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Capítulo 4: Querido sobrino

Evana intentaba salir del hospital, tomó alguna ropa que encontró, no le importaba nada, tenía miedo, intentó llamar a su banco, no tenía nada de ella, no había forma en que pudiera recibir ayuda, no tenía muchos amigos, se sentía sola en el mundo.

Cuando la puerta se abrió, se quedó perpleja al mirar a Marcus Ford ante ella su presencia imponente la hizo retroceder, conmocionada, tuvo miedo al verlo.  

—¿Qué quiere aquí? —espetó recelosa

—Te he salvado la vida, ¿Es así como debes recibirme?

Ella lo miró confusa.

—¿Estás coludido con tu sobrino? Dime, ¿Van a matarme? —exclamó paranoica.

Él sonrió, luego rio de ella.

—¿Qué locuras dices, mujer? No, si quisiera hacerte daño, no te hubiese ayudado, ¿No lo crees?

Ella retrocedió, estaba temblorosa.

—Vine por ti, he pagado la cuenta, te dejarán ir —el hombre le dio una bolsa con ropa—. Vístete, y nos vamos.

—¿Qué? ¿A dónde? —preguntó dudosa.

—Ya lo verás, quiero que hablemos lejos de este lugar, tengo una propuesta que hacerte.

—¿Una propuesta? —Evana no entendía nada, pero entró al baño, se cambió rápido, una vez lista, salió.

El hombre seguía ahí, ella pudo verlo, vestido con un perfecto traje oscuro, era alto, no se parecía en nada a Álvaro; era elegante, con el gesto severo, y distante, pero tenía un aura como si fuera inalcanzable, excepto por su mirada que parecía confiable.

—¿Lista?

Ella asintió

—Vamos.

Salieron del hospital hasta el estacionamiento. Caminaron lento, ella aún estaba convaleciente, miró al auto, el chofer abrió la puerta.

«¡Es ahora nunca!», pensó

Intentó escapar, pero, como si ese hombre hubiese descubierto sus intenciones, la sostuvo con fuerza del brazo, ella lo miró asustada

«¿Acaso puede leer mis pensamientos?», pensó, estaban tan cerca, pudo ver su rostro a plenitud, sus ojos azules le recordaban al océano.

—Sube al auto —ordenó

Ella subió por miedo.

Luego, no supo a donde iban, cualquiera que fuera ese lugar, era desconocido para ella.

Llegaron a un lujoso edificio, bajaron del auto, y sintió que él aun la llevaba de la mano, como si temiera que fuera a escapar.

Tomaron el elevador, y al abrirse las puertas, ya estaban en un elegante pent-house.

—Siéntate.

Ella tomó asiento en un sofá, miró alrededor, ella tenía dinero, pero no tanto como ese hombre, sin embargo, ese dinero era todo lo que sus padres le dejaron, ahora lo habían robado.

—Pensé en las cosas que me contaste, ¿Supongo que debes estar furiosa? Álvaro te engañó con Nicol, ¿Quién sabe desde cuándo? Pronto van a casarse.

Los ojos de Evana se abrieron grandes, hubo un dolor en ella, como si el tocara una herida.

—¿Se casarán?

Él le dio un poco de agua, y ella bebió.

—Sí, él intentó matarte, te dejó en tu peor momento y se casará con Nicol.

—¡Y me robó mi dinero!

Marcus sintió que nada le sorprendía de Álvaro.

—¿Y lo dejarás ser feliz, así, tan fácilmente?

Ella le miró con duda.

—¿Qué es lo que quiere? —exclamó al notar que tras esas palabras había algo más, él sonrió.

—Quiero que te vengues de Álvaro, él es un mentiroso, que debe pagar por su maldad.

Ella frunció el ceño, confusa.

—¿Cómo podría? No puedo contra él.

—Antes, no, pero ahora sí, porque yo te ayudaré, le daremos una buena lección que no olvidará jamás.

—¿Por qué lo haría? Él es su sobrino.

—Eso no importa, Evana, él es una mala persona, merece pagar por sus pecados —sentenció con furia

—¿Qué es lo que quiere de mí? Sé que hay algo más, no soy tan tonta para caer en eso —sentenció con amargura.

Él asintió.

—Es cierto, esto es un trato, una propuesta, un ganar, ganar. Te ayudaré a vengarte de Álvaro y su maldad, a cambio de que tú me ayudes a mí: sé mi esposa, Evana.

Los ojos de la mujer se abrieron impactados.

—¿Qué dices? ¡Imposible! ¿Es una broma? —estaba perpleja.

—¿Acaso no tienes dignidad? Él acabó contigo, lo justo es que pague por lo que te hizo, yo necesito una esposa por contrato, solo será un matrimonio de apariencias, Evana, con eso, seré el presidente de la empresa Ford, Álvaro no lo será, y ver que perdió todo, lo arruinará por siempre.

Evana se quedó pensativa.

—¿Olvidaste lo que te hizo, Evana? ¡Iba a matarte! No le importó nada, te robó, te traicionó con alguien a quien tenías aprecio, ¿Qué más necesitas para entender que él merece un castigo?

Evana se sentía aturdida, abrió y cerró los ojos con desesperación, luego recordó lo que pasó ese día, desde su bebé muerta, hasta su traición, sintió como el rencor se apoderaba de su corazón, ella le dio todo su amor a Álvaro, y él lo hizo trizas, peor por si fuera poco intentó matarla, robó su patrimonio, ¿Por qué tenía que ser tan cruel? ¿Por qué debía salir victorioso siendo tan malvado?

