con Álvaro, él estaba tan mal, le pidió que no permitiera que Evana y Marcus fueran felices, quería separarlos. —Ellos lastimaron a mi pobre hijo, se unieron en su contra, ahora lo pagarán. Stella llamó al lugar que su hijo le pidió, tenían un plan macabro que podrían en acción a partir de hoy. En el hospital Marcus llevó a su madre, ella y Andrés fueron los primeros en entrar.
Evana le miró con ojos asustados. —¡Es mentira! Es imposible, mientes, mi bebé murió, no sobrevivió. Él sonrió con malicia. —Te lo hice creer, cuando iba a dejarte, solo porque no quería que nada nos uniera, pero la verdad es otra, cariño, así que, si quieres volver a verlo cara a cara, si quieres cargarlo, olerlo, entonces, tía querida, debes hacer lo que te digo, vete de la vida de Marcus para siempre, haz lo que dije, ve por tus cosas, vete al lugar al que te enviaré la dirección y cállate, solo así, podrás ver a nuestro hijo. Evana lo miró con odio. Álvaro se alejó, ella limpió sus lágrimas «¿Será cierto? ¿Es acaso una de sus malditas mentiras?» Evana no lo sabía, pero pensó en todo lo que era Álvaro, cuando él intentó matarla, sin piedad, incluso dejándola a su suerte, ¿Acaso no podría ser más ruin? Evana tuvo terror, pensó que si podría. Marcus se acercó a ella, de pronto la observó, algo estaba mal, ella lucía tan mal, tan frágil. —¿Qué sucede? ¿Estás bien? —Sí, no me
Sabrina se quedó perpleja, abrazó a Marcus. —¡Lo siento mucho! Yo la escuché llorar. —¿Qué? —Marcus estaba impactado «¿Por qué Evana lloraba? ¿Lloraba por mí?», pensó con duda —¿Qué más escuchaste, Sabrina? —Que iba a hospedarse en un hotel… llamado Garden… Garden de Barza, ¿Lo conoces? —No, pero averiguaré. —Marcus, quizás Evana estaba molesta contigo, esto puede tener remedio, piénsalo, ella es una buena mujer. Marcus sonrió. —Gracias, Sabrina. Ella salió de la habitación. Marcus fue al cuarto de baño, se desnudó y se metió a bañar, pensó en Evana, cuando la tocó, quería hacerla suya «Debí hacerlo, pero, pensé que… pensé que estaba asustada; no puedo extrañarla, no quiero, ni debo… pero… la extraño», pensó, sintió melancolía, mientras el agua fría recorría cada rincón de su piel. Evana viajo en tren, durante una hora hasta Barza, al bajar, esperaba un taxi, sentada en la estación, pensó en Marcus —Quizas a esta hora lo sabe todo y me odia, Marcus… —susurró con tristeza
Marcus era capaz de apagar y encender todas sus ansias, y a veces quería escapar por temor, temer volver a ser engañada era su nuevo miedo oculto. Cuando él por fin detuvo el beso, pudo reflejarse en sus ojos. Él sonrió, no de una forma alegre, si no como él solía sonreír, un tanto frío. —Volvamos a casa, no queremos armar espectáculo. Ella asintió. En la mansión Ford. Era más tarde, cuando Marcus y Evana llegaron a la mansión, entraron por la puerta principal, vieron a la familia reunida en el salón, y de inmediato notaron a todos serios. Nicol sollozaba al fondo, y Sabrina los miraba asustados. —¡Maldita perra! —gritó Nicol, e intentó atacar a Evana, pero fue detenida por Álvaro. —No vale la pena, tú eres mi esposa, ella sola una mujerzuela. Marcus lo miró con ojos severos. —¿Así que quieres otra golpiza? —exclamó acercándose, peligroso. Él retrocedió, pero Andrés se interpuso entre ellos. —¡Basta, Marcus! —No permitiré que ofenda a Evana —dijo Marcus. Fátima se acercó
