Capítulo 3

ES SÁBADO, HE TENIDO un día muy raro y apenas he comido nada, cada vez estoy más cansada y lo único que quiero es dormir.

A las diez salgo de casa de Olga y no veo la hora de meterme en la cama y descansar, pero cuando paso por el rellano de Lola me la encuentro con Tom en la puerta de su casa. Están tan empalagosos que apenas me ven, tengo que toser varias veces para llamar su atención.

—¡Mia! —grita en cuanto me ve.

Me salta encima y empieza a darme besos, parece poseída por el duende de la felicidad. Cuando por fin consigo que se calme, me da una buena noticia:

—Tom y yo somos novios —me dice toda ilusionada.

—¿¡Qué!?

—Sí nena, me lo acaba de pedir.

—¡Felicidades, cariño! —le contesto igual de feliz que ella.

Me encuentro fatal, pero la noticia hace que me olvide del dolor de cabeza y lo celebre con ellos. Les cojo por el cuello a los dos y les doy un fuerte abrazo.

Una vez más tranquilos Tom me pregunta por lo de mañana:

—¿Has pensado lo que te dije la semana pasada, lo de la fiesta?

A pesar de no tener muchas ganas de ver a Lucas, Tom también es mi amigo, además, ahora es el novio de mi amiga y no puedo decirle que no.

—Sí, claro que iremos. Tenemos que celebrar lo vuestro, ¿no?

—Así me gusta, no te arrepentirás. Ya verás que bien lo vamos a pasar.

«Eso espero».

Ahora son pareja, y si quiero verlos juntos en su casa no tengo más remedio que enfrentar el problema y echarle huevos. Al fin y al cabo él fue quien me rechazó, ¿porque debería esconderme yo?

Tom me dijo anoche que viniera sobre las ocho para ayudarles a prepararlo todo, así que aquí estoy. Llamo al timbre y mi sorpresa es evidente al descubrir a Lucas tras la puerta, sabía que me lo iba a encontrar hoy, pero esperaba que me abrieran Tom o Lola, no él.

—Hola Mia. ¿Como estás? —me pregunta como si nada.

Cuando se acerca para darme dos besos yo me aparto, no sé por qué lo hago, pero imagino que es por protección, de mi corazón por supuesto. Se queda muy sorprendido al principio, pero inmediatamente se aparta y me invita a entrar.

—Pasa por favor, no te quedes ahí fuera —me dice señalando el interior.

—Gracias.

—Siéntate donde quieras.

Me siento en el mismo sitio que la última vez y miro a todas partes menos a él, no sé qué hacer. Espero a que mis amigos aparezcan, pero pasan los segundos y ninguno de ellos sale a recibirme.

—¿Dónde están esos dos? —le pregunto cansada de esperarles.

—Han ido a por leña para la barbacoa —me contesta. 

«¡No me lo puedo creer! Me han dejado a solas con él otra vez, ¿¡pero que narices les pasa!?».

El tiempo pasa, yo cada vez estoy más nerviosa y como siempre siento sus ojos clavados en mí. Esta vez yo me giro y le mantengo la mirada aunque me cuesta bastante.

—Vuelvo en un momento —me dice y yo me levanto—. Siéntate, será solo un minuto.

—Bien, estás en tu casa, haz lo que quieras —ha sonado un poco borde, pero la verdad es que no me importa.

Sonríe de esa manera suya tan sexi y se va a la cocina, vuelve un par de minutos más tarde y lleva consigo dos vasos de algo parecido a un batido. Me ofrece uno.

Lo cojo y aunque no le haya pedido nada, reconozco que me ha gustado el gesto.

—Pruébalo, te gustará. Es todo natural —me dice al ver que solo lo miro.

—Está muy bueno, ¿qué lleva? —le pregunto después de darle un sorbito.

—Frutos rojos, fresas, plátano y hielo picado —hace una pequeña pausa para recordar que más le ha puesto y añade—: ¡Ah si! Una mezcla de leche con yogur y arándanos.

Tengo que reconocer que está muy bueno.

Mientras disfruto del delicioso batido, salgo a la terraza y él viene detrás de mí sin decir ni una palabra. Me siento y no puedo evitar ponerme roja al recordar donde estamos, es el mismo banco donde me ayudó a quitarme los zapatos aquella noche, creo que él lo nota porque vuelve a sonreír de esa manera tan suya.

