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Marcus y Evana caminaron al lado de la familia, había un rastro de incomodidad en el aire que ambos respiraban. Despidieron a los invitados. Y luego a los nuevos esposos. —Hijo, cuídate mucho, te veré mañana en el club. —¿No irás de luna de miel, querido sobrino? Álvaro clavó la mirada en su tío con desprecio. —No iré, estaré aquí el lunes para la elección de presidente, ¿Acaso creíste que aprovecharías mi ausencia? Marcus se echó a reír con burla. —¡Oh, mi querido niño! De todas maneras, ¿Crees que tienes una oportunidad? Álvaro había bebido suficiente, cuando se acercó a su tío. —Sigue así, la caída será enorme, querido tío —dijo a su oído—. Ya que te gusta tanto comer de mis sobras, espero que disfrutes a mi exmujer, pero no debes olvidar cuando esté en tu cama, que primero fue mía. Marcus volvió a reír, habló en el mismo tono de voz, casi secreto para los demás. —¡Oh, mi niño, no te angusties por mí! Evana es demasiada mujer para ti, te quedó muy grande, por eso elegiste
Su lengua acariciaba la suya, un calor impregnó su cuerpo, Evana luchó por desprenderse, pero se dejó seducir por su dulce beso apasionado. Pronto su agarre se volvió leve, cuando ella pudo recordar, ya no era un beso forzado, también correspondía, le gustaba el sabor y la forma de su beso. Se miraron a los ojos, él se recostó al lado de ella, en la cama, respiró profundo, sus ojos se cerraron, se quedó dormido. Evana respiró profundo, sintió el calor disminuir en su cuerpo. Se quedó dormida. A la mañana siguiente. Ella fue la primera en despertar, se levantó de la cama y fue a vestirse, al salir, él estaba despierto. Ella trajo un vaso con agua con pastillas para curar el dolor. —Beba, le pasará el malestar. Él sonrió, bebió y tragó la pastilla, ella puso el vaso en una mesa. —¡Qué buena esposa me conseguí! —dijo con algo de ironía, ella lo miró con duda, desvió la mirada. —No vuelva a entrar a mi habitación sin invitación, señor Ford —sentenció. Dio la vuelta, cuando sint
—¿Has visto esto, abuelo? Está mujer es una vulgar, no sabe controlarse, debería alejarse de la familia, arruinará el prestigio de los Ford con su actuar salvaje —exclamó Álvaro Evana sentía la rabia y la vergüenza correr por su rostro. —¿Qué sucede aquí? —exclamó Marcus al ver la escena. —¡Tú mujer es una salvaje fiera, me ha golpeado! —chilló Stella Los ojos de Marcus se clavaron en su mujer, ella bajó la mirada temerosa, sabía que tenían un trato, él la ayudaba a avergonzar a Álvaro, ella ha conseguir la empresa Ford como presidente, pero su actuar podría perjudicarlo. —¡Yo…! ¡Ella me ofendió, solo me he defendido! —exclamó —¿Qué dices? —gritó Stella —Ahí lo tienes, padre, Stella ha ofendido a mi mujer, y ella no es una mujer frágil que agachará la cabeza ante alguien, ¿Acaso Fátima Ford era una mujer débil ante sus enemigos? Andrés se quedó perplejo ante sus palabras, negó. —¿Tu madre una mujer frágil? ¡Oh, no! —rio—. Fátima Ford pudo hacer que las piernas de sus enemigos
—¡¿Qué carajos hiciste?! El caballo salió desbocado al acercarte a ella. Álvaro abrió ojos enormes al escuchar la voz de su tío enfurecido, él aún estaba montando su caballo. —¿Qué? ¡No sé de qué hablas! —exclamó Marcus lo tomó del cuello alzando la mano, bajándolo del caballo con tal violencia, que el hombre por poco cae al suelo. —¡Más te vale que mi esposa esté sana y salva, o juro que te mataré! Marcus montó el caballo, subiendo de un solo salto, montó tan rápido como pudo, decidido ir a alcanzar a Evana a todo galope. Álvaro lo miró con rabia. «¡Ojalá que ambos desaparezcan para siempre de mi vida! Los aborrezco», pensó. —¡Álvaro! ¿Qué hiciste? La voz de su abuela lo sobresaltó, lo inculpaba del suceso. —¿Qué dices, abuela? ¡No he hecho nada! ¿Cómo puedes pensar algo tan malo de mí? La mirada de Fátima recorría al joven, como si pudiera escudriñarlo y leer a través de él. Se acercó a paso lento cuando miró algo brillar en su mano, se lo arrebató tan rápido que él no lo