Evana sentía a Marcus muy cerca, de pronto escapó de sus manos. —Yo… lo siento, ahora… no puedo —esas palabras le dieron temor Marcus la miró bien, bajó la mirada, entendió a que se refería. —¿Es por Álvaro? ¿Es que aún lo amas? Evana lo miró como si hablara como un loco —¡¿Qué dices? ¡Claro que no! Solo que… es muy rápido para mí… Marcus asintió, podía entenderlo, ella hace menos de dos meses tuvo a un hijo que murió al nacer, Álvaro la engañó, intentó matarla, él la desposó solo por venganza, ¿Ahora pedía hacer el amor? Debía darle tiempo, y a él no le importaba esperar, siempre y cuando ella estuviese a su lado. —Yo esperaré, no hay prisa. Sus palabras la sorprendieron, Evana hundió la mirada, avergonzada. Él sonrió. —Es tarde, vamos a cenar fuera de este lugar, que se ha convertido en una cárcel para los dos. Ella sonrió, asintió, salieron de casa. Durante la cena, Evana no dejaba de pensar en él, Marcus era tan elegante, tan perfecto que toda la gente lo miraba siempre
Luego de convivir con los pequeños pacientes, darles regalo y saludar a las madres, Fátima y las demás mujeres Ford, estaban por irse. Jonathan detuvo a Evana. —Su ayuda es loable, estás personas nunca podrán olvidar lo buena que es usted. Ella sonrió. —Bueno, es todo gracias a los Ford, ellos son generosos. De pronto, Jonathan tomó su mano. —No hablo solo del dinero, hablo de la calidad del apoyo, usted habló con niños pequeños y madres, eso cuenta más que cualquier dinero del mundo. Evana sintió el fuerte agarre de su mano, se tensó, de pronto le pareció que el fervor del hombre era incorrecto, podría malinterpretarse. —Espero verla en la recaudación de apoyo, si me es posible invitarla a bailar, sería dichoso, nunca baile con una mujer tan bella. Evana tuvo suficiente, soltó su mano. —Le agradezco, seguramente no podré bailar con usted, mi marido estará conmigo todo el tiempo. —Claro, y supongo que es celoso y posesivo. Evana le miró con desconcierto. —No es así, pero m
El beso solo seguía incrementando la temperatura, cuando escucharon que llamaron a la puerta. Él maldijo en su mente a la persona detrás. —¡¿Qué?! —gritó rabioso con la voz entrecortada, mientras Evana le miraba atónita. —Señor, su madre los llama para la cena. —Bien, bajaremos en un instante. Marcus se enderezó, alejándose de Evana, ella sintió que era tan necesario en su cuerpo, respiró. —Debemos ir o tu madre nos retará. Él sonrió. Los días avanzaron con rapidez, hasta llegar al día del evento de caridad. Marcus estaba terminando de anudar su moño en su perfecto y pulcro esmoquin, sería un evento de etiqueta y elegancia, su madre logró invitar a grandes figuras del país, así que era un evento importante. Evana salió del cuarto de baño, y cuando él la vio se quedó deslumbrado, llevaba un vestido rojo, lucía como una reina, era hermosa, sonrió al verla. Sus cabellos cayendo como cascadas, se puso frente al espejo y él se puso a su lado. —¿Qué sucede? ¿Crees que me veo bien
Sabrina luchaba por llevar a Jonathan Grimm al auto, porque él estaba tan necio, hasta que, por fin, logró meterlo en su auto. El hombre se puso en el asiento, rio como si fuera un chiste, ella le miró con desconcierto, tuvo un mal presentimiento. —Doctor, ¿Bebió algo? —Nada, no, yo no bebo alcohol, mi padre era un borracho y nunca-nunca lo hago, solo bebí el coctel sin alcohol que me dio la señora Ford. —¿Fátima? —No. —¿Evana? —No, Stella Ford… —¿Stella…? —susurró Sabrina, de pronto tuvo una sospecha. Sabrina encendió el auto. —Doctor Grimm, ¿Puede darme su dirección? —¿dirección? ¡Oh, sí, edificio Grand Edén, número ciento uno… El hombre volvió a reír y comenzó a tararear una melodía contagiosa. Sabrina sintió nervios, encendió el auto y condujo. Marcus entró por un camino, era oscuro, era en pleno bosque. Siguió recto, notó que Evana se quedó dormida, esbozó una tenue sonrisa. Pronto llegaron a esa cabaña. Marcus estacionó el auto, la bajó, cargándola en sus brazos,