Nos miramos, él se levanta y viene hacía mí, estoy tan nerviosa que no sé cómo voy a reaccionar si se acerca más. Por suerte llega Lola.

—Hola Mia, cielo. Veo que ya has llegado —me dice y la fulmino con la mirada por la encerrona—: Pensé que aún no habías venido, como no me has llamado.

—Lo siento. No me he acordado —le contesto y me acerco para darle dos besos, y de paso susurrarle al oído lo mala amiga que es—. Ya te vale, podías haberme avisado de que estaría a solas con él.

—Ha sido cosa de Tom, yo le he dicho que no era buena idea.

—Voy a ayudar a Tom —dice Lucas mientras se levanta y se va.

Cojo a Lola del brazo y la arrastro hasta la barandilla.

—¿Por qué no me has llamado? —se excusa—. Te lo habría dicho.

—Ya te he dicho que lo he olvidado. Ya os vale.

—Lo siento nena, no pensé que tardaríamos tanto.

Me guiña un ojo y enseguida me doy cuenta de que no lo lamenta. Lola va a su bola, imagino que creía que me estaba haciendo un favor.

Entramos a la cocina donde están Tom y Lucas guardando la carne y las bebidas en la nevera, ayudo a Lola con el resto y enseguida está todo en su sitio. Cuando levanto la vista veo a Lucas mirándome y me pongo del color de la fresas del batido. ¿Se puede arder por combustión espontánea? Sí, viendo como me mira, creo que si.

—Eo, Mia —me llama Lola y coloca una mano delante de mí devolviéndome a la realidad—. ¿Me estás escuchando?

—Sí dime.

—Olvídalo, ya ni me acuerdo —me contesta y se ríe.

Tom me coge por detrás de la cintura y me da un sonoro beso en la mejilla, yo me río y le devuelvo el beso. Es tan cariñoso que no puedo evitar sonreír ante su gesto, siempre consigue arrancarme una sonrisa y me alegra el día.

Lucas sale de su habitación con una cazadora de piel y un casco, deja este sobre la encimera mientras se pone la cazadora.

—Me voy chicos. Nos vemos luego.

—¿Te esperamos para comer? —le pregunta Lola.

—Llegaré un poco tarde. Pero sí, guardarme algo por favor.

***

LUCAS

«Aún no sé que estoy haciendo aquí».

Llevo dos años sin pisar esta casa. La última vez fue cenando con su familia y fue muy raro, me sentía incómodo y fuera de lugar. Entonces decidí que debía pasar pagina, seguir adelante sin ella, dejarla ir. Era como si la abandonara, pero era lo mejor, para ellos y sobre todo para mí.

Poco a poco fui alejándome y deje de llamarles, dejé de lado todo lo que me recordaba a ella. Hasta hoy.

Hace unas semanas  me llamaron para decirme que su madre estaba en el hospital, le habían diagnosticado cáncer y ya no había nada que hacer. La he estado visitando todos los días hasta hace tres noches.

Y ahora estoy aquí, en su funeral, decidiendo si entrar o no.

—Hola Lucas—me dice una voz conocida.

Me doy la vuelta y la veo, sigue tan guapa como siempre, unos años mayor pero está igual, nada en ella ha cambiado.

—Siento mucho lo de tu madre —le digo mientras le doy un abrazo.

—Gracias. Me alegro de que estés aquí, significa mucho para mí.

—No podía no venir, tú madre siempre se portó muy bien comnigo.

Nos abrazamos de nuevo y la oigo llorar. Dejo que se desahogue, acaba de perder a alguien especial y lo necesita, es lo menos que puedo hacer por ella en estos momentos.

—Lo siento muchísimo.

—Ya está, por fin puede descansar —dice separándose de mí y se limpia las lágrimas.

Tiene muchas ojeras de haber estado llorando mucho tiempo, pero es normal. Le limpio una lágrima de la mejilla y me sonríe.

—¿Por qué no me acompañas dentro y hablamos un poco? —me pregunta.

—Lo siento pero no puedo, tengo que irme —le contesto y ella parece entenderlo porque no insiste.

—Claro, no pasa nada —me dice y me da un beso en la mejilla—. Has venido y para mí es importante.