Sintió una rabia que creció en su alma.

—¡Está bien, seré su esposa! Podrá tener su presidencia, y yo, podré vengarme de mi ex.

Al día siguiente, Evana despertó en esa habitación, era el amanecer, se enderezó, sintió que su herida aún dolía.

Cambió su vendaje, observando aún la herida. La voz de Álvaro vino a su mente, y sintió un escalofrío.

Tocaron a la puerta, se puso una bata y abrió.

Él estaba ahí, bien vestido, y con esa sonrisa que de pronto le parecía irónica.

—El juez llega en dos horas, debes estar lista.

El hombre puso un vestido sobre la cama, ella lo miró perpleja.

—¿Qué dices?

—Hoy nos casaremos, y a fin de mes, iremos a la boda de Álvaro y Nicol, ahí, nos presentaremos ante todos como marido y mujer.

—¿Es divertido para ti este juego? ¿Verdad?

Él la miró a los ojos.

—Es divertido ver a alguien que hizo daño pagar lo justo, no lo olvides, Evana, él te destruyó, si no fuera por mi ayuda, tal vez estuvieras muerta.

Cerró la puerta, ella tomó el vestido blanco, era un vestido sencillo, recordó cuando se casó, amaba con locura a Álvaro, no le importó casarse muy pronto, ni que su familia la odiara, creía que sería feliz por siempre, ahora estaba en esa pesadilla.

Marcus Ford esperaba con el juez, su asistente estaba ahí, él trajo los papeles necesarios de Evana, cuando ella entró al salón, los ojos de Marcus se fijaron en ella, y en lo bella que lucía, no podía entender que Álvaro la dejara ir por una mujer como Nicol.

«Tonterías… ahora debo concentrarme en que, al cumplir el capricho de la familia, no me negarán la presidencia, mis padres me elegirán a mí», pensó.

Evana observó el acta de matrimonio, el juez señaló donde debía firmar, ella tomó el bolígrafo, su mano temblaba, firmó.

Estaba casada, ahora de nuevo era Evana Ford, pero era la esposa de Marcus Ford, el tío de su ex.

«No hay tiempo para arrepentimientos, Evana, ahora Álvaro pagará por el daño que me hizo, cuando acabe esto, me iré lejos de aquí»

—Los declaro marido y mujer, el hombre puede besar a la novia.

Se miraron fijamente.

Ella quiso salir corriendo, él se acercó, ¿Iba a besarla? Cuando pensó en eso sintió sus labios cálidos, un ligero roce la invadió, se estremeció, nunca besó otros labios que no fueran los de Álvaro, sintió que Marcus era peligroso para su corazón.

«Ahora estoy casada sin amor», pensó.

Días después.

Evana permanecía en ese pent-house, su herida cicatrizó pronto.

Observó el vestido rojo que debía usar, ese hombre no debía tardar en llegar, no venía muy a menudo y eso le agradaba, pero a partir de hoy todo cambiaría.

Una vez lista, lo esperó, cuando abrió la puerta él estaba ahí, se quedó detenido en el umbral de la puerta, pero su mirada recorría su figura con una mirada oscura que la estremeció.

—¿Qué?

—Nada —dijo él, tragando saliva, queriendo olvidar lo hermosa que era esa chica—. Debemos irnos, ellos ya nos esperan.

Evana respiró profundo.

Al llegar a la mansión Ford, ella observó el lugar con sorpresa, nunca visitó ese lugar, la familia solía odiarla desde que supieron de su matrimonio, y la madre de Álvaro se lo hizo saber.

Se detuvieron en la puerta.

—¿Qué pasa? —exclamó al ver que ella se detenía, su mirada se volvía nerviosa.

—¿Estás seguro? —exclamó insegura, perdió la fuerza al sentir que enfrentaría a ese hombre.

Él sonrió como si estuviera orgulloso de ella por su valentía.

—Es difícil volver a confiar, pero, confía en mí, no estás sola, nunca más.

Sus palabras le dieron una fuerza inexplicable.

Tomó su mano entre la suya y entraron a la mansión, caminaron hasta el salón donde era la fiesta.

La familia estaba reunida en el brindis, los novios en el centro, felices.

Marcus tomó una copa, lo miró con burla.

—¡Muchas felicidades a los novios, nuestros mejores deseos, querido sobrino! —exclamó en voz bien alta.

Álvaro sonrió, pero se congeló al ver a esa mujer de la mano de su tío, Evana Monet ahí, vistiendo de rojo resplandeciente.

—¡¿Qué haces está mujerzuela aquí?! ¡Es Evana Monet, la exesposa de Álvaro! ¡Qué desagradable mujer! —exclamó Stella, la madre de Álvaro, mordiendo con rabia sus palabras.

—¿Qué dices, Stella? Marcus, ¿Qué haces con esta zorra? —exclamó Fátima.

—¡Madre, mucho cuidado con tus palabras! Nadie puede ofender a mi mujer —exclamó como una orden que sorprendió a Fátima.

Los ojos de todos se abrieron enormes, Álvaro se acercó como una fiera herida

—¡¿Qué dices, tío?! —Álvaro estaba perplejo, no podía creerlo.

Él sonrió irónico.

—Lo que oyes, me casé, ahora Evana Ford es mi esposa —Marcus tomó la mano de la mujer con firmeza.

Evana levantó la barbilla, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.

—Felicita a tu tía, querido sobrino —dijo Evana mirándolo fijamente.

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