Marcus quería hacer enfadar a Álvaro, intimidarlo, pues sabía que lo envidiaba, que era inseguro ante él. Sin embargo, esos dulces y deliciosos besos lograron borrar todo de su mente, fue solo un instante en que se dejó llevar, no supo más de él, hasta que sintió que ella quiso alejarlo, pero él no la dejó, su mano libre estrechó su cintura y subió a su espalda, pegando su cuerpo al suyo. Evana no pudo hacer nada, su lengua se abrió paso por su boca, acariciándola suavemente. Su cuerpo se estremeció al sentirlo tan cerca, era un beso diferente, demandante, codicioso, la dejaba sin aliento, la hacía estremecer, nunca se sintió tan vencida por un simple beso, ni tan necesitada por él. Cuando él detuvo el beso, y se miraron a los ojos, el deseo brillaba en sus pupilas. Evana retrocedió un paso, sus mejillas se encendieron de un rojo carmesí. —¡¿Por qué ha hecho eso?! Marcus alzó la vista, Álvaro no estaba ahí, —Álvaro… estaba ahí, pero… Evana corrió asomarse, pero no había rastro
—Lo siento, es mejor no decir el nombre, pensé mucho, pero ¿Para qué? No arruinaré la reputación de un hombre, más que por él, por su familia, aunque confío en que la vida le dará su merecido —dijo Evana sonriente. —Es usted una mujer inteligente, señora Ford, tiene razón, en esta vida, es seguro que ese hombre pague por el daño causado. Evana sonrió y degustó su comida, mientras Fátima, Stella y Nicol posaban su mirada severa en ella. Al salir del salón, se detuvieron en una estancia, los ojos de Stella sobre Evana eran como dos puntas venenosas capaz de atravesarla, pero Evana no tenía miedo de esa mujer, era suficiente con que quisiera hacerle daño, a pesar de todo. —¿Qué pretendías, Evana? ¿Acaso creíste que eras lo suficiente fuerte para arruinar la buena reputación de mi amado hijo? Evana sonrió. —¿Buena reputación? Solo reputación tiene tu hijo, Stella. —¡Basta ya! Stella ya cállate, me tiene harta tu voz, y sobre ti, Evana, ten cuidado con lo que dices o haces, me guste
Evana y Marcus caminaban por los jardines, había un silencio que parecía interminable. —¿Cómo te fue en la comida con las distinguidas damas? —preguntó irónico. —Bueno, no tan bien, pero pude defenderme. Marcus la miró de reojo, sonrió al escucharla. —Eso es bueno, aquí siempre deberás defenderte, nunca sabes con que novedad saldrán estás serpientes. Evana sonrió. —¿Crees que tienes segura la presidencia? Marcus se detuvo, recordó el pasado. Hace cinco años, Álvaro terminaba la universidad y comenzó a lavar el cerebro de Andrés, hablando pestes de Marcus, fue tanto el veneno destilado que provocó enfrentamientos entre padre e hijo, aunando a que Marcus conoció un horrible secreto sobre su padre, que lo hizo odiarlo. Álvaro desconociendo el secreto, pero sabiendo la rabia entre los dos, avivó el fuego, haciendo parecer que Marcus era un tonto en los negocios, y haciéndolo perder mucho dinero para la empresa, sin embargo, Marcus, pronto descubrió que Álvaro financió al socio con
Él la miró con ojos severos, ella le miró con algo de miedo, Marcus la acercó, tomando sus brazos con fuerza. —¡Ten cuidado, Evana! No cruces tu límite. Ella sintió un miedo diferente, no era miedo en realidad, era algo más, estaban tan cerca, podía seguir sintiendo su cálido aliento, perderse en sus ojos azules, imponentes. Marcus sintió esa atracción, era casi irresistible, que eligió alejarse de Evana. —Lo siento, pero, no puedes venir y besarme de esa manera, creo que dejamos las cosas claras —dijo ella. Cuando Evana miró el rostro de Marcus, él tenía una sonrisa pícara en sus labios. Ella entró al cuarto de baño, se metió a bañar. Se sentía exhausta, los días habían pasado tan rápido en su mente, que sentía como si viviera en una película que no encontraba su final. Marcus esperaba que ella saliera de bañar, pero como tardaba, decidió desvestirse. Cuando Evana salió del baño ya estaba cubierta por una toalla, vio al hombre ahí, quitándose la ropa, como si estuviese solo, s