—Me gustaría mucho mantener el contacto, si quieres algo no dudes en llamarme.

—Si claro.

Nos damos un último abrazo y me voy hacia mi moto. En el último segundo me llama:

—Lucas, ¿has ido a ver a María?

***

Son las tres de la tarde, ya está todo preparado y hay decenas de personas, entre la terraza y la casa somos unos treinta. Hay mucha comida, bebidas y música sonando por los altavoces. Todos hablando con todos, bailando, riendo e incluso hay alguna que otra pareja haciéndose mimos, incluidos Lola y Tom que no se han separado en toda la mañana.

He hablado con varios de los amigos de Tom mientras que han ido llegando, se me han acercado para conocerme y tengo que decir que todos son muy majos. Ahora estoy con Mark, es abogado y uno de los socios de Tom.

Es el rubio de la otra noche, tiene el pelo corto, es de mi estatura y está muy cachas, tiene los ojos verdes y es muy simpático y divertido.

Se va a buscarme una copa y yo aprovecho para acercarme a Lola que está hablando con Tom, este le dice algo que la hace reir y me pica la curiosidad. Mientras les pregunto de qué se ríen veo llegar a Lucas, parece abatido, triste. Viene directo hacia mí y me coge por la cintura.

—Necesito hablar contigo —me dice al oído.

—Ahora no puedo, Lucas. Además, no tenemos nada de que hablar tú y yo —le digo y lo aparto de mí.

—Vamos Mía, por favor —me dice cogiéndome por el brazo—. No seas cría.

—¡Súeltame!

—No la has oído, ha dicho que la sueltes —dice Mark y se pone en medio.

—¡Lárgate! Estamos hablando —le contesta Lucas y vuelve a cogerme, esta vez de la mano.

A pesar de que no quiero irme con él no me suelto, a decir verdad no entiendo que me pasa.

—Creo que ella ha dicho que no quiere hablar contigo —insiste Mark y coge del brazo a Lucas.

Este se suelta bruscamente y hace que al otro se le caiga la copa encima. Tom que lo ha visto todo y aún no ha intervenido, coge a Lucas y se lo lleva aparte.

—Ya has hecho suficiente el ridículo, ¿no crees?

—Déjame en paz Tom, no te metas en esto —le dice y da un paso hacia mí, pero este lo para y lo coge del brazo.

—¡Para! ¿No ves que la estás asustando?

Lucas me mira y luego se suelta de Tom, coge de nuevo el casco que había dejado sobre la mesa, y se sube a la moto mientras la arranca y me mira una vez más.

No entiendo lo que le está pasando, doy un paso en su dirección, pero Lola se pone delante de mí para detenerme, y le veo alejarse sin poder hacer nada.

La poca gente que quedaba se ha marchado ya, solo quedamos Tom, Lola, Mark y yo. Necesito saber dónde está Lucas, por eso aún sigo aquí, desde que se ha ido de esa forma que no he dejado de pensar en él, estoy preocupada.

—¿Quieres que te lleve a alguna parte Mia? —me pregunta Mark.

—No gracias, me quedo aquí.

—¿Estás segura? No me importa dejarte donde me digas.

—No tranquilo, se queda conmigo —interviene Lola.

Se lo agradezco con una mirada, ella y yo nos entendemos muy bien. Sabe que quiero saber si Lucas está bien, y sabe también lo cabezota que puedo llegar a ser.

Durante el incidente no me había dado cuenta pero ahora que lo pienso creo que estaba mal, parecía triste y perdido, había bebido y después de coger la moto no sé si le habrá podido pasar algo.

Son más de las dos de la mañana y Lucas no aparece, estoy realmente preocupada. Tom lo ha estado llamando desde que se ha ido y él no ha contestado. ¿Dónde estará a estas horas?

No puedo dormir y por más vueltas que doy en la cama no consigo pegar ojo. Al final y después de intentarlo por un rato me levanto y voy a la cocina a beber agua, salgo a la terraza unos minutos más tarde y me encuentro con Tom, al parecer también está preocupado por su amigo. Pasa su brazo por mi hombro y me besa en la frente cuando me acurruco junto a él.

—¿Honey, you can not sleep?¹ —me dice en inglés.

—No. I'm worried about Lucas² —le contesto y apoyo mi cabeza en su hombro.

Siempre que estamos los dos solos hablamos en ingles, es una manera de practicarlo, y desde que murió mi padre apenas lo hablo.

—He'll be fine, don't worry about him. You just need to let off steam.³ —me dice para tranquilizarme.

Funciona, pero solo un poco.

—¿Qué le pasa? No parecía estar bien.

—Yo no soy quién para explicártelo, pero tienes que tener algo de paciencia. Tú... —no termina la frase y cambia de tema—. Vamos a dormir anda, es muy tarde.

No entiendo nada, se nota que algo pasa, me está ocultando algo y saberlo me ayudaría a entenderlo, pero Tom no parece dispuesto a decírmelo. Tendré que preguntárselo a él cuando vuelva.

Cuando Tom se mete en su habitación, yo entro en la de Lucas para esperarle. Pero una hora más tarde aún estoy despierta, no dejo de pensar que es lo que Tom me oculta.

Me siento en la cama con las piernas dobladas, miro a mi alrededor y veo una habitación sencilla y bonita. El otro día apenas la vi, estaba centrada en otras cosas y luego, bueno, ya conozco el resto y no hace falta revivirlo otra vez. La cama es grande, las sábanas son de color claro al igual que las cortinas, y hay un par de mesillas a cada lado, una cómoda y un armario. Tengo la tentación de levantarme y descubrir la clase de hombre que es Lucas, pero soy bastante buena en ese sentido, no me gustaría que me lo hicieran a mí, así que me quedo donde estoy y sigo contemplando la estancia, diría que es un hombres sencillo en cuanto a gustos.

Tiene muy pocas fotos, pero siempre está rodeado de gente, en una está con un par de chicos y es más joven, imagino que es de hace unos años, está junto a una moto y lleva un casco y ropa de competición. Las otras supongo que son de su familia, parece gente normal.

Me tumbo mirando al techo y poco a poco voy cogiendo el sueño, intento mantenerme despierta, pero al final termino durmiéndome, estaba realmente cansada y el día ha sido bastante movidito.

***

LUCAS

A las siete y media entro en mi habitación, sobre la cama hay un bulto y cuando miro con más atención veo a Mia, está acurrucada en medio de la cama y lleva la misma camisa de aquella noche, recuerdo que pensé que estaba preciosa mientras dormía.

Se mueve y se coloca de espaldas a mí. Cojo otra sabana y la tapo para que no coja frío, pero ella vuelve a moverse y se destapa. La camisa se le sube por encima del ombligo y puedo ver que lleva un culotte de color rosa con encajes, esa imagen me resulta jodidamente sexy.

Me siento a su lado, ella no se da ni cuenta y sigue durmiendo, me quedo mirándola por un largo rato, aunque no sé cuanto tiempo pasa por qué no puedo apartar mis ojos de ella.

Le acaricio la mejilla que empieza a coger algo de color y en ese preciso momento abre los ojos y me ve, sonríe y los vuelve a cerrar, pero enseguida se da cuanta de que no es un sueño.

***

Me despierto y lo tengo sentado a mi lado, me sonríe y casi me da algo, está guapísimo con el pelo todo revuelto y la barba que empieza a asomar, aún lleva la cazadora puesta e imagino que acaba de llegar.

—¿Qué haces en mi cama, Mia? —me pregunta casi en un susurro.

Me tapo con la sábana que supongo él me ha puesto, y busco una buena excusa de por qué estoy en su habitación, pero no se me ocurre nada creíble.

—¿Cuando has llegado? —le digo para centrar la atención en él.

—Yo he preguntado primero. ¿Por qué estás aquí, Mia?

—Quería comprobar que estabas bien, nos dejaste a todos muy preocupados cuando te marchaste.

—¿Así que estabas preocupada por mi? —me pregunta con la voz aterciopelada y se inclina hacia mí, y eso me excita mucho—. No hacía falta, estoy bien como puedes ver.

—Si ya lo veo.

—Eso no contesta a mi pregunta, Mia.

Bajo la mirada, él no deja de mirarme y me estoy poniendo mala, mala en el buen sentido, está tan guapo que no puedo pensar con claridad, ¿por qué es tan intenso?

—Me gustaría ducharme —me dice y levanto la vista—. Estoy cansado y necesito mi cama.

—Sí, claro.

Al levantarme mi pie se enreda entre las sábanas y estoy a punto de caerme, pero Lucas me coge a tiempo de acabar en el suelo y termino sobre su regazo y con mi boca a unos centímetros de la suya. Vuelvo a sentir su olor, ese aroma tan dulce y masculino que me vuelve loca de remate, quiero que me bese, lo deseo más que respirar, quiero que este momento no termine nunca. Y, cuando creo que lo va a hacer, se aparta y me ayuda a bajar de la cama.

—Lucas, no me alejes de ti —le digo y cojo aire—. ¿De qué tienes miedo?

—No tengo miedo de ti Mia, no soy quien tú crees. Deberías alejarte de mí —me dice y se mete en el baño.

Me quedo quieta en medio de la habitación y más confundida que antes. No sé a qué juega, un momento está receptivo y siento que le gusto, y al otro me esquiva como a la peste.

Salgo corriendo y me voy a mi habitación, quiero irme de aquí y no volver a poner un pie en esta casa. Me pongo la ropa en tiempo récord y salgo de allí a toda prisa, ni siquiera espero a Tom o a Lola.

Paso todo el viaje de vuelta a casa llorando, no entiendo por qué me trata así. Necesito que deje de marearme de una vez.

Al llegar a casa me meto en mi habitación y sigo llorando.

—¿Estás bien cariño? —me pregunta mi madre. Ni siquiera la he visto al llegar.

Mamá siempre sabe cuando me pasa algo con solo mirarme, me conoce incluso mejor que yo misma, pero no hace falta ser un genio para saber que me pasa algo, tengo los ojos anegados en lágrimas y el rímel se me ha corrido, parezco un oso panda con conjuntivitis.

—Mamá, estoy bien. ¿Necesitas algo?

—Vamos abre. Sé que no estás bien. Te prometo que no te preguntaré, pero ábreme cielo.

Cuando por fin le abro ella me mira y yo la abrazo, siempre sabe como actuar conmigo y como ha dicho no me pregunta, solo me seca las lágrimas y me acaricia la mejilla.

—Lávate la cara y baja a desayunar conmigo.

—Vale —le contesto y me dirijo al baño.

Cuando bajo ya ha preparado café, zumo de naranja y cereales. Llena dos tazas con café y me pasa los cereales. Durante un rato desayunamos en compañía de la otra y no hablamos de nada, a veces sobran las palabras.

—No sé cuál es el motivo de que estés así, pero dime, ¿vale la pena?

—No lo sé, supongo que no.

—¿Entonces?

—Es un chico, imagino que es evidente —le digo y ella sonríe—. A veces no lo entiendo, me demuestra que le gusto, y al momento me hace ver que no es bueno para mí. Estoy hecha un lío.

—Sabes que nunca me meto en tus cosas y sé que sabes lo que te conviene. Pero si crees que no te va a hacer feliz, acábalo antes de que sea tarde, Mia.

—Gracias mamá. Es un buen consejo, pero es complicado —le contesto y ella gira levemente la cabeza a un lado.

—Somos nosotros quien complicamos las cosas cariño, pero prométeme que te cuidarás.

—Te lo prometo mamá. Gracias por escucharme.

Le doy un abrazo y ella me lo devuelve, en ese momento suena el teléfono de casa y al descolgar es Lola quien llama. Seguramente se ha despertado y al no verme se ha preocupado.

—¿Dónde estás Mia? Te hemos buscado por toda la casa —me dice y puedo ver lo enfadada que está con solo oír su voz.

—Estoy en mi casa.

—Lucas nos ha dicho que te habías ido. ¿Qué te ha hecho esta vez? —me pregunta.

—Nada Lola, no me ha hecho nada.

—Pues Tom y él se han encerrado en el despacho de Tom y han estado discutiendo, por ti.

—¿Por mí? ¿Y eso por qué? —le pregunto confundida.

—No puedo hablar ahora, acaban de salir. Luego voy a tu casa y te cuento. Un beso cielo.

Cuelga el teléfono dejándome con la duda.

¹ ¿Cariño, no puedes dormir?

² No. Estoy preocupada por Lucas.

³ Estará bien, no te preocupes por él. Solo necesita desahogarse.

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